miércoles, 5 de septiembre de 2018

RENÉ CLAIR. LA PROIE DU VENT, 1927










Charles Vanel (Pierre Vignal), un aviador profesional, emprende en breve el viaje de estudios, postergado por un golpe en los Balcanes.
Alteración que refleja Hélène, recluida en un presidio para mujeres. En las peores condiciones de higiene y confort, cuida de la madre, visiblemente debilitada. El marido de Hélène queda libre por falta de pruebas. En la comisaría impacta una piedra en la ventana. Ponen a George sobreaviso de que la investigación de la mujer no ha terminado. Ve a las dos mujeres a través del ventanillo de la celda. Una despedida lacrimosa y por la fuerza. Las presidiarias, con mofa, espetan que sólo liberan a quienes aceptan acusar a los otros. El marido es un traidor a la causa. La madre desfallece consumida. La más vieja de las reclusas se da por perdida con la traición. Hélène padece el vértigo del debilitamiento.
Un año más tarde, en París. Charles Vanel alza el vuelo. El ingeniero prepara una nueva línea comercial en el extranjero. El avión pronto a cruzar la frontera, en el horizonte el mar de nubes que hace falta atravesar. El viento furioso dificulta el avance del avión. Es ineludible un aterrizaje a cualquier precio. El avión desciende en picado. Bosques por todos lados. Ve un castillo y un parque, que semeja el exclusivo lugar donde poder aterrizar. El choque con una escultura derriba el aeroplano.
Cuando Vanel recupera el sentido, atendido por un doctor, vendadas las numerosas contusiones, distingue a la condesa Elisabeth (Lillian Hall Davis). Aclara que se encuentra en el castillo de Styannik, en un bosque de Eslovaquia, huésped de la condesa Catchiez. Los planes son que se cure en el aislado pasaje.
La compañía aeronúatica recibe noticias de que Vanel no se halla en peligro y que volverá pronto.
Un mes más tarde, Charles Vanel se encontraba convaleciente. Pero no tenía impaciencia alguna por abandonar el castillo.
Cada día, la condesa visita a su huésped. Durante unos días será su exclusiva compañía. El cuñado marcha de viaje. El ruido de unas tablas que apuntalaban una puerta es achacado por la castellana a unas reparaciones. Vanel saborea el cigarrillo de la señora, cuando va a ver a los constructores. El accidentado, con una pierna escayolada, permite que el cigarrillo caiga en la alfombra y coloca el suyo en el cenicero.
Pronto, Charles puede hacer una primera salida. Ante la inmensidad del verdor, pregunta a la condesa si siempre será prisionera de esos bosques. Elisabeth cuenta que no tiene familia, que la madre se consumió en una prisión. Sólo el cuñado, por suerte, fue liberado. Desde aquellos sucesos, vive exiliada en el castillo. Su hermana fue muerta por los verdugos.
Tras la vuelta del cuñado, aquella noche, el aviador dispuesto para jugar al ajedrez, un billete explica que un asunto urgente retiene a la condesa. Con paso grave vaga por las salas del castillo y ve desde una ventana, en otra dependencia, unas manos femeninas que tocan el piano, cerrado por alguien que solicita a la pianista. Una estrecha banda luminosa hunde al invitado en la perplejidad. Encuentra un lecho adornado de transparentes sedas y a la condesa desnuda y conmovida por la aparición. La aferra, la abraza y exige explicaciones. Amparado por la oscuridad, decide atacar a su oponente y comienza una lucha enconada. Elisabeth impide el enfrentamiento con un revólver. Revólver que pasa al familiar, el cual dispara al protagonista. Una fantasía de la mente, lo que tarda en desprenderse la pavesa del cigarrillo.
Vanel avisa a Nanthiez-Aviation, Le Bouget, que llegará el fin de semana.
A través de la puerta apuntalada, Hélêne, la hermana supuestamente desaparecida, reclama la atención de Vanel. Después de la llegada, Elisabeth y el marido la secuestraron. Preparan cosas terribles. Ante la aspaventosa irrupción del esposo requiere que no la abandone. 
Las súplicas de Hélène y el misterio deciden a Vanel permanecer en el castillo.
Tras la cena, el juego de cartas. Y luego, mientras aguarda a la condesa, la aparición de Hélène, quien había conseguido escapar. Conjetura que allí no la buscarán. Cuenta que la hermana y el marido son unos espías. Traicionaron la causa del soberano. Desean la muerte de Hélène, un peligro para sus propósitos.
Elizabeth encuentra a los simpatizantes, cuya referencia nada sospechaba. Decepcionada, marcha al instante. Avisa al cuñado. Hélène se desvanece y el marido, con la inconsciente en volandas, promete dar explicaciones. 
Hélène consigue escapar y llama a Vanel, el cual se hallaba igualmente encerrado. Es preciso que huyan. Escapan en uno de los automóviles del majestuoso castillo.
Con el crepúsculo fue detectada la fuga y la persecución no se hizo esperar. La meta es llegar al pueblo. Tras un trepidante seguimiento envuelto por el polvo de la carretera, Hélène, atacada por una risa histérica, pierde el control y es aventada del vehículo que se estrella. El marido culpa a Vanel y le apunta amenazador. 
Vanel es rescatado exánime por unos viajeros.
Unos días más tarde, los muebles cubiertos con fundas, el castillo fue cerrado.
Vanel, restablecido, llega a la posada del pueblo. El doctor había dispuesto una nota. Explica que vuelven a su país. La firma era de Elisabeth.
Ha pasado un año. Charles Vanel no ha olvidado el amor perdido de la condesa. El tráfico de París y unos enamorados atraen su atención. En vano pretende distraerse. ¿Cuál de las dos hermanas era sincera?
Finalmente, un día, Pierre recibe una carta.
El doctor declara que Hélène se había vuelto loca en el presidio. Por ignorancia, Pierre había desencadenado el drama. Y Elisabeth quiere saber si tras esas calamidades sigue amando su recuerdo.



Ana Kontroversy











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