jueves, 5 de mayo de 2016

MIKHAIL KAUFMAN. VESNOY (EN PRIMAVERA), 1929








El invierno desaliñado disipa el cielo, desvanece los refugios, evapora el aire, fulmina el escenario desolado. El frío congela el pavimento, ennegrece la nieve.

El comienzo del deshielo. Hilos de agua pululan precoces. La nieve diluye su sólida y cristalina materia. Regueras por las que circulan los carros. Lagos en las calles y las vías del train. El barro dificulta la acción. Los explosivos abren una brecha en la rigidez del hielo.

La invasión del agua.

Las ventanas reciben la benevolencia del clima, brisa aceptada. La rayuela, ese juego primitivo y tozudo.

La leve luz del sol desplaza las grises tinieblas.

Es el tiempo de los jóvenes pioneros. Del esplendor de los parques infantiles. Del paseo sagrado hierático. El tiempo de ir de tiendas. El inicio de las construcciones urbanas.

La actividad profesional retribuye el coraje. La industria ferroviaria manifiesta energía.

Brotan los milanos. Las aves arreglan los nidos.

Los decadentes caracoles de satén, el arrullo de las palomas, las mariposas, percepción de la finura. Muestran las flores sus extensiones de color, origina el viento las plantas y los árboles. Las abejas y las hormigas actualizan su actividad con brío. Los cuervos tienen una nueva nidada. La tortuga de la evolución defiende la sombra porque el sol la ofende.

Las espigas laten a oleadas del viento. Con la cosecha fueron depositadas.

Campanas negras predican las labores de la tierra, con profundad. Y también el desfile de los ciudadanos.

Los círculos limitados del ser humano. Y el baile final, transformada la fiesta con el luto del crepúsculo.

Los encantos de la ciudad. Disfrutan el pulcro decorado. La posesión del confort.



Ana Kontroversy

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