domingo, 5 de julio de 2015

GIOVANNI PASTRONE. TIGRE REALE, 1916








Una noche en el palacio de Rancy. La conversación de la mesa de juego era la condesa rusa, la cual empujó a la muerte a su ultimo amante.
Desabrocha el amplio abrigo de astracán, con cuello y puños de piel clara; el elegante vestido de raso negro, rodeado con un collar muy largo. La condesa Natka (Pina Menichelli) impresiona turbadoramente a Giorgio la Ferlita (Alberto Nepoti), empleado de la embajada, quien contacta con la anfitriona. Sin responsabilidad.
La disposición era un flirt por el lado del joven y de indiferente categoría la actitud de la condesa Natka Bolkonski. Entrega el carnet con cada baile reservado, por lo cual, Giorgio tacha un nombre y apunta el suyo. El eliminado es el mayor Guidoni, el espadachín famoso. ¿Se molestó entonces de saber cuál de los dos hombres había pagado con la vida su capricho de romana en el circo?
El amanecer. Herido en el duelo, Giorgio aguanta la convalecencia. Recibe una nota perfumada. "¡Te quiero! marcho, adiós". La condesa toma el tren del sur.
Giorgio sigue las huellas de la condesa, pero pronto pierde la pista. Y volvió con una tal Palmira.
Un día, y se encontraba ajeno a los acontecimientos, cruzó con el automóvil de la condesa rusa. Con aspecto fatigado, manda frenar el auto hasta que Giorgio llega y emprende la escapada. Experimentaba el contacto a través de una coqueta de plata.
Algunos días después, Giorgio recibe la invitación al palacio, con la advertencia de que la condesa acudiría.
Rodeada de un cortejo de admiradores, el joven deriva una pieza añadida. La velada a punto de terminar, el enamorado Maquiavelo en ciernes, como buen diplomático, hizo fiasco. No obstante, la condesa le distingue y le invita.
El viernes de la condesa rusa ofrece una figura ridícula. Desatendido, es cuestión de volver a casa. Al tiempo de la despedida, la enigmática dama señala que se quede. Lamenta la tortura de haber mentido a lo largo de la noche. Lo retuvo porque es un pianista aceptable y la música alivia su migraña.
El desasosiego de la condesa no remite y pretende retar el fresco aire de la noche. Cubre los hombros con una estola. A pesar del lirismo de los sentimientos y declarar que la ama, la mujer estima el agasajo con una carcajada. Y la risa obstinada y la convulsa tos sacudieron el frágil cuerpo; angustiada, se tambalea y desvanece. Con la tranquila calidez de la chimenea, encuentra comodidad. Juega con su fatal encanto, Giorgio ofuscado por la perplejidad.
Cuenta haber amado en una ocasión. Era un rebelde, un estudiante polaco buscado por la ley. Odiaba a la condesa porque era de la raza de los patronos. Tiró el revólver con el que se enfrentaba a una escopeta. Había un abismo y el vértigo los arrebató. Explica que el marido no la quería. Dolski (Febo Mari) fue atrapado y deportado.
La condesa marchó a su encuentro. La nieve dificultaba el avance del trineo y uno de los caballos se derrumbó fulminado. Prosigue a solas. Cuando al fin llega, comprueba que había sido una distracción, como con el propio Giorgio. Rescatada por unos campesinos, no supo perdonar al amante infiel. Por cuatro días y cuatro noches escuchó su lamento. Resolvió pagarle. Un gorro con billetes y monedas decidieron a Dolski a dispararse y desaparecer. Cuando abandonó el lecho se hallaba tísica.
La condesa pagó el paseo al claro de luna con algunos días de fiebre. Giorgio no la vio más.
Redacta una nota de despedida, ya que marcha inminentemente hacia la embajada de Lisboa y desea entregarla en persona. Encuentra la condesa el instante justo de dirigirse al teatro. Luce un elegante atuendo, un vestido con elementos plateados y unas plumas blancas como tocado. La ópera "Ruy Blas" se desarrollaba en el primer acto. Y la melodía con hilo mágico une el corazón sufriente de la condesa rusa. Su alma asemeja despedazarse. En la sombra del palco, de improviso, sin proferir una sílaba, abrazó con pasión al acompañante. Sin embargo, le despidió, sin permitir que accediese al auto. Declara que no le ama y que siente desprecio propio.
El conde había llegado inesperadamente. Marchan el día siguiente. Envía una nota, admite haberse sofocado como una tigre celosa. Aunque le ama e intuye qué poco le resta de esta vida. Desconcertado, el joven ronda la puerta del palacete.
Pasado el tiempo, Giorgio casi cede ante la insistencia de un rico comerciante, el cual desea que se case con su hija. Desea olvidar.
Un nuevo billete le emocionó. La voz amada invoca inútilmente. Giorgio es inencontrable.
La condesa rusa selecciona como escenario final el Grand Hotel Theatre del Odeon. Hierve el ambiente cosmopolita. Con la ayuda de un potente fármaco vivirá en una hora los ultimos días que le restan. Con una llama improvisa, los ojos encontraron el pasado fulgor.
Reunida con el amante, empuña un revólver con el que defender la intimidad. Desenvuelve una suerte de desenfrenada verborrea, hasta que la debilidad la rinde. Arde el drama de la pasión. Sobre su cuerpo pasaron convulsiones espantosas. Rígida, reposa, cataléptica y poco a poco el bello cuerpo desdibuja el velo. Giorgio acude desesperado al doloroso fin.
Un cortocircuito en el teatro vecino provocó que el fuego llegase al ala del Grand Hotel. El conde pretendió rescatar a su esposa. Y puesto que el joven decidió encargarse de su cuidado, los encerró en la suite. Las paredes del hotel se desmoronaron. El joven diplomático solicitó ayuda y saltó en la lona, tras la condesa.
Y en el esplendor de una puesta de sol ardiente, la condesa, ferviente de amor por el adorado, prodigiosamente siente volver la juventud. De paseo en una barca a vela, ansiosa debilidad de la recuperación, Giorgio regala las dulzuras de un libro.



Ana Kontroversy








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