martes, 21 de julio de 2015

VICTOR SJÖSTRÖM. VEM DÖMER (LA PRUEBA DE FUEGO), 1922








Extraños son los cuentos del amigo del roble y la muerte, el cual ofrece refugio a todos los que aman y sufren.
La víspera de la boda, la novia acudió a la iglesia a una hora que las solemnes naves se encontraban majestuosamente despobladas. Comprueba con precaución su aislamiento y se postra ante el altar. Se había hablado de una joven llamada Ursula (Jenny Hasselqvist), quien se vio obligada a casarse con un hombre al que odiaba. Aunque poseía otro amor. Y suplicó señales y prodigios, frente su tribulación y angustia, con el fin de librarse del padecimiento.
Lirios, calas, hortensias y palmitos enmarcan las nupcias, pese a que el casamiento se ve eclipsado por la tristeza de la que no fue escuchada. El maduro esposo era el escultor Anton (Ivan Hedqvist), famoso por su habilidad.
Ursula es la inspiración del cincelador. Da su imagen a una escultura votiva de una gran finura. La joven casada pudo haber imaginado que se burló de su corazón y que ridiculizó su debilidad.
La señora Ursula acaricia un libro impreso, hallazgo del tiempo moderno, y se instala en la comodidad del patio. Recibe la visita de Bertram (Gösta Ekman), el hijo del alcalde, el joven a quien ama. Un tierno instante, a la vez que el viejo escultor sufre un colapso. Era la hora que el alcalde solía citarse con el escultor y pudo ver al hijo a los pies de la joven, sentada en una silla de piedra, con un sátiro de actitud complaciente y especuladora, que preside el banco.
El enviado de la muerte fue un pequeño fraile, el cual vagaba de ciudad en ciudad y que ofrecía sus productos del monasterio. En su cajón se hallaba todo tipo de ungüentos y elixires, hierbas curativas y terribles venenos. Los perfumes resultaron indiferentes a Ursula, aunque distingue un frasco con el emblema de la calavera y las dos tibias. Invita al mendicante a seguirla. Desea el polvo, que planea incrustar en una sortija.
Mientras el fraile preparaba el encargo, llegó Bertam. Al oír que los amantes hablan de delito y muerte, sustituye rápidamente el ingrediente.
Con los amigos en la taberna, disfrutaba el artista Anton la noche, con las copas llenas, las bromas y las canciones. Fue el ultimo en enterarse de las sospechas que el fraile difundió. Bapulea al fraile. Es una mentira infame. El alcalde silencia su requerimiento. Anton percibe el amor y la muerte dispuestos a reunirse en su casa. Los amantes señalan su miedo a la muerte.
Seguido por una comitiva, el marido ultrajado aporrea las puertas. Ursula y Bertram se encuentran en el palacio. La mujer recibe con indiferencia al esposo, el cual pronto transforma su actitud en cordial caricia. Anton reclama algo de beber. Sigue las estrategias de la mujer a través de un espejo de encantador diseño. Y cuando ve que vierte el polvo del anillo, sufre un shock, queda paralizado con los brazos en cruz y se derrumba. Encuentran los amantes al lado del cadáver.
¿Qué ha pasado? Un viejo había muerto, un viejo que bebió con avidez la vida de labios jóvenes, demasiado jóvenes, demasiado renuentes. Ningún poder humano lo había tocado, ni violencia humana alguna lo condujo a la muerte.
Ursula hace notar que es cierto que preparó una copa por la noche al esposo. Sin embargo, nunca logró probarlo. La marca es de sus labios. Cuando el alcalde insinúa que la condena a drenar la copa, y Bertram pretende vaciarla, la joven estrella el cubilete en la chimenea.
La multitud proclama el crimen de la mujer del escultor. Maniatada, cuando salió, fluía con su perturbación el resplandor de las linternas y las antorchas, y cada lámpara, cada bocanada, que alguien, furioso y ciego, exigía a gritos venganza y castigo. Reducido Bertram por defender a Ursula, el fraile exige un proceso legal, que sea juzgada. Y explica que había reemplazado el veneno mortal con un polvo inofensivo. Ursula fue puesta en libertad y la multitud disuelta.
Trasladaron el cadáver del escultor a la iglesia, y esa noche advirtieron los aprendices, que de la imagen crucificada corrían gotas de sangre por sus mejillas. Volvieron a salir fuera las sospechas de culpabilidad de la señora.
La protagonista cree tener un deber y no cree en su propia persona.
Deciden la prueba. Caminar por el fuego.
La bruja tiene que ser quemada.
Ursula replica, que el fallecimiento del esposo fue fortuito y se niega a ser sometida a la prueba. Instante que aprovecha Bertram; quiere evitar el tormento de la condenada y probar su inocencia; por cometer una trampa terrible, la experiencia los liberará. El padre recrimina la actitud del insensato hijo. El prior hace su aparición con el propósito de conducirlo a prisión.
El fraile, custodio de Ursula, apunta que el mal deseo simplemente, no puede matar.
El preboste trajo a sus prisioneros; recogen leña para la pira. Las mujeres aportan la broza.
Encapuchados ostentan antorchas frente la gran hoguera. El verdugo vigila los preparativos.
Bertram se adentra en la destructora pira. Las visiones anhelantes empujan a Ursula hacia la prueba.
Camina por la senda de fuego, incólume a las llamas, que se elevan y espesan. El esposo, transparentado en el roble, desciende. Más poderoso que el odio y la muerte, quien la mantenía en su corazón, le sonrió.
Postrados a los pies de la imagen, los jóvenes obtienen la gracia celestial.



Ana Kontroversy









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