jueves, 5 de diciembre de 2019

ÉDOUARD MOLINARO. LE DOS AU MUR, 1958








La negra y silenciosa noche y los débiles reflejos de la iluminación de la ciudad envuelven los pasos de Jacques Decrey (Gérard Oury) cuando tras abandonar la pintoresca villa llega a una vivienda de la capital. Consigue acceder al piso y halla el cadáver de Yves Normand. Pretende dar un aspecto organizado a la habitación, ya que carga con el cuerpo sin vida, con sigilo lo traslada al automóvil y termina por emparedarlo bajo la protección del establecimiento de equipamiento eléctrico industrial del cual es el dueño.
Todo había comenzado hacía más de tres meses. Volvía de cazar antes de lo previsto y había encontrado a Gloria (Jeanne Moreau), la mujer, cuando despedía tiernamente al amante. Sin tiempo de reflexionar sigue el automóvil del adversario. Sabe dónde habita y el nombre por la identidad del coche.
No sentía pena, sino una sensación de vacío. Se encontraba triste. Gloria era su mujer desde hacía ocho años. Quería hacer daño al culpable.
Yves Normand es un actor y Gloria ensaya con él el papel de "Fedra". Gloria había renunciado a la llama sagrada del escenario. Durante la época de estudiantes habían decidido unirse. 
Las cenas de los Decrey son aburridas para un industrial dinámico a quien no seduce la coyuntura actual. Gloria se retrasaba de manera vergonzosa. Cuando desciende la escalera con un vestido citación de gran escote transversal no sabe la marcha de la maquinaria.
Decrey falsifica una cartilla para la oficina postal con el propósito de recibir las noticias del chantaje con el que trama enredar a los amantes. 
Doblemente engañado tenía que encontrar otra cosa mejor. Acude a un detective. Desea una prueba material, unas fotos. 
Yves toca el piano de un bar y Gloria llega con las fotos y la nota del chantaje. El marido nunca le había negado nada. La mujer cosecha el dinero que precisa con nuevos caprichos.
Decrey guardaba sus billetes y sentía la inutilidad, la locura de lo que hacía. Gloria había cedido y sentía piedad.
Había experimentado una ternura ridícula. Es menester seguir con el chantaje. Gloria argumenta la pérdida de una valiosa pulsera. Había que presionarles, devolverles el dinero a cuenta de la totalidad de la entrega. Acosa por teléfono a Yves.
La dueña del bar donde actúa Yves tiene una idea. Dos corsos corruptos vigilan la oficina postal y siguen al industrial. Pretenden disuadirle y solo consiguen que se ría. Cuando le identifican es él quien decide. Ofrece el doble de lo que les había dado la mujer.
Decrey visita el bar y pone al corriente a la dueña de los engaños. Quiere que Gloria se canse del amante aprovechado.
A la vez el empresario acude de nuevo al detective, el cual se entrevista con Yves con la excusa de buscar talentos jóvenes.
Gloria se siente atrapada y triste.
Gloria ayuda con el equipaje de Yves, el cual marcha para una gira teatral. Cuando la desconcertada mujer recoge el pasaporte comprueba la numeración de los billetes, que previamente había anotado. Empuña un revólver y dispara al amante.
Exasperada cuenta al marido el crimen. Un acto ruin. Eso no lo había previsto el esposo. Tenía que ir hasta el final del personaje. Seguir con el papel de aquel que no sabe nada y rescatarla.
Habían pasado varios meses. El caso había sido archivado. Los Decrey se habían reencontrado. El tiempo y su dulce desgaste cicatrizaban las heridas. Aunque una cosa obsesionaba a Decrey. El cadáver del muro. Decide contar a la mujer dónde ocultó el muerto.
El día de navidad, con un resplandeciente broche como regalo, Gloria coge de la guantera del coche el pasaporte falsificado. Llegan los invitados pero Gloria, encerrada, se dispara el instante que el esposo accede a la alcoba. 
Durante el funeral Decrey es apresado con motivo de la declaración de la mujer, la cual informaba del cadáver enterrado bajo el hormigón. Un detalle reconforta al enamorado esposo. Que no podía vivir a su lado, pero que no tenía fuerzas para vivir sin él.



Ana Kontroversy
















No hay comentarios:

Publicar un comentario