Una guirnalda de paraguas compacta y oscura, en la parada del bus, y un viejo cicerone que conduce la historia del film.
Es un miércoles lluvioso de octubre. Maggi (Barbro Kollberg) compra un billete, pero pierde el tren. Había chocado con David (Birger Malmsten) y después charlan en la sala de espera. A la una los echarán.
David posee un ticket del Ejército de Salvación, válido para pasar la noche. Averiguan si tienen equipaje. Una maleta te convierte en decente. En la habitación, de improviso, besa a la mujer. Maggi abofetea a David. Pero pronto complace al amor.
Maggi no quiere volver a trabajar, le gustaría estudiar arte dramático, y David desprecia la antigua vida. Prometen que no se cansarán el uno del otro.
Un hermoso día, de mañana, David es rechazado por un tipo que alquila bicicletas, y que le había ofrecido un empleo. Los enamorados marchan a través de los astilleros. El cicerone aparece ocasionalmente.
En la noche, una vez más vuelve a llover. Caminan por las vías del ferrocarril. Un tren, que no captan con suficiente anticipación, les obliga a tirarse al suelo, y Maggi sufre una torcedura de tobillo.
Deciden descansar en una cabaña solitaria. Fuerzan el cerrojo con un hacha, y buscan guarecerse de la lluvia. Encienden el fuego. David cumplió una condena. Pasó un año en la cárcel. Y no era la primera vez.
De improviso, aparece el dueño de la cabaña, el cual los toma por recién casados y los invita a café, que porta en una mochila. Cuando David salió de la casa, fue apresado por un guardia. Sin embargo, el dueño explica que es un equívoco y reclama que le suelten. Alquilan la cabaña.
Se presentan a los vecinos. Dos jóvenes, los cuales venden diversas mercancías a domicilio (les regalan una ratonera), y Hanna Ledin, una cómica solterona.
David encuentra empleo en una tienda de frutas y hortalizas. El dueño cultiva tomates y flores. Los tomates serán una pieza clave para el país. Vende jacintos, begonias y geranias. David desagrada a la esposa del horticultor.
Llegó el invierno. Uno de los vecinos regala a los jóvenes una radio. No se sabe como la obtuvo.
La pareja siente que son como la gente corriente. Harán incluso la declaración. David sugiere que se casen.
El cicerone encuentra algunos cabos que atar en la historia.
El propietario hace una oferta para que compren la cabaña. Cobrará a plazos. Tener inquilinos es opuesto la ley. Maggi exige considerarlo. Si no aceptan, deben dejar la casita por la mañana.
Maggi quiere vivir aquí. Se encuentra embarazada, ya lo estaba antes de conectar con David. David responde que no cuidará de ese niño. Reflexiona, con un largo paseo por el muelle. Afectado, en una postura fetal, yace echado en la gravilla. En un bar, alienta a un amargado. En realidad, es un enfermo. También se encuentra el cicerone, quien recuerda que tenía una profesión, una mujer, pero a causa del amor propio y las dudas, y herido por la soledad, sufre desorientación.
El joven plantea mejor el asunto y visita al casero, que vive rodeado de gatos. Firma el contrato de compraventa. Es habitual confirmar el contrato con un brindis. Sin embargo, David rechaza el alcohol.
Cuando regresa, los vecinos toman el café. Todo esto ya es suyo, y el pequeñín es bienvenido.
Solicitan al clérigo que publique las amonestaciones. Pero ninguno de los dos se halla registrado y las amonestaciones se hacen en la parroquia de la novia. Tienen que enviar los documentos. Y el novio tramitar que le transfieran aquí. El clérigo explica que la parcela de las afueras, en la que viven, no es prudente para una mujer embarazada. Es una situación singular. Avisará a la Seguridad Social.
Llegó la primavera. Anderson, el dueño de la tienda de horticultura, merodea por las parcelas. Reclama a la señorita Hanna una pala robada. Pero ocurre que las palas son iguales. Los vecinos venden globos, molinetes, trompetas y juguetes.
Los dueños de la tienda recaban información, y las reglas deben respetarse. Culpan a David de cosas que desparecieron. Dispuesto a despedirse, recibe una llamada del hospital de maternidad.
Maggi perdió el bebé que esperaba. El cicerone se halla enterado de cómo David había maldecido al niño. Es un problema menor. Pero David sólo quiere que Maggi se recupere. Habrá una próxima ocasión.
Un burócrata, el señor Purman (Gunnar Björnstrand), visita la cabaña para cumplir una formalidad. Las demás parcelas fueron expropiadas para una próxima construcción. El dueño los engañó. No tienen a donde ir. David echa al inspector sin contemplaciones.
Comparecen ante el tribunal. El historial de David no le favorece. Los testigos comprometen al joven con las declaraciones. El cicerone actúa de suplente y añade unas palabras al discurso de la acusación. Defiende a los encausados en la cuestión del alojamiento y la intemperie, el día que entraron en la cabaña. Señala, que nada concierne a nadie, la indiferencia mostrada, el esfuerzo por formar parte de una sociedad que los rechaza. Hanna Ledin testifica a favor. David alega que se encuentran enamorados, lamenta su conducta y pide disculpas. El veredicto es inocente.
A la salida del tribunal, el dueño de la cabaña rompe el contrato. Es mejor que el incumplimiento. Puede trasladar la casa. Y aceptar el dinero del ayuntamiento por la cesión. David lo amenaza.
El lugar ya no les agrada. La cabaña desaparece, marcha arrastrada por un vehículo a motor.
Sueñan con un sitio tranquilo en un lago. Siguen la carretera. El cicerone ofrece un paraguas. Lo reclaman en otra parte.
En un cruce, toman la dirección hacia la ciudad. Comentan que el cicerone tal vez era un ángel.
Ana Kontroversy
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