El joven pintor Albert Wendland (Harry Liedtke) toma un descanso, para estudiar en Egipto. Pasea por el desierto, y vislumbra un pequeño oasis, una fuente, en la que una joven reposa unos momentos del asfixiante calor. Coge agua en un cántaro y, cuando advierte que ha sido descubierta, huye velozmente, desplegando los bárbaros instintos. Albert la sigue, pero pierde la pista.
Al día siguiente, en la terraza del Palace Hotel, punto de reunión de los viajeros acomodados, el príncipe Hohenfels (Max Laurence), proyecta realizar una exploración. Pregunta al enlace del hotel si recomienda visitar la cámara mortuoria de la Reina Ma. La respuesta es que, a cualquiera que la haya visto, le reportó terribles infortunios. Indica un caballero, exhausto, al cuidado de una enfermera, reducido al reposo, el cual es una víctima por haber examinado la cámara. Albert atiende, perplejo, la conversación. Toma asiento al lado del hombre desfallecido y lo interroga. En un repentino impulso, exclama: "Los ojos están vivos", para derrumbarse al instante.
En una plaza del mercado, en El Cairo, donde la escasez es notoria y los niños aprovechan la ocasión de poder robar lo que sea, Wendland contacta con un guía. No accede y rechaza el dinero ofrecido. Un joven huraño y semidesnudo alquila al pintor un caballo.
Delante de la cámara sepulcral de la Reina Ma, cuya puerta se halla flanqueada por una estatua sedente, Radu, un árabe (Emil Jannings), dormita, mientras guarda el acceso. Aplica el oído a la arena, porque oye acercarse un caballo al galope. Saluda sumisamente a Wendland. Porta una antorcha con la que alumbrar la tumba. Un rostro esculpido en la pared exhibe unos movibles ojos, que abren y cierran los párpados. El pintor quiere llegar al otro lado del muro, pero tiene que pelear con el árabe, al que intimida con un disparo de pistola. Descubre una estancia, en la que se encuentra la mujer que vio en el oasis, con una actitud de humildad. Wendland muestra extremada amabilidad. Hace dos años, cuando lavaba en un estanque, Radu la raptó. Recobrada la sensibilidad, se halló en este jergón. El árabe renunció a la obligación de que le amase. Sin embargo, tiene que hacer lo que ordene. Aterrorizada, capta el ascendiente del raptor. Desde ese día, se halla en su poder. Wendland la invita a seguirle con la promesa de liberarla.
El árabe tarda en recuperarse del susto y, lamentando la pérdida de la joven, marcha en su busca. El príncipe Hohenfels, de regreso de la expedición, lo encontró tirado en el desierto. Reclama que permita acompañarlo a Europa. Jura por Osiris, el alto dios, que no descansará hasta que haya encontrado a la evadida.
Embarcados en la nave, de regreso a Europa, en el salón de té, Ma (Pola Negri) es la imagen exótica. Ingiere, ocultamente, una pasta.
Con el propósito de proporcionar a Ma una educación europea, el pintor alquiló una profesora para instruirla. Ma distrae la atención del estudio por jugar con un gatito. Ma y Albert se adoran.
El príncipe Hohenfelds regresó de su viaje a Oriente. Radu rinde culto a una estatua de Osiris.
Con el fin de presentar a Ma a sus amigos, Albert organizó un agasajo. A la joven egipcia la intimida el contacto social, y tropieza, al no hallarse habituada a usar tacones. Cuando los invitados bailan un vals, retorna a la habitación. Cambia de vestido y, ataviada con un bikini oriental, no puede resistir el hechizo de una música, especialmente dedicada, y demuestra la disposición que posee para el baile. El agente de variedades Bernhardi descubre el talento de la bailarina. Quiere que firme un contrato.
Dos meses después, los periódicos reseñan el excepcional suceso de la bailarina Ma, en el Alhambra. El príncipe Hohenfels tiene reservado un palco, y Radu le acompaña. El árabe recibe un fuerte impacto, al descubrir a Ma en el escenario. Y Ma, cuando repara en la presencia del antiguo dueño, sufre un desvanecimiento. Conducida al camerino, expresa a Albert que aquel vive para tomarle venganza.
Un tiempo después, la exhibición de arte abre sus puertas. Una pintura destacada es un retrato de Ma con una vasija al costado izquierdo. Uno de los primeros invitados es el príncipe. Le gustaría conocer al autor. Presentan a Hohenfels a Albert y a Ma. Invita al pintor a visitar la colección que posee.
Impresionados por la galería de piezas, Ma repara en una ánfora de estilizado cuello. Cuando toman el té, aparece tras las cortinas, reflejado en el espejo, Radu. La tensión es angustiosa. Como un autómata, Ma se yergue del asiento y da unos pasos. Pero se desploma desvanecida.
Ma es una paciente delicada. Postrada en cama, la respiración es dificultosa. En una alucinación, ve la figura del árabe acercarse. Profiere un grito.
El príncipe envía a Radu con una carta, y la dirección de Wendland.
Ma recobró la energía. Ra entrega la carta al portero. Albert, feliz por las noticias, ofrece la nota a Ma. Pero la joven exige que conecte con el príncipe y que cancele la compra de la pintura. Siente que su vida depende de esto.
Ma recobró la energía. Ra entrega la carta al portero. Albert, feliz por las noticias, ofrece la nota a Ma. Pero la joven exige que conecte con el príncipe y que cancele la compra de la pintura. Siente que su vida depende de esto.
El cuadro luce colgado en las paredes de la casa del príncipe. Radu no puede vencer el impulso de apuñalar la tela. Descubre la firma del pintor y desaparece por la puerta del jardín. El artista expone al príncipe que el bienestar de la esposa depende de su decisión. El príncipe queda estupefacto ante el retrato apuñalado. Reconoce el puñal del criado.
Radu escala la verja del jardín del pintor y atraviesa el vergel. Ma presiente el peligro. El árabe repta por la pared de hiedra hasta la ventana de la bailarina egipcia. Ma efectúa una llamada telefónica a la casa del príncipe, mientras Radu rompe el cristal. Ma pretende huir, pero la fuerza que el árabe posee sobre su cuerpo la paraliza. No puede soportar la especie de hipnotismo de los ojos fijos. El poder de la mirada antigua.
Apuñalada con un gran cuchillo, Ma yace en la escalinata de un pasaje. Radu la abraza, pretende reanimarla. Recoge del suelo la daga y la clava en el pecho. Albert y el príncipe llegan al escenario del crimen.
Ana Kontroversy

I am not going to tell you what are the ten greatest films of all time. Why? I have not seen every film, and in particular, I have not seen every film that is regarded as a classic. However, I consider myself a fan of old films, and I have seen quite a few of those great films, and if I had to give my 1-3 cents worth on the best films I have ever seen, they would go a little something like this... and this movie is one of the list. Benton Jr
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