martes, 18 de diciembre de 2012

CARL TH. DREYER. PRÄSTÄNKAN (LA VIUDA DEL PASTOR), 1920





Como hace cientos de años, la cascada canta, al lado del antiguo pueblo. Si escuchamos de cerca, nos habla mucho sobre los días pasados. Escucha, oh, escucha mi voz proclamar. Venid todos, de cerca y de lejos. Yo os pido que designéis un párroco, porque no tenemos un buen pastor.
Una pareja llega, a través de la montaña, desde la parroquia vecina. Sofren Ivarson (Einar Rod) había pasado por dificultosos días de estudio, y solicitaba el puesto vacante. En un momento de descanso, toca la flauta. Mari (Greta Almroth), su dulce corazón, había esperado fielmente durante estos duros años. Mari recuerda a Sofren, que su padre no les permitirá casarse hasta que sea verdaderamente un párroco.
Los parroquianos se hallaban reunidos en el presbiterio. Los dos rivales de Sofren al puesto tenían convicción en sus elegantes ropas y en la fina educación que habían recibido en Copenhague. Mientras aguardan fuera, ignoran al joven. Cada uno de los tres candidatos deseaba de todo corazón, que el Diablo en persona arrebatase a los otros.
Cuando toca el turno al segundo, hace el ridículo. Sofren lo atavió con una pluma de ave en el pelo, y todos ríen. Sofren asciende al púlpito y recapitula los anteriores sermones: "Uno de ellos nos transporta al Edén, y eso es lo más lejos que podemos ir. Amigos míos, no os guiaré al Edén, sois demasiado listos. ¡Pero voy a traeros a las entrañas de la tierra, dentro de las rugientes fauces del infierno!" Causa un favorable efecto en la comunidad de fieles.
La congregación había buscado cinco hombres sabios y fidedignos, para decidir los veredictos sobre los aspirantes.
Cuando los dos teólogos de Copenhague vieron que no podían conseguir el objetivo con sólo palabras, unieron fuerzas para invitar a todos a una fiesta esa noche. Por decencia, se vieron obligados a invitar a Sofren también. Por último, el veredicto fue favorable a Sofren.
De acuerdo con la ley de la parroquia, la viuda del último pastor, Dame Margarete Pedersdotter (Hildur Carlberg), reclama el derecho de solicitar que el sucesor se case con ella. Sofren muestra aturdimiento. Puesto que Dame Margarete insiste sobre el derecho, reclaman que venga esta noche, para que el candidato la vea.
Dame Margarete es una imponente señora. Los otros dos escapan ante la aparición. Queda a solas con Sofren. La noche desciende, y solicita si tiene el honor de acompañarla a la parroquia. Mari sigue los movimientos desde una ventana. Sofren había oído que Dame Margarete podía ser una bruja. Pero él sentía que no le podía hacer ningún mal, simplemente por acceder a la casa. Con curiosidad, abre la estantería del cómodo hogar. La dama a Sofren invita a estofado, tostas de pan, cerveza y queso. Explica: "Mi parte no es de las fáciles. Es la cuarta vez que soy pasada de mano en mano, como una pieza de mobiliario, a cualquiera que me reclame. Pero yo estoy atada a este lugar, a cada silla y candelabro. Y si te separas de lo que llegó a ser importante en tu vida, tu corazón interior se rompe, y mueres. ¿No estás comprometido con ninguna joven, ¿verdad?" Ante la respuesta negativa, llena el plato.
Mari, entristecida, acecha la vuelta de Sofren, el cual acepta la hospitalidad de la dama.
El día siguiente Sofren despertó tarde. Ya tocaban las campanas. Nunca había figurado mejor vestido. Un abrigo negro y unos pantalones se encontraban al lado de la cama. Soñó descansar en el seno de Abraham. La réplica de Dame Margarete fue: "Ciertamente, allá nunca dormí". Enfrente de Sofren había un brillante arenque. Había sido arrojado como un poder mágico. Lo degusta con apetito. Y, vaciada la botella, se sintió extraño. Y a través de los vapores, vio a Dame Margarete similar a una joven mujer. Delante de los criados, urde que ofrezca su corazón y su mano, y pide que sea su esposa. Por supuesto, posee libertad. Tiene su habitación y Dame Margarete la suya. Sólo quiere ocuparse de todo, como antes.
Ebrio, camina en dirección al bosque. Y encuentra a Mari. Apesta a alcohol. Pregunta cómo lo embriagó la viuda. Sofren razona que no puede conseguirla si no logra el puesto, y no lo conseguirá hasta que se case con la vieja. Pero después de que fallezca, heredará todo y podrán casarse. Mari suspira.
La viuda surge delante de los novios. Sofren presenta a Mari como una hermana desamparada. Vino a traer el gigantesco sombrero.
Unas semanas después, un clérigo de la vecindad  los unió en matrimonio. Los invitados desfilan al son de la flauta y el tambor. Mari asiste, alejada, a la fiesta. A pesar de que el novio y la novia preferían una ceremonia tranquila, era costumbre en la región hacer una gran celebración.
Después de la boda, Sofren pretende tomar las riendas. Sugiere a la viuda y a los criados ser menos altivos y poderosos. Dame Margarete llama al hombre a su cargo. A Sofren le quedan grandes las botas. Manda que le propine una paliza. Le vapulea. Aconseja concentrarse en las plegarias y los sermones. Ella es la dueña de la casa.
El tiempo pasa. Dame Margarete no termina de sucumbir, y Sofren no había sido capaz de ver a Mari sola. Suceden una serie de humorísticos enredos. Detrás de un telar, se figura que se halla Mari, pero es la doméstica.
A Sofren se le agotaba el ingenio. Finalmente, tuvo que cesar de cortejar por las noches, como acostumbraban los muchachos campesinos. Sin embargo, no se dio por vencido. Una noche o dos después, se aventuró de nuevo. Pero en el lecho de Mari reposaba la vieja fámula.
Pasadas unas jornadas, visita a Dame Margarete disfrazado, a modo de diablo, aunque el atuendo resulta irrisorio, excepto por unos largos y cadavéricos dedos. La viuda replica: "Nunca había visto nada semejante. El diablo, caminando con las zapatillas del pastor". Lo persigue con un bastón.
Un día que la viuda subió a una habitación en un alto, el joven pastor retiró la escalera de acceso. Proyectaba que quedase en el piso y, mientras, podría encontrarse con Mari. Pero Mari se hallaba donde menos esperaba. Ya que ubicada también en la altura, cayó al vacío, confiada en la escala.
Dame Margarete cuida de la convaleciente. Tiene un hueso roto y sufrió una conmoción. Pero recuperará la salud. La viuda la atiende como una madre. Rememora el pasado: "Mi marido y yo estuvimos prometidos muchos años, cuando pretendía el puesto, y concibió que sólo lo podría tener si se casaba con la viuda del pastor. Sabíamos que la viuda era débil y que difícilmente podía vivir mucho. Fue una tentación para nosotros. Construimos nuestra felicidad en la esperanza de que pereciera otro".
La pareja reclama que les dispense y revelan, enlazadas las manos, que son novios.
Mari consigue curarse gracias a los cuidados de la viuda. Una mañana, a la hora del desayuno, Dame Margarete no acudió. Dejó una nota: "No olvidar, cuando mis restos mortales sean transportados, poner una herradura sobre la puerta y esparcir unas semillas de lino, después de mí, de manera que yo no os encante". Colocan un devocionario bajo el mentón de la difunta.
Mantienen una gran deuda. La dama enseñó a Mari a sustentar un buen hogar, y a Sofren la previsión de un hombre honorable.




Ana Kontroversy








1 comentario:

  1. Cuando leo otros blogs y otros sitios en Internet relacionados con el cine, uno de los temas sobre los cuales se pregunta y se discute más es sobre el empleo del color, el sonido, los efectos especiales, el 3d, hay mucha inquietud, mucha preocupación sobre estos temas. Pero este blog va al cine clásico sin concesiones. Por eso lo adoro.

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