La historia transcurre a finales del siglo XIX.
En una modesta morada, al otro lado de la ciudad, Franz Victor von Sendlingen ve acercarse los últimos días de la vida.
Karl Victor acompaña al progenitor a las ruinas del castillo de los Sendlingen, antaño orgulloso. Sentados en las arcadas del muro, cuenta que vivió una desgracia.
Flash back. Muy joven, hirvieron sus venas por la hija del nuevo portero. Dos días después, la invita a dar un paseo en bote.
"Nuestras citas eran clandestinas y frecuentes. Me había embrujado totalmente".
Con el anuncio de un niño, pedía casarse. Ante la negativa del señorito, acude al padre con una carta. El señor Sendlingen decide celebrar las nupcias el domingo: "Un Sendlingen es un imprudente, pero nunca un villano".
Franz Victor obliga a jurar, por el honor de la familia, que nunca se casará con una plebeya, porque nunca vino nada nuevo de eso, sólo maldiciones y remordimientos. El anciano sufre un ataque y, derribado, fallece en las propias ruinas del castillo.
Transcurren treinta años. Karl Victor von Sendlingen (Halvard Hoff), muy estimado y querido alcalde de la ciudad natal, retorna después de una prolongada ausencia de cuatro meses de viajes.
El diputado realiza la entrega de una lista de prisioneros, en la cual figura Victorine Lippert (Olga Raphael Linden), una institutriz, arrestada por infanticidio, y que se autodeclara culpable. El alcalde sufre un tremendo shock.
A la mañana siguiente, recibe una visita. Ha pasado la noche sentado, ausente. Un consejero y amigo comenta el caso de la sentenciada. No quiere publicidad. La joven mujer es la hija de von Sendlingen.
Corto flash back. Recién graduado, Karl Victor trabajó en un juzgado, en la ciudad donde residía un tío suyo, el Conde Warnberg. Enamorado de una institutriz de la casa, proyecta convertirla en su esposa. El tío recuerda la promesa al progenitor.
En el juicio, la acusada esconde el rostro tras una mantilla. Allá se encuentran los representantes de los periódicos locales.
El fiscal presenta el crimen como malicioso y corrupto. Victorine admite el fallecimiento de la hija, pero desea la propia muerte. Y apunta que, donde la madre se confundió, fue en confiar en un hombre sin valor, inseguro.
El consejero describe lo que sufrió. Cuando sólo tenía diecisiete años, perdió a la madre. Poco después, fue contratada como institutriz por una condesa viuda, arrogante mujer sin corazón, según sostenían todos.
Flash back. Abordada por el hijo mayor de la condesa, mantienen un idilio. Balada del diente de león, en un campo florido. Él insinúa que se abstenga de informar a nadie, pero promete el matrimonio a la vuelta.
La joven escribe una carta tras otra, pero no recibe respuesta alguna.
Sin embargo, el aristócrata escribe a la madre, la cual expulsa a la desdichada del castillo, sin dilación, tal como se encuentra, descalza, brutalmente.
Con los temblores de la fiebre, cercada por la muerte, se derrumba abatida en los alrededores de la villa.
Aquella mañana, desvanecida, pereció el hijo que alumbró. Es socorrida por unos campesinos.
Los asistentes al juicio lloran y secan las lágrimas. Los jueces deliberan. Victorine demuestra desengaño y resignación.
El jurado decide que la sentencia de muerte es la justa pena para el caso.
Karl Victor recibe el impacto del resultado. Resuelve ver a la hija y hablarle. Es su única amiga. Ruega al consejero su compañía a la celda, para que informe de quien es. Abrazados padre e hija tiernamente, comparten la aflicción.
Von Sendlingen hará una petición de clemencia. Reparará la deuda.
Una semana después, el Ministro de Justicia rechazó la petición.
Miente a la hija, alentándola con la información de que dentro de unos días podrá salir de la prisión.
Cuatro días después, en honor del alcalde, los concejales celebran una ceremonia en el ayuntamiento. Los ciudadanos emprenden una procesión con antorchas.
Escapado de la cháchara del festejo, Von Sendlingen libera a Victorine.
Escribe al Ministro de Justicia. Coge un tren y quedan citados en la frontera.
En un barco fluvial, en el transcurso de un viaje, el consejero encuentra al dueño de una plantación de Java, quien llega a Europa para casarse con Victorine.
Dos días después de celebrada la boda, y de la cariñosa despedida, Karl Victor explica el crimen al presidente. Pero tal esclarecimiento incriminaría a la hija y obligaría a ejecutar la sentencia. Pide que olvide el asunto.
Dispuesto el testamento, con las fuerzas decaídas, regresa a las ruinas del castillo.
Ana Kontroversy
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