viernes, 15 de enero de 2021

JOHN GUILLERMIN. TOWN ON TRIAL, 1956

 



Un prisionero conducido a la comisaría y registrado presta una declaración completa. El viernes pasado había sido encontrada una joven estrangulada con una media. El escenario, el parque de Oakley. El criminal percibía la calle desierta, el silencio, eludía la gente hasta que terminara el día. Molly Stevens, la víctima, era una rubia explosiva encantada con los hombres que siguen sus contorsiones cuando juega al tenis. El apresado repite las palabras de la Biblia, un capítulo de Ezequiel. "Y Ahola se prostituyó cuando era mía y se enamoró de sus amantes y desvelaron su maldad y la mataron con la espada." Una disposición calamitosa. Sabía cómo los hombres la deseaban y cómo las mujeres la odiaban. Sabía las pequeñas disputas que causaba y la divertían. Pero no sabía que iba a perecer.

La joven atravesaba el parque de noche y con prisa. Siente confusión ante un encuentro inesperado. Pretende escapar de la persecución y pronto la estrangula.

El superintendente Mike Halloran (John Mills) acude al escenario del crimen. Investigan unas huellas. La víctima vivía al otro lado del parque. Venía del club deportivo. La habían encontrado unos niños esa mañana.

Registran el insustancial dormitorio de Molly. El detective coge de la estantería una novela. "Próxima parada Lomov". Mezclado con esas cosas los poemas de Rupert Brooke con una dedicatoria de Peter Crowley, un miembro del club, se hallan fuera de lugar. Encuentran fotos de jóvenes deportistas y la anotación de la mencionada cita bíblica. Una foto de la hija del famoso Dickson, el probable próximo alcalde, y un grupo de hooligans. Y un retrato de Peter Crowley y de Molly de paseo con la moto.

La investigación comienza con Peter Crowley, el cual pasa las horas dentro del garaje. Con un mitigado ascendiente materno, espera que no molesten al hijo. Peter afirma su amor por Molly. La madre de Peter señala que andaba tanteando a un casado. Todo lo que le importaba era pasar un buen rato con coches rápidos y con novios. El joven se encoleriza con las sentencias de la madre.

El cara a cara del club con Mark Roper, el casado, un miembro activo de la vida social, no aporta nuevos datos. Posee una coartada. Condujo a la enfermera Elizabeth Fenner (Barbara Bates) a su turno de noche. 

El examen forense prueba que la finada gozaba de excelente salud. Se encontraba embarazada de dos meses.

El siguiente investigado es el doctor John Fenner (Charles Coburn), el cual había extendido el certificado de defunción, quien a la sazón experimenta con unos cultivos delicados. Elizabeth es sobrina suya.

La visita a casa de los Roper y la insinuación de la paternidad propician la expulsión del inspector.

El criminal roba una media de la habitación de Fiona Dixon amparado bajo la oscuridad de la noche.

Halloran distribuye una serie de test con los que cuestiona cualquier información útil para resolver el crimen.

Atraído por Elizabeth Fenner, el superintendente inicia un cortejo amoroso. La llegada de la sobrina obstruye una extraña llamada telefónica del doctor cuyo motivo es conseguir una cantidad de dinero para ese domingo.

El doctor Fenner visita a Peter Crowley. Amable con el paciente ausculta al joven. Sugiere que no debería beber. Peter niega hallarse deprimido. Tal vez haya olvidado cosas desagradables. La actitud del joven es mantener la vista fija y demostrar indiferencia. ¿Sufrió depresión después de que Molly falleció, ya que la quería? El doctor sospecha confidencialmente. La madre despide al doctor y desea sustituirle.

El doctor Fenner es el nuevo centro de atracción. La sobrina espía los expedientes y el inspector le vigila. Comentan el percance de Toronto. El médico había realizado un diagnóstico equivocado. Aunque fue absuelto, si la gente se enterara daría que hablar. A menos que fueran pagados para guardar silencio. 

Halloran se enfrenta a Roper y lanza cargos de chantaje y falsas pretensiones. Echa a la cara el egoísmo durante la guerra, un sobregiro del banco, deudas de larga data con las tiendas. Para salir de ese lío ha puesto negro al doctor. Y para terminar la película tuvo una aventura con Molly.

El superintendente recibe quejas del asistente de la comisión respecto del camino equivocado de Dixon con la votación.

Tras el baile de la Noche de Verano, donde Mark Roper visiblemente ebrio la había organizado y Fiona había ofrecido un espectáculo de danza exótica, la joven despide a su acompañante y atraviesa el parque. Alguien sigue sus pasos. Sin sorprenderse se ve atacada y ahoga un grito que escuchan los músicos de la fiesta sin concederle importancia.

El doctor Fenner carga unos galones y el encargado de la gasolinera percibe una mano femenina fuera del capot. El doctor escapa sin dar tiempo de que la llamada del dependiente alcance su destino. El doctor llega a la comisaría, donde se hallan los padres de Fiona.

El baile es bloqueado. Nadie puede irse hasta que le sea permitido. Elizabeth defiende la inocencia del tío.

El detective convoca al doctor, a Roper y a Peter Crowley para comprobar los caracteres gráficos. Manda copiar la anotación bíblica tras encontrar una copia mecanografiada del bolso de Fiona.

Peter Crowley admite que daba un paseo por el camino donde la víctima fue atacada. El inspector sospecha que le excitó la exhibición del baile y que el doctor encubre un enfermo.

A la salida de la comisaría Peter se encamina a una iglesia. Era seguido de dos agentes cuando comprueban que se había encaramado a la aguja del templo. Llegan los bomberos y consiguen rescatar al culpable y al superintendente, el cual había escalado para ayudarlo.

Con un guion de Ken Hughes, reflejos de los melodramas de Don Siegel y un ritmo trepidante.


Ana Kontroversy














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