lunes, 5 de septiembre de 2016

ALBERTO CAVALCANTI. RIEN QUE LES HEURES, 1926








Una sucesión de imágenes respecto del tiempo que pasa.

Las ciudades serían semejantes si sus monumentos no las distinguiesen. Una ciudad innominada. Se desatiende la existencia de la vida mundana y elegante a favor de lo cotidiano de los humildes, de los desplazados.

Pintores de diversa procedencia ofrecen su visión de la ciudad. Marquet, Matisse, Signac, Dufy, Bonnard, Chagall, Graz, Utrillo, Vuillard, Vicente Rogomatein.

Pero sólo una sucesión de imágenes posee la eficacia de restituir.

Errante, una vieja mujer transita con esfuerzo a través de las angostas callejas.

Amanecer. Los ultimos juerguistas.

El comienzo de la actividad. Ratas inmundas y mujeres del amor libre.

Las calles desiertas iluminadas por el sol. La vieja mujer camina a bandazos por el arroyo, que se desliza a través de los adoquines.

La hora de abrir las verjas metálicas del metro. Actualización del viaje aéreo.

Deliciosas flores rivalizan con los despojos. Frutas y hortalizas con indeseables desperdicios.

Las tiendas permiten el acceso, la ciudad se despereza, las chimeneas ahúman.

La pobre mujer sigue su camino, apoyada en un muro, desharrapada.

Cada uno cumple su labor. Es cuestión de olvidar el descanso.

El almuerzo de las doce del día. Las piscinas rebosantes de bañistas. Muchos desahuciados dormitan tirados en las calles.

Por la tarde, la actividad cesa. Es el tiempo del reposo y los placeres. Juegos de azar. Una vendedora de periódicos, exhausta, consulta con una pitonisa.

La vieja mujer, indiferente al tiempo.

Imagen del marinero y del eminente abrazo.

Una joven del amor en venta despide a su chulapo.

Colmado, el ser ingenuo defiende la sombra, víctima vacilante del viejo sistema.

El cinema. Calor. Historias de crímenes, los amores de una estrella, la novela de un aviador. Los salones de música. La fiesta.

La noche. Misterio, inquietud.

El proxeneta asalta a su paso a la vendedora de periódicos. Un ataque sangriento por una exigua retribución.

El marinero se prenda de la joven, la cual, en el lecho, experimenta la transferencia parisién de la Pompadour.

Se puede fijar un punto en el espacio, inmovilizar un instante el tiempo. Pero el espacio y el tiempo escapan a cualquier posesión.



Ana Kontroversy














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