sábado, 11 de diciembre de 2010

MAKEUP








Egipto, el país pionero del uso de los cosméticos:

Enjuage bucal compuesto de coloquíntida, planta de la familia de las cucurbitáceas, la cual incluye la calabaza, el pepino y el melón.

El apio era una planta tónica y un buen aperitivo. Fortalece los dientes.

Pastilla compuesta de olíbano (una resina similar al incienso), juncia (caña aromática) y caña de Fenicia, mezcla que garantizaba el buen aliento.

El aceite de fenogreco hace desaparecer las imperfecciones de la piel.

Perfumes del país de los Somalís.

Delicado olor de hénea, semejante al de la rosa.

Perfumes de Puanit.

Bes, de aspecto grotesco y horrible, enano, decora artículos de aseo.

Estibio. Cosmético para pintar los ojos. Es el meszemt, que tiene propiedades curativas de la oftalmia.

Kohl. Uaz y Mescemt, cosméticos verdes y negros.

Frotar con una mixtura de cenizas y madera para enrojecer la piel.

Mejillas de tono rosado con orcaneta. 

Cártamo, azafrán bastardo, planta de la que se extrae la cartamina, utilizada para la elaboración de cosméticos.



Tejedor de redecillas para el cabello, kekryphaloplókos.

Licofrón
Mujeres que semejan Erinis con su atuendo y sus rostros teñidos de colores por los cosméticos.

Horacio
El maquillaje compuesto con estiércol de cocodrilo.
Ungir el cuerpo con esencia aquemenia de nardo.
Perfumar con rosas los blancos cabellos.
Sujetar los cabellos con un nudo compuesto según costumbre de Laconia.
La flor de las rosas y una ampolla de esencia aromática para los cabellos.
Alcanzarán el título de poetas si nunca confían al peluquero Licino -peluquero de moda- su cabeza incluso para las tres Anticiras. Había tres ciudades famosas por la cantidad de eléboro (planta que curaba la locura), se refiere a la Fócide, golfo de Corinto.

Ovidio
No enrubiaste con lejías mi cabello ni con aguas mi rostro adelgazaste para que fuese más bruñido y bello.
Ni tengo ya cuidado del ornato de mis cabellos ni con trenza de oro los prendo con lazos, los adorno y ato.
De nuevas florecillas adornados sus cabellos que con rico ungüento estaban olorosos y bañados.

Petronio
Blanquete. Jugo de acacia para hacer ungüentos y pomadas con el poder de curar el fuego sagrado (erisipela), las oftalmías y las manchas de la cara.
Depilación con psilotro (psilothrum), un preparado medicinal de arsénico calentado y cal viva.
Vasos de Samnio para calentar resina y pez con el fin de quitar el vello a los hombres y suavizar la piel.
La libra y su balanza alcanzan a los carniceros, a los perfumistas y a cuantos saben manejarse pesando y calculando.

Dionisio de Halicarnaso
Las celebraciones griegas que realizan los canéforos (portadores de cestas) y arréforos (portadores de los símbolos de Atenea Polias), entre los romanos las cumplen las tutulatas, que llevan adornadas sus cabezas con coronas como las que adornan las esculturas de Ártemis Efesia de Grecia. El masculino tutulati está atestiguado de una glosa de Festo. La palabra describe a aquellos que llevan el pelo trenzado hacia arriba con forma de cono (tutulus). Era un viejo estilo de peinar el cabello, obligatorio para el caso de la flaminica Dialis. 

Columela
Especialistas para adornar las cabezas y peinar el pelo.

Artemidoro
El peine es el tiempo que desenreda las cosas difíciles y endereza todo.
Por un pacto consigo cada persona escoge el peinado y el adorno.

Heliodoro
Leyenda del rey Midas. Por haber protestado del fallo en favor de Apolo en su competición musical con Pan, es castigado con la metamorfosis de sus orejas en orejas de asno. Midas mantiene a todos oculto esta transformación, pero su peluquero, que aunque no se atreve a divulgarlo, tampoco es capaz de dejar de revelar el secreto en voz alta, alude a un lugar solitario en el río, y en un hoyo cavado en el suelo murmura cómo ha visto las orejas de asno de su jefe. Las cañas que allí nacen revelan, al vibrar con la brisa, el secreto de Midas. Ovidio.

Herodiano
Peluca rubia peinada al estilo germánico.

Historia Augusta
Vasos de Samnio, para calentar resina y pez, con el fin de quitar el vello a los hombres y suavizar su piel.
Depilar con psilotro. Psilothurm, preparado medicinal de arsénico calentado y cal viva.

Chrétien de Troyes
Le han adornado el pelo con un hilo, pero brillaba mucho más el pelo que el hilo de oro que era muy puro.

Gialdus Cambrensis
Los hombres y las mujeres de Gales cortan el cabello próximo de las orejas y de los ojos.
Frotar los dientes con avellana verde y limpiarlos con un paño de lana.
Los hombres afeitan la barba excepto los bigotes (gernoboda).
Para hacerse más activos y eludir la suerte de Absalón en sus excursiones de los bosques acostumbran cortar el cabello de la cabeza.

Boccaccio
Mujeres pintadas y aljimifradas, como esculturas de mármol mudas e insensibles.

Chaucer
De rizados cabellos, como si terminara de quitar los rulos.
El mercurio, el blanco de plomo, el azufre, el bórax, el albayalde, el crémor tártaro y otros ungüentos, que limpian y queman, pueden librar de las blancas pústulas o de los botones granulientos que llenan las mejillas.
Maquillar los ojos de rojo abrasilado y de carmín.

Castiglione
Una mujer muy enjalbegada, que semeje a todos una pared o una máscara.

Aretino
Madera negra de la que se hacen los peines.
Perfumada de ámbar gris.
Huevos de cascarón dorado, llenos de agua de rosa.

Rabelais
Damas encopetadas, flores de la belleza, mejillas nacaradas, gargantas torneadas.
A la salida de los aposentos de las damas estaban los perfumeros y peluqueros por cuyas manos pasaban los hombres cuando iban a visitarlas; por las mañanas proveían los cuartos de las damas de agua de rosas, de napha y de los ángeles colocando la preciosa cazoleta o pebetero evaporante de drogas aromáticas.
Aquiles peluquero.
Un doctor regente peinado y rizado.

Cardano
Peinada y con el pelo recogido con redecilla de oro recamada de gemas.

Lavater
Los acusados se obligan a permitirse el pelo muy largo.

Spenser
Se propuso mantener / Su humor ocioso con finos halagos / Y soplar el fuelle de su hinchado tocador.
Barba gótica.
Un peine de miel.

Nash
Una navaja de afeitar de filo suave.

Shakespeare
Rapar con unas tijeras, cual se hace con los locos.
Perfume del gato de Algalia. 
Una onza de algalia.
Peinados a lo navío, a lo velero, de la moda de Venecia.
Una poma de esencias.

Jonson
Cinamo, el barbero cirujano, al cual Marcial alude en sus "Epigramas" y que, a pesar de su talento para eliminar marcas, no consigue hacerlo. Los barberos eran personas polifacéticas, que desempeñaban habitualmente las tareas del dentista y del cirujano.
Los montabancos desempeñaban, con los barberos, el oficio de dentista.
Llamar a consejo sobre el arreglo del peinado.
Afeite refinado.

Burton
Sabina Poppea, la mujer de Nerón, llevaba el pelo color ámbar, la moda para las damas romanas.
El que puede pintar a Thais, tocar un violín, rizar el cabello obtiene un ascenso antes que un filólogo o un poeta.
El sastre, el barbero o alguna gaviota por el estilo.
La pérdida del cabello asesta un golpe cruel al corazón.
Hervir violetas para el baño.
Venus, ramera notoria, común como silla de barbero.

Butler
Una barba leonada.
Las mujeres para sorprendernos extendieron / Las banderas prestadas de blanco y rojo / Mostrándolas más gruesas en sus mejillas / Que sus ancianas abuelas los pictos. / Colocan trenes de intrigas amorosas / En torres y rizos y pelucas / Con arte y astucia alzada.

La Fontaine
La hora se aproximaba cuando la aurora se peina.

Crébillon
Se puso de pie, recogió el abanico, calzó los guantes y sacando una cajita de colorete fue a verse al espejo, labor que pretendía recobrar el aspecto que tenía al llegar.

Locke
Ámbar gris. Sustancia sólida derivada de una secreción biliar que producen las ballenas. Se utiliza en la fabricación de cosméticos, y se empleaba como medicina anticatarral. 

Swift
Un vistoso peluquín adorna la cabeza de un haya.
Civeta, gato de Algalia. Mamífero carnicero que posee encima del ano una bolsa donde se recoge una materia grasa de olor fuerte, que se emplea en perfumería.

Fontenelle
Mujeres de la tierra de Yeso, que dedican su tiempo nada más que a preparar la comida de sus maridos y a pintar de azul los labios y las cejas, para agradar a los hombres más feos del mundo.

Shaftesbury
El soberano se transformó en peluquero y fue a su vez peinado como merecía, pues entregó su poder a una organización de peluqueros. Pero, aunque en esta extraordinaria coyuntura se había pactado que no había más que un peinado verdadero, un solo estilo característico al que todos debían adaptarse, la desgracia era que ni el soberano ni los peluqueros podían decidir cuál de los diversos peinados era exactamente el verdadero. Imagina el efecto que hubo de producirse cuando los hombres pasaron a ser perseguidos a causa de su aspecto y compostura y fueron obligados a ajustar su porte, según la moda reinante, cuando estaban en boga millares de modelos y de estilos de tocado, que a su vez se modificaban, según el gusto y el humor de los tiempos. Esa costumbre haría que el aspecto de los hombres deviniera cada vez más forzado y la apariencia de la humanidad semejaría distorsionada, deformada, hasta el punto de volverse prácticamente irreconocible.
Por antinatural y artificial que pudiera volverse el aspecto corriente de las cosas a causa de la preocupación por el tocado y la obsesión por la apariencia impecable, no debemos figurarnos que las caras lucirían idénticas una vez maquilladas y empolvadas. No todo es cosmético o mero maquillaje. El rostro de la verdad no es menos claro y bello por más falsas máscaras que le pongan.

Pope
Se permite ver el tocador precioso / De cándido metal el tren hermoso / Con mística apariencia colocado; / Las ninfas bellas con ardiente celo / Con el ropaje de cendal nevado / La Cosmética Diosa adoran.
Con la tortuga el elefante unido / Un peine se transforma como nieve y oro; / Presentándose guardia a su decoro / Del brillante alfiler una patrulla; / Rizos, polvos, lunares, Biblias santas.
Las dulces sonrisas aparecen; / Brilla el semblante con la gracia nueva; / La mejilla y el labio de carmín / Y los ojos brillantes / Nuevos rayos disparan rutilantes. / Los Silfos amorosos dividían / Y a la espalda y el cuello repartían / La dorada melena.
El cuidado de horquillas y peine y olorosa esencia.

Richardson
Las pelucas de mejor calidad eran extremadamente caras.
El placer de la obstinación era nuestro tocador.
Lo respectivo al tocador de las mujeres. Su persona adorna lo que pone.
El cutis delicado y consistente como cera virgen.
Los rizos flotantes de su hermoso cabello ni necesita del arte ni de polvos.
El placer de la obstinación era nuestro tocador.
Su belleza no pasa del cutis y no han penetrado más su interior que lo que les muestra su espejo.
Los que se valen del auxilio de un peluquero para ocultar sus defectos.
Picado de ver volar sus polvos.
Pierde para componerse momentos cuyo valor ignora.
Se me admite en el tocador de las damas y llamo algo la atención de las concurrencias.
Una ninfa acicalada.

Florian
Dijo a su querido confidente el tocador / Las tristezas, los placeres, los programas de su alma.

Fielding
Entre los griegos, la frase <<noticias de barbero>> tenía categoría de proverbio, y Horacio, en una de sus epístolas, menciona a los barberos romanos en ese sentido.
Los pulidores de nuestro aspecto nos enseñan lo que nos distingue de los animales.
Concepto de peinadora.

Smollett
Una peluca cuya parte superior frontal contaba casi diez centímetros de alto, al estilo de las de la época de Carlos II. 
Una elegante peluca de bolsa, las típicas pelucas de caballero del siglo XVIII que terminaban por los lados con unos pequeños rizos hacia arriba y con una coleta por la parte de atrás.
Peinar el propio pelo por encima del tupé de la peluca.
Se veía obligado a recurrir a la cosmética para obtener un cutis muy claro.

Peinado a lo Pompadour.
Peluca corta.
Pasé no menos de seis horas a manos de la peluquera, la cual me metió suficiente lana negra dentro del pelo para rellenar un edredón.
Me ha cortado, rizado y peinado el pelo a la ultima moda un peluquero francés.
Se jacta de su pericia para peinarse.
Un peine de concha de tortuga.
Una peluca anudada.
Utilizar colorete y peinarse al estilo parisino.
El gusto y la fantasía de los afeites.
Una peluca con tres colas.
Mojar las sienes con agua de Hungría.
Le goteaba la peluca lacia y húmeda, semejaba el padre Támesis sin sus juncos abrazando a Isis mientras caía formando una cascada sobre una urna.
Una peluca de campaña que desafía cualquier descripción.

Burney
La cabeza llena de polvos y horquillas y un gran postizo a lo alto, la cabellera ensortijada.
Un peinado demasiado voluminoso.
Empolvar, embadurnar y acicalar.
No hay barbero o zapatero que no se ruborizara estando en su compañía.
Peinado para la ocasión.
No pasará mucho tiempo que veamos un grumete ir con una redecilla para su peluca y una espada.
Los afeites y el empolvado de la cabeza con el polvo de la carretera y el rouge hicieron una pasta espantosa al mezclarse con sus lágrimas con lo que casi no semejaba humana.
Su toilette era el asunto principal de su existencia.
Una insólita cantidad de rouge.
Las pelucas no estaban de moda y solo las llevaban los caballeros más viejos. La idea de poner una peluca era sinónimo de rancio y poco elegante.

Edgeworth
Los secretos cosméticos. El arrebol llamativo y el polvo de perla obvio.
Los suavizadores para navajas Packwood.
Las seis velas de cera de la mesa del tocador.
Con una suerte de arrebato furioso quitó la pintura de la cara.
No es menester que presencie los horrores de mi toilette.
Despejada la frente a la cosmética Diosa hayas adorado. Verso del poema satírico "El rizo robado" de Alexander Pope (1712).
El rostro restaurado con la pintura.
A través de la máscara de pintura que llevaba no se podía apreciar transformación de color ninguno.
Las lágrimas le caían raudas por las mejillas pintadas. Las enjugó atropelladamente y con brusquedad y su rostro se tornó un espectáculo extraño y macabro. El arrebol corrido por la cara.
Arrebol fresco.
Poseer la piedra filosofal o la patente de un arrebol que viene y va.
Aplicó una cantidad inusitada de arrebol.
Los secretos de un boudoir misterioso.

Malte-Brun
Con la sampaguita (nyctantes sambac) fabrican los indígenas filipinos una preciosa esencia para el tocador.
Los hombres neozelandeses se hacen afeitar por barberos que se ayudan de los conchas bibi apoyando una con la barba o los labios y haciendo la otra de navaja.
El colmo de la coquetería, embellecerse.
Las mujeres de Tahití reducen a polvo la corteza del palo de sándalo para fabricar el monoi o cosmético con el que perfuman la cabellera.
Peines fabricados con conchas de ostras.
Regnault. El kohl es un colirio compuesto de un color negro producido por una resina aromática, una especie de incienso que se emplea por ser menos caro, de preferencia a otro incienso de calidad superior.
El kohl a pesar de que se aprecia saludable para los párpados solo se usa como adorno. Hay algunas especies que poseen un valor medicinal real o ficticio, especialmente el polvo compuesto de plomo, sarcocolla, goma, pimienta, azúcar candi y perlas molidas.
La costumbre de pintar los ojos existía entre las viejas damas griegas y las mujeres judías.
Las egipcias teñían sus manos y pies con hojas de henné transformadas como pasta, que producen un color rojo amarillento o naranja oscuro. Da a las uñas un tinte más claro, más brillante y más duradero que el cutis.
Koheul, tinte de color negro azulado para pintar los ojos, sulfuro de antimonio.
Henna o henné, pasta de color rojo anaranjado para teñir las uñas.
Colorear los labios de púrpura mascando el tronco del suak.

Goethe
Digna del espejo y el peine, no había arte que los aventajara.
Un peine de Hueso de Pantera, que vive entre la India y el Paraíso, de primorosa y prolija labor.

Beckford
Pomada que tiene la virtud de volver horroroso cualquier rostro por hermoso que sea.
Surmé. Pigmento para colorear los ojos fabricado con antimonio de condición natural.

Scott
Sus cabellos no estaban desfigurados ni por el arte ni el hierro de rizar. Las costumbres montañesas no consentían el tocado de la mujer antes de casarse.
La cabeza de madera donde estaba colocada la peluca.
Malobathro. Hierba aromática de India. Con el jugo de esta planta se hacía un perfume que usaban mucho los romanos.
Peluca de tres potencias. Peinado antiguo.
La peluca elegante, empolvada de blanco por un peluquero habilidoso.
Una peluca sin empolvar.
Trenzas de cabellos negros de Cleopatra.

Jean Paul
Las mejillas se atildan con afeites engañosos en busca de un atractivo artificial.
Como el tiempo pasa más deprisa que la propia ociosidad, la beldad tiene el tiempo justo para restaurar con un rojo artificial las consecuencias de la noche anterior.

Stendhal
Era uno de esos espíritus a los que el orgullo pone en la posición de una mujer que llegara sin pintarse, a un salón donde el uso de la pintura es general.
Los cabellos cortos y caídos en bucles en torno a la cabeza, conforme se llevan en Moscú.
Polidori. Una mocita de dieciséis años tenía una tez de rosa y se ponía colorete.
Saint-Beuve. No es bonita, no lleva colorete.
Un joven acicalado como una muñeca.
Estudiar un peinado conveniente.
Peinada con el mayor esmero.
Peinado a la ultima moda, y con unos polvos que olían muy bien; dicho peinado consistía en una bolsa cuadrada de tafetán negro y dos grandes orejas de perro (ese fue su nombre seis años más tarde), como los llevaba el Príncipe de Talleyrand.

Babeuf
Presentarse enharinado, rizo a lo Mirabeau, los cuatro bucles peinados a la moda de las alas de palomino.

Lord Byron
Macasar, un aceite incomparable, para el cabello, producto conocido y vendido a principios del siglo XVIII.

Toparon con lucerías y adornos, muchos pares
De medias, chinelas, cepillos peines y demás
Artículos varios de mujeril embellecimiento,
Cosas que acicalan o ayudan para componerlas.

Circuían su faz monedas de oro
Destellando sobre sus cabellos castaños
Sus cabellos apiñados cuyos grandes bucles
Enlazaban detrás unas trenzas.

Sus pestañas caídas y largas, en cuya sombra sedosa descansa el atractivo más profundo.

Sus rizos se ensortijaban con descuido en torno al rostro
Y el oro y las gemas brillaban a través profusamente.

Sus pestañas, aunque negras cual la noche, llevaba
Pintadas (costumbres del país), pero en vano;
Porque aquellos grandes ojos negros estaban ribeteados
Foscamente, que aquellos lustrosos rebeldes imitaban
Un tinte de azabache y quedaban injuriados 
Por su belleza natural. Y llevaba las uñas decoradas con alheña,
Mas igualmente fracasaba el poder de su artificio,
No pudiendo hacerlas más rosadas de lo que antes fueran.

Ayuda de tijeras, colorete y tenacillas.
Soportes de barberos con peluquines con rizos en las ventanas.
Engomado, alto y patilludo. 
Pelucas del marcial redil de Marlborough.

Plácidos momentos son bellísimos teñidores de hermosas mejillas
Y hacen bajar el precio de los cosméticos, al menos algunos inviernos.

Chateaubriand
Desagrada a un extranjero la moda que tienen las mujeres de Atenas de pintar el cerco de los ojos de azul y la punta de los dedos de encarnado.

Lyell
Moschus. Un cuadrúpedo semejante a la gamuza o la cabra montés del que se obtiene el perfume del almizcle.

Balzac
Olor a polvos a la maréchale.
Los cabellos recogidos bajo un gorrillo a la moda de Caux, sin pretensión alguna.
Envolver con logogrifos de tocador.
Hizo su tocado con el esmero y los cuidados minuciosos que una mujer pone con esta acción capital cuando ha de mostrarse a los ojos de una persona querida durante un baile.
Retorció las largas trenzas de sus cabellos de manera que formasen detrás de la cabeza ese cono imperfecto y aplastado, que presta gracia a la figura de algunas esculturas, gracias a una prolongación ficticia de la cabeza y algunos bucles apartados de la frente cayeron a cada lado del rostro con largos y brillantes tirabuzones. Ofrecía una perfecta semejanza con las creaciones más célebres del cincel griego.
Los cabellos están formados por una cantidad grande de mucosidad, una pequeña proporción de aceite blanco, mucho aceite negro-verdoso, hierro, átomos de óxido de manganeso, fosfato de cal, una cantidad pequeña de carbonato de cal, sílice y mucho azufre. Las diferentes proporciones de estas materias originan los diferentes colores del cabello. El cabello lo produce un órgano folicular, una especie de bolsa abierta por sus dos extremidades; por una se sujeta a los nervios y los vasos, por la otra sale el cabello; es una parte muerta, expulsada de esa bolsa o cripta, llena de materia pulposa.
Las modas de la corte desterrada, con los cabellos empolvados de arroz y las pelucas rizadas.
Las felices combinaciones de su peinado, los cuidados de la coquetería.
Trim, célebre peluquero de Londres.
Un varón con una peluca siniestra.
Muy liso el cabello, realzado en un moño y con los rizos cayéndole a los dos lados, a la inglesa.
Iba de la Doble pasta de las sultanas al Aceite cefálico.
Escarchado de polvos.
Su tez, reavivada por un baño de salvado, despedía un tenue brillo.
Un perito artista de los presentes capilares. Los caprichos y las modas que rigen en el capítulo de los cabellos.
Enrollar, subir o apartar algún ringleet o aquel ricito que está acariciando.
El azul, el colorete de las rubias.
Se peinaba, naturalmente, ella sola, a la Berta.
Azul de peluquero.
Rizado como un San Juanito de paso.
Había elegido los colores de su toilette de modo que hacía resaltar el tono de su tez.
Los clásicos se componen de pelucas.
Peinado al estilo de Caux.
Peinado a la Sevigné.
Enmarañada peluca de un naturalista.
Cabellos rizados a la inglesa.
Audazmente peinada con copiosos cabellos apelmazados en el cráneo, en forma de torre.

De Maistre
La mejilla recargada de carmín.

Mérimée
Peine de plomo para el bigote.

Musset
Costumbre que indignaba al filósofo de Ginebra y que le hizo reñir con su amigo Grimm. Se hacía las uñas, como explica Rousseau, con un instrumento construido expresamente para ese uso.

Haliburton
El cabello humano es escaso y está en aumento.
Engañar con todo el pelo.
Afeitar los disparos.

Pauly-Wissowa
La superstición romana de que solo puede cortarse el cabello cuando la luna está menguando.
Las mujeres romanas cortaban las uñas cuando las Nundinae silenciosamente y desde el índice.
El jugo exprimido de la leguminosa de la acacia se utilizó para teñir el cabello de negro.
Anadetme, el tocado de Andrómaca, una banda trenzada alrededor del cabello.
Anchusa tinctoria, alcane de tintorero a partir de la raíz gruesa como un dedo cuya corteza contiene un tinte rojo púrpura se preparó un maquillaje facial que las mujeres utilizarían preferentemente para teñir de rojo sus mejillas, uñas y cabello.
Finamente molido como polvo el antimonio fue utilizado de maquillaje de los bordes de los ojos para agrandarlos. Pomadas oculares.
El bol arménico es de un color azul que se cuenta con los colores floridi que Dioscórides, Vitruvio, Varrón y Plinio mencionan para promover el crecimiento del cabello.
La sandaracha era el calentamiento de albayalde (cerussa), minio, óxido de plomo o una mezcla de amarillo y rojo de arsenucum. Se usaba con diversos fines medicinales y como hoy día los pueblos de Oriente para la depilación (rusma, psilotrum).

Ungir, secar, frotar (destringere), arrancar el pelo (depilare).
El peluquero (tonsor) y la barbería (tonstrina) se han mencionado con frecuencia desde la época de la comedia antigua. El peluquero viajó a Italia la primera vez el año 300, a Sicilia, un tal P. Ticinius Mena (Varro). Además de recortar el pelo de la cabeza y la barba y de afeitar, que luego se transformó como costumbre, su actividad incluía cortar las uñas. Los dispositivos del peluquero son las tijeras (phalís), la navaja (novacula), el cuchillo-clavo (cultellus), la silla (thrónos) y los espejos (katrópton). El afeitado fue después un signo de tristeza. Los barberos tenían ayudantes que iban a las casas de los clientes y allí les atendían, circitores. Generalmente, sin embargo, uno iba a la peluquería y quedaba allí un tiempo; por tanto se denominaban lugares de reunión y centros de chismes. Se sabía que los barberos eran parlanchines. 
Platón y sus seguidores fueron objeto de burla al consentir crecer la barba. Alejandro generalizó la costumbre de afeitar la cara. Los filósofos se adhirieron a la costumbre de la barba poblada.
Los romanos posteriores llamaron a sus antepasados barbatie intonsi. Escipión Africano y M. Claudius Marcellus se afeitaban diariamente. La navaja se menciona con la historia de Attus Navius. La costumbre de la depositio barbae como entrada a la edad adulta para celebrar y consagrar el corte de la barba a los dioses. 
Augusto desde su vigésimo cuarto año no usó barba, un esfuerzo para semejar joven. Permitir que la barba se alargara era una señal de duelo; por eso los acusados (barba reorum), los condenados y los que querían expresar su duelo por la patria la usaban. La moda de la barba completa fue retomada por Adriano quien la usó para cubrir cicatrices y marcas de nacimiento.
Los Batavi tenían el pelo rubio (pelirrojo) cuyo color conseguían artificialmente con la spuma Batava.
Peines, moldes de queso, imágenes de dioses, tablillas para escribir y pinturas sobre tabla de boj.

Calamistrum, el cauterio para rizar el cabello usado para mujeres y hombres y para esclavos de lujo.
El nombre del mercado de perfumería de Capua, Seplasia, se ha transformado como un apelativo ungentarii.
La espuma como mordiente para el cabello de la tribu chatti germánica.
Cinerarius, rizador del cabello tras calentar el hierro de marcar con las cenizas. 
Claudio, el ex barbero de Heliogábalo, fue nombrado praefectus annonae.
Chalastra, un lago próximo de la ciudad de Salónica descargaba natrón que se usaba para preparar un preciado jabón (sémma) con el que los vecinos comercian y alquilan anualmente al Aerarium.
La asignación a la época debido al peinado.
Además de la navaja (culter) los barberos también llevaban un cuchillo más pequeño, cultellus tonsorius para cortar las uñas.

Macaulay
Peine de la reina María.
Pelucas de Kneller.

Ainsworth
Un robusto concejal tocado con su peluca después de una fiesta cívica.
La peluca revuelta como una coliflor.
La belleza viril de las extravagantes patillas taheñas.
Rizos lustrosos y exuberantes, pese a su ignorancia del aceite de Macassar.
Una rizada cabeza de cabellos castaño descuidadamente peinado a la moda.
La cinta de la peluca.

Dickens
Big-wig, gran peluca, adminículo emblemático de la justicia inglesa.
Su peluca era de las más abundosas, negrísima y rizadísima.
Coleta de rabo de cerdo, vibra como el péndulo de un reloj danés.
Aceite Rowland.

Rubíes sobre las uñas
Perfume bouquet du roi.

El cabello empolvado para lograr un aire de benevolencia.
Peluca de cáñamo.
(Nicholas Nickleby)

Era demasiado espontánea, candorosa y vivaz, para llevar partidores en el cabello, recogerlo, rizarlo o trenzarlo. Lo llevaba corto y suelto.
El pelo levemente teñido de gris metálico, se apartaba de la frente y se alzaba muy tieso o un poco caído a imagen de sus gruesos párpados.
Color y estampado de esas telas en las que los barberos envuelven a sus clientes, mientras celebran sus misterios profesionales.
La gente no colorea la nariz a propósito, sino que ese rasgo se concede sin consultar.
Habían desaparecido los polvos para el pelo y la grandeza de la vieja Inglaterra había decaído a la vez que los barberos.
Una atractiva pastilla de jabón de afeitar.
Los pequeños marcos negros de los espejos que se usan para afeitarse.
El cabello alisado y repeinado, para que no se perdiera lo más mínimo la poesía de su aspecto.
El dueño de la pajarería era también barbero y peluquero de moda; y tal vez lo hubiesen llamado de la corte, para cortar el pelo a un lord o rizar los cabellos a una dama. Un dibujo profesional o emblema de su profesión representaba un peluquero muy desenvuelto, que rizaba el pelo a una señora muy distinguida, en presencia de un piano vertical lacado.
Cuando se plantaba a la puerta de la barbería por la tarde y veía a sus vecinos con la cabeza ladeada y la vista perdida, tenía un no sé qué de cuervo.
Saciar, disolver, fundir y neutralizar en el barbero que llevaba dentro.
Una peluca de rizos negros, con raya en el centro, que empezaba casi en la coronilla, para indicar una inmensa aptitud intelectual.
Cuando se dedicaba a la tranquila ocupación de barbero, por lo general optaba por un delantal no muy limpio, una chaqueta de franela y unas calzas de pana.
Con el delantal remangado a la cintura, para indicar que no iba a atender más clientes.
Arrugando la cara para recibir la espuma.
Enjabonar generosamente.
Sonreir complacido entre la espuma.
Después de trasnochar, nada renovaba como un buen afeitado.
Una peluca castaña de tamaño descomunal.
Sopesando un cepillo en cada mano.
(Martin Chuzzlewit)

Lucían sus mejillas un vivo color y semejaban muy resueltas y animosas.

Cabello empolvado para lograr un aire de benevolencia.
Peluca de cáñamo.

Collins
Su pelo negro, trenzado con gracia de diversas formas y adornado con flores o piedras preciosas.

Sencillo moño de la Venus de Medicis.
Polvos y pinturas, belleza falsa, odioso engaño, polvo de perla.
Entre los campesinos estirios estaba muy extendida la costumbre de tomar arsénico para aclarar el color de la piel y conseguir una apariencia de lozanía y buena salud.
Cabello sedoso y brillante, le llegaba hasta los hombros, dechado de fuerza y apostura.

El año 1844, el hecho de que un varón no se afeitara se veía por la ilustrada mayoría del país inglés como demostración de una inteligencia defectuosa. Según la época actual, la barba solo habría dificultado la fama de respetabilidad. Hace diecisiete años se aceptaba como evidencia adicional del apoyo a la vieja teoría de que su intelecto estaba desquiciado. Peludo certificado de lunático de la parte baja del rostro.
Hemos avanzado un poquito con el asunto de tolerar parcialmente la barba desde esa época, pero nos queda mucho trecho por recorrer. El año actual, 1861, el agente de banco más digno de la metrópoli ¿tendría la más mínima ocasión de mantener su puesto si no afeitase la barbilla?

Rizados cabellos sajones.
Proceso orgánico del baño y el masaje.

Gaskell
Con el cabello delicadamente empolvado y perfumado con maréchale, sus pequeñas mouches (lunares) colocadas con habilidad; la minúscula media luna empleada para alargar los ojos; la diminuta estrella para profundizar el efecto  de un hoyuelo en la comisura de sus labios escarlatas. 
Preparar un cosmético con nata.
Oscura peluca de Bruto.

Darwin
El hombre, o mejor, la mujer, llegó a despojarse del vello que cubría su cuerpo, para procurarse algún adorno.
(El origen del hombre)

Spencer
La fábula profundamente moral de los caballeros que luchaban por el color de un bucle -de un color por cada cara- del que cada uno solo veía una cara no ocurriéndosele a ninguno pasar al otro lado para hallar la realidad.

Thackeray
Lucir el cabello con polvos y ungüentos. Monstruosos gravámenes de nuestro tiempo.
Las esposas de Malabar se ven obligadas a sonreír y a ir maquilladas, para inmolarse con sus maridos. Ceremonia del suttee.
Tirabuzones de moda en tiempos del rey Carlos. Las damas de la corte del rey Guillermo llevaban unos peinados como las torres de la diosa Cibeles. Madre de los dioses del Olimpo, cuya corona tenía la forma de una muralla.
(La historia de Henry Esmond)

Ch. Brontë
El perfume, distinción de la violeta blanca.

A. Brontë
Engalanarse como una mariposa pintada.
(El inquilino de Wildfell Hall)

Flaubert
El pelo untado de pomada de rosas.
Tez de la riqueza, tez blanca, que realzan la palidez de las porcelanas, los muarés de raso, el barniz de los preciosos muebles, y que una discreta dieta de alimentos exquisitos mantiene en su lozanía.

Gautier
Peinados a lo Henin medieval de doncellas y donceles, pajes y escuderos, vagabundos y soldadotes, caballeros galantes y castellanos feroces.
La moda de las viejas pelucas o de las modernas greñas.
Abundantes cabellos rubios y rizados cuyos bucles formaban como olas de luz descendían con opulentas capas a los dos lados de la frente más blanca y más pura que la nieve virgen caída durante la noche de la cima más alta de los Alpes.
Unas pestañas largas y finas como esos hilos de oro que los miniaturistas de la Edad Media hacen resplandecer de las cabezas de sus ángeles.
La tez de una suavidad, lozanía y transparencia inmateriales.
Un largo lavabo chapado de alabastro-ónice, donde grifos de plata vertían el agua caliente y fría a inmensos cuencos del Japón engastados con recipientes circulares de igual metal; frascos de cristal de Bohemia que a la luz de las velas brillaban como diamantes y rubíes contenían las esencias y los perfumes.
Los cabellos reunidos con abundantes bucles sobre las sienes y recogidos al nacimiento de la nuca con un moño de oro semejante a la voluta de un capitel jónico.
Tez de rosa roja.

La tonalidad que los ingleses llaman auburn, reflejos cobrizos y metálicos.
Aplicar las tenacillas de rizar el pelo.
Sus pupilas nadaban vagamente bajo sus largas pestañas.

Una uña reluciente como el ágata.

Melville
El hermoso color de las mejillas femeninas es perenne como la luz del séptimo cielo.
El mágico cosmético que produce cada uno de los colores, el gran origen de la luz permanece eternamente blanco o sin color y operando directamente sobre la materia tocaría todos los objetos, incluso los tulipanes y las rosas con su matiz blanco.
El ámbar gris es blando, untuoso y muy sazonado y oloroso, es empleado sobre todo para perfumería, como pastillas, velas de lujo, polvos para la cabeza y pomadas.
Durante las épocas pasadas era el esperma de ballena el cosmético preferido. Limpiador, dulcificador, ablandador y atemperador excelente.

Trollope
Luminosidad del cutis.
Tal vez el que escribiese el libro del destino dependiera de la forma que estaba arreglando el pelo esos momentos.

Baudelaire
Soy un viejo boudoir con rosas deshojadas.

Kubin
Antiguas pelucas de bolsa.

Poe
Cabellos con pomada.
El vejestorio lleno de arrugas, joyas y cosméticos, que hace un ultimo esfuerzo para salvar la juventud.
El sedoso cabello había crecido al descuido y, como en su desordenada textura de telaraña flotaba más que caía alrededor de su rostro, me era imposible, aun haciendo un esfuerzo, situar su enmarañada apariencia con idea alguna de simple humanidad.
Los cabellos que el arte de Grandjean me había proporcionado temporariamente.
Una inmensa peluca del más costoso y magnífico cabello negro.
Con ayuda de polvos de arroz, carmín, peluca, dentadura postiza, falsa tournure y las más hábiles modistas de París, lograba mantener una respetable posición entre las bellezas un peu passées de la metrópoli francesa. En ese sentido, merecía ciertamente compararse a la celebérrima Ninon de l´Enclos.
Las artes del tocador.
El pelo cuidadosamente rizado con papillotes.
Una botella de aceite de Arcángeles de Grandjean.

Pelo digno de Brutus. Riqueza de su caída y brillo.

Heine
Un peinador de seda de color azul claro.
Quién puede penetrar las intrigas de la toilette, quién puede descifrar si es genuino lo que el tul delata, si es falso lo que la seda exhibe.

Motley
La célebre influencia que gozaban los barberos del duque de Saboya y de Luis XI.

Villiers de L´Isle Adam
Fragancia de bálsamos, estoraque y rosas.

Hebbel
Mis rizos me contestan a través del espejo, han permanecido negros y sin encanecer, y grito, ¡Este es el tercer don, que no viene la muerte!

Liermontov
Darse polvos, según costumbre de aquella época.

Peinados góticos, entremezclados con guirnaldas de flores artificiales, pendientes góticos, turbantes hebreos, cabellos levantados hacia arriba, à la chinoise, bucles à la Sévigné.
Peinados de los hombres à la jeune France, à la russe, à la Moyen Âge y à la Titus; barbillas afeitadas, bigotes, perillas, patillas e incluso barbas.
Barba à la Sante-Simonienne.
Paisanos peinadoa à la russe.
(La Princesa Ligovskaia)

Dostoyevski
Del liquidámbar se obtiene una resina, el estoraque, para la fabricación de cosméticos y productos farmacéuticos.

Tylor
Cuando un europeo utiliza puff, soplo, para designar la descarga de una escopeta, está refiriéndose al humo que produce, como hablaría de una borla de polvos.

Daudet
El cuartito de tocador de los buenos tiempos.
Los perfumes de tocador de mujer.
(Safo)

H. James
Recurrió a las armonías del tocador.

Boucicault
Bálsamo de Magnolia de Hagan. Una tez fresca y floreciente. Si desea deshacerse del enrojecimiento, las manchas, las espinillas.
Kathairon de Lyon. Para embellecer el cabello humano. Fue presentado al publico el año 1848 por el profesor E. Thomas Lyon, graduado de Princeton, NJ. El nombre deriva del griego Kathiro, que significa limpiar, purificar, rejuvenecer o restaurar.

Había reducido la admirada exuberancia de su barba y la había recortado hasta un estrecho punto mercantil.
Una barbería cuyos clientes eran gente trabajadora.
El barbero vampiro casi cerraba los ojos y hacía comentarios triviales.
Un hervidor de jabón.

Zola
Rubia cabellera revuelta y a la moda de los obreros artistas.
Melenas y barba estilo Enrique IV.
Cutis de finura y transparencia cloróticas.

Stevenson
Las pastillas dentífricas de Lyon.

Gray
Melenas extravagantes.
Dorar los cabellos cuidadosamente mechón a mechón; / pintar las cejas con mano tímida / Para sacar un punzón de un jarrón de kohl / A través de las pestañas cerradas; lápices de un cuenco / de sepia para pintarlos debajo.
Tu cabello casto maduró con un oro hosco.

Wilde
Cabellos de un rojo veneciano.
Demasiado colorete y poca ropa es señal de desesperación en una mujer.
Perfumes. Aceites intensamente aromáticos, gomas odoríferas del Oriente. El incienso empuja a la mística. El ámbar gris desata pasiones. La violeta despierta el recuerdo de los amores muertos. El almizcle perturba el cerebro. El champac perturba la imaginación: Perfume que se extrae de las flores de color naranja de una variante de magnolio, Michelia champaca, estimado por los nativos de India. La hovenia enloquece. Y los áloes logran expulsar del alma la melancolía.
Pintar con antimonio los párpados.
Perfume de gálbano de Siria, óleos sirios.

D´Aurevilly
Cabellos cortados a lo Tito y reunidos en bucles sobre la frente.
Peinado a la ferronière, en triángulo.
Peluca a lo Ninon, con una raya de carne ficticia y de indescriptibles tirabuzones.

Villiers de L´Isle Adam
Fragancia de bálsamos, estoraque y rosas.

Rimbaud

¿Es que han usado las cremas oscuras
en los charcales de las voluptuosidades?

Twain
Adorno. El rostro como un molde de hacer barquillos.

Meredith
Roja de colorete como un cartel de líneas férreas. Referencia al rojo con que se subrayaban algunos trenes en los carteles de los horarios.
El intenso rosa artificial de las mejillas.
Si no llevo colorete tengo una palidez sobrenatural, por eso me lo doy. El tono de mi tez es artificial.
Se difuminan los trazos de un lápiz de cejas.
Por debajo del colorete, un rubor rojo como la sangre le daba un aspecto terrible y tempestuoso.
Ocultar los años con una caja de colorete o un pote de pintura.
Los efectos del rubor artificial. Puedes achacar cualquier edad a una mujer que pinta las mejillas.
(El general Ople y lady Camper)

Hardy
Volvió la cara con el ademán impasible como si cediese a las instancias de una peinadora.
El cutis delicado y terso.
Levantar el complicado edificio del peinado.
Labios rojos gruesos como el arco de Cupido.
Una mata de pelo gruesa como la maroma de un barco.

Fontane
Barba inglesa.

Butler
Una formidable experiencia para maquillarse, para enmascarar la decadencia de la edad y los efectos de la enfermedad.

Leroux
Perfumes de Armenia.

Stoker
De Beugnot describe a Cagliostro: Su pelo se partía en pequeñas cadenottes (colas o trenzas), que se unían en la nuca formando lo que se llamaba un catogan (el pelo recogido en una coleta).

Chandler Harris
Bergamota para hacer un ungüento para el pelo.

Morris
Peinando el reino como la garza real que hace lo propio con el prado inundado cuando las aguas suben del río.
Los labios rojos como las rosas.

Jammes
Alejado el tono rojo de la manzana del colorete artificial.
Insolente casco de ébano. Peinado.

Lee
Pintada de henna.
Las uñas pintadas con henna de color violeta.
Su boca, con un sutil toque de carmín, semejaba una flor de granada entre nardos, porque sus mejillas estaban maquilladas de blanco y las órbitas de sus enormes ojos de largas pestañas aparecían salpicadas de violeta. Sin embargo, en cada mejilla había un delicado punto rosa, en el que con exquisito arte había pintado una pequeña figura con forma de pirámide.
El cabello rizado en ailes de pigeon.

France
Las proyecciones azules de sus largas pestañas sobre su cutis nacarado.
Cómica, con los párpados azulados, las pestañas cubiertas por una pasta negra, las mejillas coloreadas, los labios dibujados con rojo en forma de corazón.
La señora princesa de Saboya cuando llegó a Francia, en noviembre de 1696, peinada con cocas y cintas.
El esmalte de sus ojos atirantados y subidos en su parte exterior, por el abultamiento de los pómulos.

Proust
Una cabellera con sus bucles lisos y puntiagudos, o con la superposición de su triple diadema floreciente, semeja a un tiempo un montón de algas, una nidada de palomas, una guirnalda de jacintos y una franja de serpientes.

Peinado a lo Bressant. Corte de pelo a cepillo por delante y largo por detrás, puesto de moda por el actor Prosper Bressant (1815-1886), el cual ganó celebridad representando los galanes jóvenes.

Woolf
Las uñas pulidas y cuidadas.
Las cabezas femeninas, una serie de peinados y postizos, moños, pelo ahuecado, rodetes inverosímiles... algunos cómicos y risibles.
Engomar el bigote.
(Fin de viaje)

Abrió el bolso y empolvó las mejillas dentro del autobús.
Arreglando el pelo ante el espejo.
Sacando la cajita para empolvarse, decorar los labios con un espejo de una pulgada.
Una peluca color burdeos.
A la manera como ató las botas se afeitó.
(La habitación de Jacob)

Con la cabellera engalanada como una cucaña.
Damas con peinado de por lo menos seis pies de altura.
Cepilló el cabello con el cepillo de plata del Rey Jacobo.
Un toque de polvos.
Con las mejillas como un árbol de Navidad y los ojos como estrellas.
(Orlando)

Se había acostumbrado a maquillarse.
Una gran borla para aplicar polvos, manchada de rosa.
Trazaba una línea alrededor de sus labios con un tubo.
No me gustaría pintarme. Me sentiría embadurnada.
Reloj de tocador.
(Los años)

Joyce
Cortar el pelo por la luna nueva.
La estética y la cosmética son para el boudoir.
La borla de los polvos.
Un juego de tocador, palangana, jabonera y bandeja de cepillos, jarro y bacinilla.
Su pelo liso muy elegante, un tableau vivant.
Hay verosímiles intimidades de las toilettes de las damas que arrendamos sencillamente a la imaginación.
Tiene el pedazo de balde más cónico con esa confusa melena que lo corona.
La flor rosa de tu boca.
El azafrán de su cabellera.
Tejió una guirnalda para los cabellos. La plisó. La trenzó. Con pasto del prado y banderas del río, la espadaña y el junco y de tristezas caídas de sauce llorón.
Afeitada gente.
Con tez de dolomita ruboroso abanicado con brisas del ozono.
Sus párpados están pintados.
Puedes colorearte como un camarón.
Mendigar con uno de los trajes de marino de los afeitadores.
Las cámaras de toilette para las damas de salón aliñadas sobre seda de gamba.
Su manera de extender la crema y el acento.
Bucles de un tinte lucano.
El discurso de caja de jabón de Jann el Boast.

Kropotkin
Los peluqueros tienen máquinas para cepillar los cráneos lisos y las cabelleras crespas.

Dujardin
Sus labios son rosados cerrados con un triángulo muy pequeño.

Kipling
Horquillas de calcedonia.

T. Mann
Frotar las mejillas con cold-cream.
Mujeres pintarrajeadas como aves del paraíso.
Tocador de una elegancia excepcional y vaporosa.
Griegos con fijapelo.
Unas tijeritas y limas sacadas de un lindo estuche de terciopelo.
(La montaña mágica)

Barbas a lo Wallenstein.

Conan Doyle
Patillas de caballería.

Chambers
Marchó a paso airoso a su tocador.

Chopin
El pelo dorado, ligeramente ondulado, abundante y muy pegado a la cabeza.
El pelo, artificialmente ondulado, se le sujetaba en la cabeza como un negro plumón esponjoso.
Una cajita de poudre de riz, polvos de arroz. Se empolvó la nariz y las mejillas, mientras se miraba de cerca en el espejito colgado en la pared.
Arreglar la balda del tocador.
Peinar y cepillar el pelo con energía.
(El despertar)

El pelo castaño cepillado hacia atrás, ahuecado por las sienes y la frente.
(De "Una noche en Acadia")

Rizos hechos con las tenacillas.
(Cuentos)

Grahame
Un boudoir azul, un saloncito reservado para las damas, vestidor o tocador.

Chejov
Un peinado de orejas de perro. Partiendo de las sienes el cabello se recogía detrás de las orejas haciendo la cara más ancha.
Polvos y chufos.
Soy uno de los elementos indispensables de su tocador.
Era una tontería perder el tiempo haciendo un peinado a la moda, puesto que allí no había nadie a quien agradar ni ninguna razón para pretender gustar.
Juraría que había arreglado y peinado el cabello para semejar hermosa y que leía para semejar inteligente.
Objetos de tocador de caucho.
Vil olor a rojo de labios.
Maquillajes exóticos.
La cabeza peinada a la manera ucraniana con un flequillo sobre la frente.
Sus lágrimas habían trazado surcos a los polvos que cubrían sus mejillas.
Violentamente empolvada.
Y esa toilette parisina como para hacer perder a uno la cabeza.
Se ve al espejo y se da polvos.

Gissing
La cara perfectamente afeitada de un burócrata.
El peinado masculino con raya.
El boudoir, una pequeña habitación repleta de las cosas bonitas que podría adquirir hoy cualquiera con unos cuantos chelines que gastar y un poco de gusto, ya sea propio o ajeno.
El tocador no podía haber sido más delicado y apropiado a los encantadores rasgos de su dueña.

Norris
El pelo limpio y peinado con un hermoso rizo que le caía sobre la sien izquierda.

Apollinaire
Depilatorios con trementina, pez de Grecia, cal y cera virgen.

Gorki
Notó que tenía ojeras negras alrededor de los ojos y se puso a cubrirlos de polvos. Cuando el color oscuro hubo desaparecido bajo la capa de blanco de polvos de arroz, vio que sus ojos perdían su brillo y quitó los polvos.
Sus cabellos rubios, peinados en forma de casco aumentaban su talla.

Eça de Queiroz
Cabellos que olían a alecrín.

Rolland
Fue el barbero a encargarse de su tocado y rizar la rebelde cabellera.
Menudos objetos de tocador.
La linda frente de aspecto juvenil con la raya al lado que separaba sus cabellos finos y sedosos.
Un espejito de bolsillo.
Peinarse de manera que no despejase mucho la frente y que hiciese resaltar menos las irregularidades del rostro.
Entregada a los cuidados de su tocado.
Un largo peinado.
Se eternizaba ante su mesa de tocador por pura pereza.
Un espejito de bolsillo de plata.
Arreglarse al espejo.

Mansfield
Un rojo intenso le coloreaba los labios.
Las cejas rectas y delgadas y el pelo echado hacia atrás con sólo una levísima insinuación de ondas.
La dúctil y sombría cascada de sus cabellos.
Estuche de manicura con aplicaciones de oro.
Fragancia de violetas de Parma.

Walser
Aunque, a decir verdaderamente, no haya nada importante que raspar en mi cara, cada cierto tiempo paso por la peluquería, sólo por la excursión callejera que supone y me hago afeitar.
En la peluquería le han contagiado una decoración ligeramente asquerosa; una corona de florecitas rojizas, de puntos rojos o, en una palabra más implacable, granitos.
(Jakob von Gunten)

Jabón verde.
Sacó colorete y un espejo de su pequeño bolso, empolvó las mejillas, examinó el rostro en el cristal. Se inclinó con una elegancia, de la que no pudo por menos de reírse en su interior.
(El bandido)

Empezaba a envejecer y maquillaba la cara con bastante mal gusto.
Atrozmente peinada y maquillada.
Al rostro de la tierra le agrada el maquillaje; en ocasiones tiene numerosos colores, otras es discreto, unas ardientes y otras pálido, siempre se transforma y, no obstante, permanece vivo e inquieto.
(El ayudante)

Kafka
Remedios y cremas.

Lawrence
Forma en que su cabello se curvaba sobre las orejas, rasgo casto, guerrero.
El pelo, cuidadosamente asentado, brillaba como vidrio negro sobre las orejas .
Cabello peinado a la usanza germánica.
Peineta de hueso labrado con una serpiente.
Cepillos de marfil verde.

Yeats
Ungir los brazos con grasa de león para suplir la falta de sol según una prescripción médica del comienzo de nuestra era.
Los barberos y los tejedores comentando la revelación divina con la vulgaridad de su condición sumisa, una secta insignificante.

Moore
Colonias y chismes de baño.
Los flequillos estaban de moda.
Llamado Ginger por su pelo claro.

Symons
El encanto del colorete de las mejillas frágiles / El polvo de perla y rodeando los ojos / Los oscuros y lustrosos tintes orientales; / El olor flotante que cotillea, / Un tocador perfumado y la noche dudosa / De alcobas cerradas con cortinas para la luz. / Gráciles y cremosos blancos y rosas / De complexión como la flor del alba, / Sus colores fugaces son como aquellos / Que desde un cielo de abril retirado / Se desvanecen con una fragante niebla de lágrimas / Cuando el lloroso centro del día conduce al día alterado.

Gide
Peinado a lo cepillo de Whitman.

Bernstein
Arregla el desorden de su peinado.
Derribar la puerta del cuarto de la toilette.

Richardson
Con el llanto el carmín se había extendido y profundizado el largo óvalo de su rostro.
Las masas de cabello castaño prolijamente recogido.
Peinar con trenzas de cesta.
Peinándose con los ojos bajos.
El cabello exquisitamente enrollado.
El nimbo de hilos claros de cabello pálido.
La tez blanca y rosada como una concha.
Horrendas palanganas de budín de agua humeante.
Lavar el cabello con cantáridas y agua de rosas con una diminuta esponja especial.
La cabeza colgaba sobre la palangana humeante; su cabello se extendía como una tienda de campaña que se desplegaba sobre la mesa.
Shampoo de huevo.
Gasolina y tenazas para rizar.
El cabello recogido a la parte superior de la cabeza y sujeto con un adorno de caparazón de tortuga con forma de daga.
Cabeza clásica, nudo clásico o moño.
Puntuando un peine forrado de papel.
El pelo liso pulido con ron de Bahia.

Ball
Triste y con la vellosa cara negra de una mona melancólica que se ha arreglado.

Heidenstam
Un semblante fresco y enérgico enmarcado con unas patillas cuidadas.
Su magnífica y abundante cabellera castaño oscuro la traía sobriamente peinada y recogida sobre la nuca a la moda de la época.
Detrás de una reja de madera pintada de rojo estaba el barbero de pie dentro de su local.

Somerset Maugham
Los cabellos le cubrían las orejas a la manera puesta de moda por Cléo de Merode.
Cabello en brosse.

Zamiátin
Sus pestañas sobre sus pupilas a manera de estores.

Jammes
Alejado el tono rojo de la manzana del colorete artificial.
Insolente casco de ébano. Peinado.

Walter de la Mare
Cualquier gran tensión transformará el color del cabello humano.
Incluso sonrió ante la idea de hacer de barbero con una barbilla delgada.
La masa de cabello maravillosamente arreglada.
Una pequeña barbería con un poste encima de su puerta con letras.
El pequeño barbero aceitado y rizado.

Mal olor de un viejo perfumado.
Mechón de pelo modestamente enroscado a la antigua alrededor de cada oreja.
Peinado con trenzas a la alemana, atadas con dos gruesas coletas con una cinta verde.
Un cairel de pelo entre horquillas.

U. Sinclair
Es difícil creer que un oficial del ejército llevara las mejillas maquilladas y empolvadas.
Empolvaba su arrugado rostro con maquillaje en tonos blancos y rosas y automáticamente desplegaba sus encantos, al ver acercarse alguien con pantalones.
(El fin del mundo)

S. Lewis
El sonido rápido y áspero de las pasadas de un cepillo de pelo.
Olor de un dentífrico pagano.
Dentífrico Lilidol.
Una maraña de rizos grises cortos como una gorra.
Las delicadas patillas habían sido el uniforme de los banqueros en 1870.
El corte de pelo estilo paje hacía resaltar su rostro bello y delicado.
Llevaban los labios pintados y las cejas también.
Para las apariciones publicas se repeinaba, se pintaba y encorsetaba resueltamente.
Champú de aceite.
Tónicos ámbar, rubí y esmeralda.
Esas mezclas extrañas, que el ingenio amable de los peluqueros ha ido ideando en el transcurso de los siglos.
Sintió una especie de éxtasis en el dolor, mientras la manicura le cortaba la cutícula de las uñas con un cuchillo afilado.
Semejaba poco probable que tuviese nombre de pila, polvera o digestión.
(Babbitt)

El taburete de rota, frente al viejo tocador de caoba.
Había pretendido reparar la erosión de su cuello con una capa demasiado gruesa de polvos color ladrillo.
Frotó la cara con una toallita seca, aplicó los polvos como si estuviera revocando una pared con un plazo muy ajustado.
(Eso no puede pasar aquí)

Rizados cabellos sicilianos.

Heard
No me afeito todos los días. Es más un masaje que una poda.
Una silla con respaldo alto para el afeitado.
La singular sensación que experimentaba cuando embadurnaba su rostro con espuma y palpaba su carne como un trozo de cuero blando reforzaba su impresión de que su cuerpo no era un elemento estrictamente privado y personal, sino una pieza del mobiliario de la casa; estaba encargado de quitarle el polvo, darle lustre y enfundarla de manera adecuada. Solo se le pedía que prestara su figura para completar la decoración interior de la residencia.
Aguantaba el lóbulo de la oreja con el aparente propósito de que no se embadurnara con la espuma; al efectuar la segunda pasada retorcía el carrillo hasta transformarlo como un pliegue. Mientras afeitaba el labio superior no podía hacer el más leve movimiento con la piel del rostro. Tras asir la nariz con el pulgar y el índice de la mano izquierda la aferraba y torcía atrás.
Su peinado era diferente. Antes una especie de bucle le caía sobre la frente. Ese día llevaba el pelo partido y peinado atrás y convergía con un rodete sujeto con una hermosa cinta dorada.
Las pestañas curvadas y bajas mantuvieron su inclinación de indiferencia semiaburrida, casi soñolienta.
Cerdas de tejón empleadas por fábricas japonesas para hacer brochas de afeitar transmitieron años después el carbunclo a sus dueños europeos.
Las dos curvas perfectas de carmín mostraban el lugar que quería que la gente creyera que se extendían sus labios.
El estilo es el ser humano y si los bucles y los rizos de la cabellera son admirados ¿por qué no unos pocos circunloquios de la composición? El estilo puede ser demasiado ensortijado  como el cabello de los africanos y entonces -si seguimos a los eufemistas- debemos alegrarnos de que se le cepille hasta hacerlo lustroso y suave. Pero mi estilo como mi cabello tiene un rizo distinto y favorecedor.
Las uñas esmaltadas de rojo.

Scott Fitzgerald
Las jóvenes esponjando las plumas como brillantes pajaritos sonriendo a sus acompañantes por encima de sus empolvados hombros.
Parpadeando como un capullo recién abierto.
Con el pelo rizado y un toque de brillantina.
El cálido aroma de los húmedos polvos de maquillaje, destilando mil ricas esencias.
Un afeitado, un corte de pelo y un masaje.
Había pasado la tarde en la peluquería. La idea de que la más mínima calamidad cayera sobre su peinado era extremadamente odiosa.
Pesadas fragancias de jóvenes bellezas perfumadas; ricos aromas y el frágil rastro de fragantes polvos de maquillaje.
Sus hombros y brazos desnudos, empolvados de un blanco cremoso, tenían un aspecto muy suave y brillaban como leche.
El peinado había sido un éxito; la masa de cabello rojizo había sido levantada y ahuecada hasta lograr una arrogante maravilla de curvas móviles. Llevaba los labios finamente pintados con intenso carmín, el iris de sus ojos era de un azul delicado y frágil, como ojos de porcelana. Era un completo, infinitamente delicado, casi perfecto objeto de belleza que fluía equilibradamente desde el complejo peinado a los dos esbeltos piececitos.
La cara pálida bajo el colorete.
Una joven con exceso de colorete.

Faulkner
Una joven cubierta de pintura y de frivolidad.
El cabello apilado descuidadamente sobre la cabeza le daba un aspecto frágil, como una estatuilla de porcelana. Bajo la luz tamizada de los cortinajes, su boca pintada adquiría tonos de púrpura.
Los ojos, semiocultos por sus párpados bajos, los dientes entre los labios púrpura, lanzaban centelleos incomprensibles.
El cabello formaba en las sienes dos alas negras, que la hacían volar hacia la noche.

Sus uñas semejaban cinco manchas de oropel carmesí.
Peine de celuloide.
(Pylon)

Un trapo manchado de carmín, un pañuelo con el que quitaba el exceso de pintura al arreglarse.
Una varilla de naranjo de las que usan las manicuras.
La estudiada parodia de los labios pintados.
Sobre el tocador se amontonaban objetos de aseo personal: cepillos y espejos, también nuevos; frascos y tarros de formas delicadas y exóticas, con nombres franceses.

Las prolijas afeitadas del sábado.
El tráfico de bebidas alcohólicas de las peluquerías de los hoteles.
El chistoso de la peluquería.
Las uñas puntiagudas y pintadas.
Una cajita de platino y piedras preciosas que contenía polvos y otras cosas.

Dos Passos
Maquinilla de afeitar de níquel.
Entontecido con el olor de la espuma, de lociones, de pelo chamuscado, que flotaba en el aire enrarecido de la peluquería.
Las regordetas manos del barbero se hundieron en su pelambre, las tijeras zumbaron como un avispón detrás de sus orejas.
La espuma iba extendiéndose lentamente por sus mejillas, le hacía cosquillas en la nariz, se le metía por las orejas. Se ahogaba en olas de espuma azul, negra, cortadas por el lejano brillo de la navaja, el brillo del azadón a través de las nubes de espuma azul negra.
La empolvada espalda.
Peinado Pompadour.
Había empolvado demasiado la cara.
Frente al espejo, pasaba una barrita de carmín por los labios.
Un tarro de cold cream.
Mojar la cara con listerina.
Sentir la frescura de los polvos en la cara y en los brazos, la suavidad del carmín en los labios.
Un moño cuidadosamente rizado.
En el tocador de señoras se sentó cuidadosamente en el sofá de felpa. Vio la cara en el redondo espejito de su polvera.
Tranquilamente da un toque de rojo en los labios.
La rosa de sus mejillas, el carmín de sus labios, son una máscara en su cara.
Los dedos blanduchos del barbero.
Un masaje facial para quitar las espinillas.
Carpe o antiséptico.
Caras de mujeres con labios rojos y narices empolvadas.
Lazo rosa del gorro de tocador.
No podía disimular, a pesar del maquillaje, su cara de cansancio.
Quedó un momento frente al espejo empolvando la nariz.
Empolvó la nariz copiosamente, dio un poco de carmín en los labios.
Los labios demasiado rojos como las rosas de la tarta.
Boudoir Luis XIV, sillita dorada de respaldo rosa.
Un gorro de encaje en forma de gorro frigio y un peinador rizado y flotante.
La ondulación permanente.
Menopausia y visitas a los salones de belleza. Cremas y pastas para preservar el cutis.
(Manhattan Transfer)

Cather
Llevaba el rubio y apagado vellocino formado por sus cabellos, recogido en la nuca con cintas plateadas.

Shólojov
La cabeza negra llena de cosmético.
El pelo, lleno de cosmético y alisado con el peine, se alzaba levemente a la izquierda en un mechón rizado.
El rostro róseo, radiante, perfumado con pomada de pepino.

Ludwig
El peinado en forma de torre provocaba acrobáticas competiciones entre las romanas elegantes.
Cleopatra, como muestran sus bustos, llevaba siete ondas, sin raya central, que habría acusado la línea excesiva de su nariz; sólo un leve rizo rompía, sobre la ceja izquierda, la severidad griega de su sencillo peinado.
Cleopatra amaba el perfume de aceite de cedro y la mirra.

Mauss
Los japoneses no establecen ninguna diferencia entre una pintura y un maquillaje.
La ornamentación directa del cuerpo podemos llamarla cosmética; el hombre ha buscado siempre sobreañadir alguna cosa bella para estar en sociedad, incorporar a su cuerpo algo bello. Reservaremos, en cambio, el nombre de adorno u ornamentación indirecta para los objetos móviles.
Se debe distinguir entre cosméticos públicos y privados, permanentes y temporales, totales o parciales, respecto del cuerpo entero.
Para las decoraciones temporales hay que atender a los materiales empleados, tales como aceite, orina, jabón, salivazos, sangre, que sirven para pegar o decorar.
El tatuaje es un signo, un símbolo referido particularmente al grado que se ocupa, al nacimiento, incluso a la nacionalidad.
El tipo de peinado está determinado por la moda y también por el rango, el clan, la familia, la edad y la posición social del individuo. Puede haber una relación entre el sombrero y la cabellera, como en el trenzado de perlas.
Las coloraciones del ojo, temporales como permanentes, tienen que ver con el mal de ojo.
El tatuaje subsiste en nuestras sociedades; en otro tiempo fue patrimonio de las tropas y hoy lo es de jóvenes aislados: marinos, soldados del Ejército colonial y de personas pertenecientes a capas criminales de la población.

Giraudoux
Cabellos bermejos venecianos.

El sólido afecto que siento por mi lima de uñas, mi calzador de concha color cereza y mi docena de pañuelos nuevos.

Desnos
La flor se alza con orgullo con un cielo de fábula / vuestras uñas amigas mías semejan sus pétalos y son rosas.

Hasek
Las patillas recordaban a un orangután.
Las largas patillas que suelen usar los judíos.

Shaw
Remedios extractados por Galeno del libro de Cleópatra sobre los cosméticos.

Wells
Bailando aquí y allá, entre faldas y polvos de arroz y atenciones y celos.

Christie
Cutis de crema y rosas.

Ron de laurel. Los hombres lo utilizaban para el cuidado de sus cabellos.
Rizos que luce la Emperatriz Eugenia en las pinturas.
Baño de peróxido para los cabellos. Matices de un gris artístico, tono de humo azul acero.

Rohmer
Ojos el doble de luminosos, gracias al kohl con el que había sombreado párpados y pestañas.
Cabello decolorado con tinte Ticiano.

Musil
Mujeres poco agraciadas, que logran superar su fealdad gracias al maquillaje y al arte de la costura.
Peinado a lo tango.
Perilla encrespada de los bohemios del tiempo de los Wallenstein.
Los cabellos los recogía anudados en un moño griego, rígido y perfecto, semejaba un nido de avispas.
Las tenacillas del peluquero de rizar la barba.
Olor de discretas huellas del barbero.
El fino polvo del cosmético perfumado.
Los afeites del cabello, acciones vitales de las que deriva un sentimiento lleno de sentido.
Ciegos lunares de terciopelo.
Peinaba el cabello, lo ensortijaba, lo sujetaba, entrelazándolo para darle una forma comparable con el moño griego.
Prolongaba sus cejas con el amor de un pintor, esmaltaba ligeramente la frente y las mejillas para aureolar el natural, distanciándolo de la realidad a través de una débil exaltación propia del estilo sacro.
Las tenacillas y el espejo perdieron el poder de transformarla en una figura ideal.
Un moralista empolvado sale a uno al paso y le riñe.
Botellitas de colores, perfumes encerrados en sus cápsulas, variantes de utensilios para la manicura; qué cantidad de genio había en una simple peluquería.
La contumacia de un rizo.
Personas de profesiones liberales, los peluqueros de la corte.
Aguas de baño y baños faciales, pomadas y fomentos, refinamientos para manos y pies, masajistas y artistas del cabello.
Se asocian las primeras fantasías y experiencias al bigote o a las enérgicas mejillas con olor a fuertes esencias y polvos de afeitar.
La horquilla del pelo.
Bajo el broquel de sus pestañas se dispararon dos saetas.

Green
Llevaba los cabellos divididos en anchas crenchas grisáceas, que cubrían su frente y sus sienes y que se levantaban por detrás en un gran moño aplastado.
A la altura de sus sienes se veían dos masas compactas de cabellos ensortijados y relucientes.
Empolvado de rosa Rachel.

Wassermann
En San Francisco había una peluquería cuyo propietario tuvo la sublime ocurrencia, después del terremoto que convirtió en ruinas la ciudad, de clavar un rótulo sobre la puerta de su tienda, que decía: "Al que entre aquí sonriendo se le afeitará gratis".

Kraus
La información no vale ni un peine.

Morand
Una cascada de rizos aceitosos que perdían su negrura al reflejar una total irisación y el moño retorcido como si saliera de la colada cargado de oropel.
Recompuso el rostro bajo una nube de polvo.
Cortaba los cabellos con una máquina de su propia invención.
Una peineta de concha labrada.
Con los primeros esfuerzos del alba los peluqueros cuyos clientes sufrían una trepanación de cosméticos guardaron sus autoclaves bajo toallas.
Mandar que venga el peluquero.
Polvo de arroz y leche virginal.
Esconder los anillos con los polvos de maquillar.
Un peine plegable, un lápiz de labios rojo geranio.
Trenzas puritanas.
Polvos Rachel.
En lo privado una melena hasta los talones (no esas tres greñas que llevan hoy las mujeres y que no dan labor al peine).
Los cabellos perfectamente puestos recogidos con una redecilla de coral a la moda dálmata.

La americana sale ready to kill muy rubia, piroxidada o con la frente rayada de negro con las cejas depiladas y pintadas y los labios recién dibujados y enrojecidos; las mejillas sonrosadas asoman de un renard plateado.
Todo seguirá intacto a la hora próxima del desmaquillaje, de las mascarillas y de las pastas bajo las cuales descansará la piel.
Practicantes para el cuero cabelludo, depiladores de cejas con la aguja eléctrica catalogados con los nombres bárbaros de cosmeticians o beauticians.
Los drogueros y vendedores de mascarillas estéticas, vaporizadores, máquinas de rizar y desrizar, productos para el cabello.
Durante la guerra de 1917 las plantas sudistas se desplomaron a beneficio de las fábricas. La prohibición había enriquecido a las colonias; algunos de sus miembros lograron una posición desahogada como Sara J. Walker muerta el año 1919 la cual ganó veinticinco millones con su invento de un preparado para desrizar el pelo.
Tiendas de estética facial.

Loos
El pelo bastante rojo y mucha pintura para una señora mayor.
Los perfumes Coty.

Lu Shin
El cabello arrollado adelante como un nido de gorriones.

Fallada
De rostro muy pálido, como desvaído, y un oscuro pelo peinado lisamente, con raya al centro a lo madona.
Llevaba sobre el rostro una espesa capa de polvos blancos. Los labios pintados de rojo vivo destacaban de la blancura como sangrientos.

Hemingway
Voy a la peluquería cuando me hace falta.
El estuche de cuero de los peines de bolsillo.
Cabellos de oro rojizo más rojos o más dorados según el peluquero de turno.
Los cabellos rizados por las puntas como las olas del mar.

Steinbeck
Su cabello gris acero estaba reunido con un moño apretado a la nuca.
Damas lánguidas, sofocadas, pequeños núcleos alrededor de los cuales se revuelven mil diversos avíos; cremas, ungüentos, redomas de pomadas de colores -negro, rosa, rojo, blanco, verde, plata-, para teñir el pigmento del cabello, los ojos, los labios, las uñas, las cejas, las pestañas, los párpados.
El cabello gris trenzado.

Zweig
Vestir una toilette azul pálido.
Perfectamente cortadas patillas a lo Francisco José.
Ondeadas patillas judías.
Perfume Coty, el más caro.

Wolfe
Un peine de dientes finos.
Las lágrimas trazaron pequeños surcos en la gruesa capa de colorete y polvos, con la que cubría su tosca piel.
Brillantemente embadurnada de cosméticos.
Había un desvencijado y pequeño tocador con un espejo manchado y el barniz formando hojuelas.
Objetos de goma y cosméticos.

Dinesen
Pelo trenzado alrededor de la cabeza, al estilo suizo.

La variabilidad y las sombras de la transformación.
Una capa muy espesa de polvos y colores.
Muchos hombres sin afeitar dan la impresión de disolución y desvergüenza.
Una peluca de largos rizos sedosos.
Piretro usado en perfumería.

Un ramillete de delicados colores, empolvado y con calzas de seda, envuelto en una bata de brocado.
El doloroso proceso orgánico del maquillaje.
En el tocador, un acuario con peces dorados.

Mitchell
Peinado chignon para la noche.

Baring
Manos eficaces y expresivas, caballerescas en sus modos, bellamente modeladas, impecablemente limpias, con pulidas uñas.

Priestley
Los labios pintados de un rojo demasiado oscuro.
Mandar aderezar el cabello más a la moda.

Welch
Peinado a la eduardiana. Época del reinado de Eduardo VII (1841-1910), la Edad de la Opulencia.
Leche de magnesio y parafina líquida.
Rizado de pelo. Toque judío.
Bay khum, vieja loción aromática inglesa.
(El primer viaje)

Cain
Bay-rum para el pelo por las noches.

Eliade
Las mejillas teñidas de carmín.
Los barberos extranjeros de las cortes de los príncipes.

Remarque
Agua de Colonia de Orsay.
En la nueva Alemania, los cosméticos y el lápiz de labios se veían con desagrado.
Usa un fijador para cabello, que huele a caracoles.

Braudel
Por el mar Rojo llegaban al Mediterráneo objetos de tocador.

Frisch
Revisar el maquillaje.
Luce un peinado que la hace más joven que antes.
Peinado beat.

Bromfield
Los párpados supermaquillados.
Sacando un lápiz, retocó los labios.
Maquillaje artificial decorativo, francés.
Los cabellos oscuros recogidos en bigoudis para que se formasen los tirabuzones.
Las ondas y rizos complicados, que estaban de moda entonces.
Los labios, pintados en una época en que la pintura no era corriente en las mujeres, tenían un pliegue feroz.

Chandler
En el baño había un juego de instrumentos para afeitarse: hojas, máquina y crema, tres cepillos de dientes de bambú dentro de un vaso y algunas cosas más.
Los labios llenos de rouge.
Sillón de peluquero, de cuero azul con varillas de cromo.
Cigarrillos manchados con un rouge llamado <<Carmen>>. Rouge de rubia.
Su cabello era largo, rizado en las puntas y de un color rojizo oscuro, con unos reflejos azules teñidos. Unos manchones de rouge aplicado apuradamente ardían en sus mejillas.
Uñas pintadas color sangre.
Yo soy de esas rubias sintéticas, que tienen la piel como la yesca, manos como palas, rodillas puntiagudas y pechos como huevos al plato.

De la Roche
Jabón Windsor.
Agua de colonia de Hoyt.

Ardrey
Las cortesanas, durante siglos han usado belladona para dilatar las pupilas de sus ojos.
La ilusión indefendiblemente irracional de creernos en una posición central, nos acucia a saltar de la cama por la mañana, afeitarnos o hacernos el maquillaje y seguir con la labor diaria.

Williams
Una mujer imponente, aunque resultase grotesca con su maquillaje.

P. Bowles
Mark Cross, Caron, Helena Rubinstein.
Maquillarse lenta y cuidadosamente.
Maquillarse ostensiblemente.

J. Bowles
Las mujeres recién empolvadas.
Empolvar la nariz.
Sacó del equipaje un estuche de manicura.
Se había maquillado y perfumado cuidadosamente.
Empolvó la cara cuidadosamente y prendió varias orquídeas en el pelo.
Transpiraba mucho, y su maquillaje se resentía.
A pesar de que  había maquillado la cara con una espesa capa de polvos, semejaba cansada.
Una generosa capa de colorete cubría sus mejillas.

Vian
El pelo teñido de color caoba.
Un peine con estuche de cuero.
Unas uñas pulquérrimas.
Labios granadinos.
Mujeres con abrigos de piel cuya decadencia incipiente manifestaban las comisuras de los ojales y los bordes de las mangas pateaban las calles disimulando sus ruinosas fisonomías con afectaciones de jovialidad y una espesa capa de tierra refractaria; comenzaba el cuadragésimo sexto año de guerra y los polvos de arroz escaseaban.
El carmín sabía a estreptococo.

Bartolini
Pecho vienés de otros tiempos, cuando en Viena todo eran polvos de arroz y Metastasio, marfil y Arcadia.

I. Shaw
Ruda cabellera teatralmente ondulada. La oxigenaba para reforzar la plateada blancura.
Besó a la recién casada y hubo una confusión de satén blanco y de encaje y de rojo de labios, y de perfume y de azahar.
Brillar los cabellos peinados vigorosamente.
La disposición geométrica de los objetos de tocador.
El cepillo de cabeza, con el mango de plata y adornada con un viejo motivo de hojas victorianas.
Un amplio peinador.
Los altos y espléndidos peinados.
Una rubia oxigenada, de largas pestañas artificiales.

Zweig
Bien cortadas patillas a lo Francisco José.

Sartre
Pasta dentífrica Swan.
Perfume de Houbigant.

La cara retocada con afeites.
La taza de afeitar.
Un ultimo retoque ante el tocador.
El tocador cargado de frascos, cepillos y refinados adminículos femeninos.

De Beauvoir
Sucios como peines.

Los objetos de tocador de Violette Leduc

El brillo de los moños.
Peinado de viejas, partido y recogido debajo de las orejas.
Nos abandonó sin posar su mejilla sobre la nuestra. Eso podía deslucir sus afeites.
Pegaba sus mechones huraños al casco de su peinado.
Su rodete se desmoronaba. No lo recogía. Decidió reconstruir su rodete.
Alto peinado.
Peinarse con un peine húmedo.
Lápiz para las cejas.
Su gruesa trenza gris estaba recogida a la antigua en lo alto de la cabeza.
Encerar la cara.
Trenzas en forma de caracol sobre las orejas.

Acaramelado perfume de Camel.
Rosa cielo, cosmético para las mejillas traicionadas por el viento de espadas: el invierno. Varias pastillas sobre las mejillas, puesto que hay que golpetear antes de extender, es el secreto de un maquillaje natural, perfecto.
Azul sobre los párpados.
Modelaba los cabellos con una seguridad que otorgaba bienestar.
El bienestar después de la navaja y la crema.
Perfume del muguet salvaje.
Gran moño mariposa.
No quiero ver sobre tus rasgos el huracán de los años.
Beneficios del astringente, enemigo del poro dilatado.
Cabellera de Berenice.

Corrí al peluquero. Me vestí con un vestido de Bruyère, me pinté para una boda. Mis uñas pintadas, mis diez testigos. Una ultima mirada a mi redecilla lujosa, a mi flequillo suelto en abanico.
El peinado de Simone de Beauvoir, una construcción. Una diadema sus cabellos tirados hacia atrás, recogidos en arco en mitad de la cabeza. Es un homenaje a su gran frente, una playa.
Embadurnada la cara de rosa, de rojo, de negro.
Alíviame con tu espuma, jabón Camay.
La polvera lanzaba resplandores, se divertía abriendo y cerrando la tapa.
Palpaba la pedrería de la polvera con sus dedos de pianista.
La guirnalda del peine de bolsillo.
Esmalte mandarina en las uñas.
Me peinaba con cuidado, terminaban los rumores de la ciudad en la seda del cepillo; retornaba entre los dientes del peine el silencio de las hierbas, de los bosques, de los jardines.
Peinada con un flequillo demasiado crespo.
El tubo de crema de Elizabeth Arden.
Una sonrisa frágil para mis uñas pintadas. Los jardines sobre mis dedos son de Peggy Sage.
Desterrada, privada de voz, de saliva y de respiración, me empolvé la nariz.
Cabellos cortos estilo tapón Jex.
Me empolvo, paso lápiz por las cejas, embadurno los labios, doy una patada a la ciudad.
Un poco de colorete sobre la mejilla, de un damasco azul grisáceo.
Una permanente me transformaría. Ondeado, como la brisa sobre los cereales. Peinado de mujer seria.
Ricitos, onditas, red, casco, secador, pinzas, golpe de peine, marcado de ondas, laca.
Duchada, peinada, maquillada, calzada. Una belleza de barrio.
Peinado alto, geométrico.

Acariciaba su pelo con un gesto de decorativa coquetería.
Escuchará pizzicati en el pelo ensortijado del hombre, que sueña masticando helados.
Barrió la frente, las sienes, los párpados con largas pinceladas.
Se cree por encima de la pintura para labios y de los polvos de arroz.

Moravia
Todos los nudos van al peine.
Cutis, blancura de anís cuando se le echa agua.
Pelo cortado a la nazarena, levantado como una llamarada.
Bubikopf. Cabellos cortos con dos mechones en coma en torno a las orejas.
Útiles de aseo.

Savinio
La cara empolvada, dos circulitos de colorete en los pómulos.
El rostro es de esmalte, los ojos de cristal, la sonrisa de coral.
Friccionar la barba con agua de Lubin.
(La infancia de Nivasio Dolcemare)

La invención de la maquinilla de afeitar mecánica ha aportado a la vida física y mental del hombre una transformación semejante a la que aportó la invención de la cámara fotográfica.
(Maupassant y "el otro")

Cary
La sonrisa de un millonario pintada con manteca en el papel de afeitar de un peluquero.
Mujer crema y oro y rosas.
Un bigote a lo Guillermo.
Las cejas y el bigote cepillados cada uno de distinta manera.
Ojos grises como un cielo nocturno pleno de la claridad de la luna y marcados en su contorno con toques irradiantes de un azul grisáceo, como la sombra de los pétalos.
Las mejillas empolvadas como frutillas maduras cubiertas de azúcar.

Morante
Artificio de seducción de los afeites de las mujeres.
(La Isla de Arturo)

Cipolla
Un sector-guía del desarrollo que se produjo a partir del siglo XI, fueron las especias, productos usados en cosmética.

Ambler
Ungüento cosmético maravilloso. Publicidad gratuita.
Pasadores de galactita para el cabello.

Cesbron
Groseramente maquilladas.
Unos grandes bucles sujetos con una cinta de color.
Cabellos untados de brillantina.

Runciman
El excesivo e innecesario uso de afeites.

Waugh
Un barbero cirujano el cual decía saber ondular el pelo a las señoras, sacar dientes y curar enfermedades venéreas.
La toilet de los trópicos con sus precauciones higiénicas es totalmente sofisticada como vestirse para la cena.

El tocador estaba provisto de una lámpara de luz diurna a fin de que las damas, antes de retirarse a dormir, pudieran pintar la cara de forma adecuada para la luz del amanecer.
El pelo teñido de un tono moreno rojizo.
Un tipo atildado que apestaba a champú del pelo, crema de afeitar y perfume caro.
Se apoyó en el tocador para estudiar su rostro en el espejo. Apartó un mechón de pelo que le caía sobre la frente; torció la cabeza hacia un lado, se sonrió.
Había ido temprano a la peluquería y, en lugar de los húmedos y lacios mechones del día anterior, su dorada cabeza era un penacho de rizos. Llevaba un vestido nuevo; calzaba sandalias rojas y había pintado las uñas de los pies a juego.
Un neceser esmaltado. Carmín, polvos, espejo, peine, cigarrillos.
Se bañó y afeitó y frotó la cabeza con eau de quinine hasta lograr que sus escasos cabellos quedaran coronados de espuma y su cuero cabelludo limpio y reluciente.
Sacó un peine del bolsillo y peinó el levemente desordenado cabello castaño rojizo, sobre todo en las sienes.

Un taburete cubierto de útiles de manicura, pintar cuidadosamente las uñas.
Las carnavalescas manchas de colorete de los pómulos.
Quitar el maquillaje, cubrir la cara de crema y sujetar el cabello con una red.
El barbero realizó su labor con un talento y hasta con una agilidad extraordinarios, ya que se movía como un espadachín en un ballet, sobre la punta de un pie y sobre la otra, quitando el jabón de la navaja con un suave golpecito y abalanzándose de nuevo sobre la barbilla, al enderezarse el barco.
El tocador atiborrado de cosméticos.

A. Huxley
Un peinado muy alto y lleno de complicación y que ofrecía un tono anaranjado inverosímil.
Los cabellos castaños trenzados y arrollados con dos bollos laterales sobre las orejas.
Moviendo los funestos esplendores de su peinado.
El arte del peluquero explicaba el negror de azabache de su pelo.
El pelo negro y corto retinto de grasa y peinado atrás desde la frente.
Los labios delgados pintados de rojo y un cerquillo azul de los ojos.
Como el calor de un cuerpo transportado a otra clave sensual. Hay perfumes cálidos y perfumes fríos; los hay frescos y los hay sofocantes. Las gardenias llenaban su garganta y sus pulmones de una dulzura tropical y bochornosa.
Un peine de celuloide o de imitación de ámbar.
Los espejos de Lanvin.
Con un poco de pulimento sería epigramáticamente perfecta.
Cosméticos de Worth, Lanvin, Patou.
Jarros y orzas de crema.
Una elegante barba a lo Van Dick.
La confección de las monjas artesanas de un coche de paja de miniatura tirado por seis caballos también de paja y destinado como adorno de tocador de una dama.
Era una época durante la cual una mujer de buen tono tenía que ser su propia Elizabeth Arden. Recetas de crema para el rostro, lociones para las manos, perfumes y otros afeites iban siendo recogidos y apilados como si fueran tesoros secretos que se permutaban con la mayor discreción y el mayor cuidado de amiga a amiga.
Las artes de la cosmética de la farmacia.
Dentro de aquellas corazas de mármol las pelucas de aquellos renacuajos atrevidos se hacían más ostentosas y los tacones de sus zapatos aparentaban más altura, bamboleantes sobre sus zancos y coronados con altaneros peinados de crin.

Greene
La luz de la luna caía sobre el tocador como una imagen de frescura e iluminaba las botellas de loción, los potecitos de crema, el borde del marco de una fotografía.
Poniendo polvo para seducir a los pasajeros.
Un fuerte olor a mujer, a polvos, a esmalte de uñas, a camisones.
Puso un ultimo toque de polvo (el polvo se cementaba al instante que tocaba la piel).
Cuidaba más su maquillaje.

Irish
Era una noche de mayo a la hora de las citas; la hora que la mitad de la ciudad por debajo de los treinta ha acicalado su cabellera y emperifollado para acudir a la cita. Y la otra mitad ha empolvado su nariz y vestido sus mejores prendas para acudir a la cita.
El aire levemente perfumado con Coty.
Reparar los estragos del tiempo.
Una serie de rulos endurecidos con cosmético que semejaban un casco metálico.
Círculos de rouge de las mejillas llamativos como las luces del tránsito. Un pañuelo con muchos encajes saturado de un perfume violento. Aplicó a los párpados una espesa capa de azul.
Las ennegrecidas pestañas.
Hasta el maquillaje fue incapaz de ocultar la diferencia.
Había aplicado a sus arrugadas mejillas dos círculos de rouge con la mano insegura de quien pretende realizar una operación hace mucho olvidada.
Encargar a un maquillador profesional una buena caracterización.
La aplicación del vibrador eléctrico, fomentos, masajes, quemado el pelo.
El acicalamiento de la peluquería.
Un ligero tintineo metálico, un choque leve con los objetos de cristal del tocador.
El tiempo que se emplea para cortar el pelo.
El hermoso rostro de una joven como una máscara blanca y ligeramente flotando de las sombras densas, hermosa, irreal.
La caricia del peine.
Maquillaje color naranja.

Bellow
Una cabellera rojiza cortada al estilo patito detrás y con volutas sobre las orejas.
La magnífica pelambre la colocaba con la realeza.
El pelo castaño verdoso.
Peinado, cepillado y afeitado, carmesí a fuerza de cuidados cosméticos.
Transformaba el peinado y se empolvaba adoptando la efigie de la perfidia.
Faraónico peinado.
Peinado de dama de compañía.
Un copete al estilo canino.
La maquinaria de barbería atornillada al piso constituía un material inmueble de su propiedad.
Es impotente el peine o la sombra de tus cabellos respecto de tu cerebro.
Aplicar lociones y cremas para el cutis.
El pelo cortado a la alemana al rape.
El pelo peinado con verosímil vigor animal.
La cabellera peinada con forma de monumento que equilibraba su amplio busto.
Las tenacillas de rizar el pelo.
Los colores de los cosméticos.
La verdadera boca y la pintada no coincidían ya que la primera mostraba impaciencia, desprecio de lo insignificante.
Su pelambre caía hasta más abajo sobre la frente bravía sin alterar el escepticismo de su visión.
Peinar las olas en el mar de los grandes principios abandonando los pormenores a sus subalternos. 
Las cejas luciferinas.
Repasaba sus labios con carmín proveniente de un tubito que guardaba en la consola de la cama sintiendo que debía permanecer realzado su aspecto y entonces aparecía en mí y en la almohada un tizne como de fuego.
Peines, cosméticos y prendedores.
Luis X gozaba de lo lindo haciendo de barbero; afeitaba a sus cortesanos les apeteciese o no.
Me deleitan las barberías con magníficos sillones episcopales.
El corte, el afeitado, los fomentos y el pulido de uñas.
Los tiempos de Isabel I había guitarras y laudes en las barberías para que los hidalgos tocaran y bailasen al son ya que llevaba mucho rato el cuidado de las barbas y los rizos largos con lazo.
Mantenido el todo a bajo precio con loción de afeitar, fijador para el cabello, zoquetes de seda artificial y fruslerías por el estilo.
La tez lozana se presentía fresca bajo una capa cosmética que tiraba a dorado y realzaba sus labios un acusado carmín; como frotadas con polvo de oro las cejas y las pestañas; las rubias guedejas semejaban agregadas como una peluca de la corte de Francia y las peinetas hacían juego.
Un peine dorado.
Estar en el sentido del barbero a punto de terminar la afeitada y secando el agua de hammamelis.
La oscura cabellera oscilante como plumaje.
La cabellera apilada en tres direcciones distintas.
Una barbilla alargada y una boca de ordenancista que el rojo de labios no logra disimular.
Se pinta sobre cualquier ponderación y difunde un olor a cosméticos y líquido de limpieza.
La cara de duende transformable y pintarrajeada, disciplinaria y seria, membranosa y -sin embargo- magnífica cara con su empolvadura color de rosa como la de un hada y la trampa encarnada de su boca; y con todo femenina, llena de picardía e ilusión obstinadamente seductora.

La casa Thomas Scalp. Técnicos del cuero cabelludo.
En sus párpados brillaba un cosmético azulado.
Una gruesa línea azul dibujada con un lápiz cosmético.
Su afeitado de gran precio y sus uñas manicuradas.
Ir a Miami a teñir el pelo.
Rojo de labios color amapola.
El maquillaje no le ayudaba mucho para aclarar su oscuro rostro.
Para proteger los hombros del sweater se cubría con una capa de plástico que le protegía la lana del maquillaje. Primero extendía una capa de crema en las mejillas frotándola hasta su recta nariz, su barbilla infantil y la suave garganta. Era una crema gris de un tono perla azulado. Quitaba el exceso de grasa con una toalla de maquillaje. Sobre lo que aplicaba el colorete y los polvos. Luego suavizaba el maquillaje con una bola de algodón siguiendo la línea del cabello rodeando los ojos y un poco en las mejillas y la garganta. Aplicaba unos polvos pálidos con la borla. Unos toques de vaselina en los párpados. Daba rímmel a las pestañas con un diminuto pincel. Daba un toque de negro al exterior de cada ojo y volvía a dibujar la línea de sus cejas para mejorarlas. Luego cogía unas grandes tijeras de sastre y comenzaba a recortar el flequillo. Luego pintaba los labios con lo que añadía años. Humedecía un dedo y daba unos ultimos toques.
Le cruzaban el rostro con una enérgica raya las cejas que había pintado.
La palidez del maquillaje.
La empolvada fragancia de su rostro (agradezco cualquier forma de arte).
Sales de baño Macy.
Jabón Muguet.
Una crema refrescante para la piel, antisudorífico Bonnie Belle.
Liando fuertemente la toalla a la mano un barbero.
Levantando al cielo sus maquillados ojos.
La caída de Napoleón hizo que los jovencitos ambiciosos llevaran su potencia al boudoir. Y allí comenzaron a mandar las mujeres.
El cuidado de arreglar las cejas con el lápiz para dar a sus ojos una expresión más animada.
Peinarse con despaciosidad.
El pelo atado con una banda de goma para bañarse.
El clip del cabello de concha de tortuga.
Los chafarinones de la pintura de mujer, el verde esmeralda de los ojos, el pelo llamativamente teñido.

Spillane
Mechas color ticiano del pelo.
Su rubor no logró eclipsar el colorete de sus mejillas.
Su boca era un campo de amapolas en llamas.
Pintar los labios de un rojo impío.
Colillas manchadas de pintalabios.

Bose
La actividad de un abogado vale como la de un barbero, en cuanto los dos tienen igual aptitud a ganar el sustento con su actividad.

Yevtushenko
Uñas pintadas de pintura plateada.
Estudiado desorden de rubios rizos en la cabeza.
Altos peinados kokóshniki, los antiguos tocados de las mujeres rusas del norte.
Lápiz de labios con estuche de plata.
Polvos para ocultar las ojeras.
Instituto de la Cosmética Política.

Lampedusa
Una mesa de tocador con forma de haricot. Judía.
Bains de son, baños de salvado, de los que hay noticias de las memorias.

Baum
Las pestañas cubiertas de pasta azul.
Una sonrisa de cera y colorete.
Olor a pastas agrias de tocador, a pomadas.
Las pestañas brillantes de vaselina y fuertemente empolvado.
Perfumaba los lóbulos de sus orejas dando golpecitos con un algodón empapado de esencia.
Las cejas reforzadas a lápiz.
Dar una fricción de peluquería.
La boca carminosa, casi púrpura, era de un dibujo exageradamente arqueado reforzado con dos curvas que subían rodeando las alas de la nariz. Llevaba el cabello partido con dos crenchas aplanadas que bajaban muy por debajo de las mejillas y el lugar donde las crenchas se unían con la piel se veía extendida una sombra de un ligero color de ocre puesto allí con un arte exquisito.
Los labios cuidadosamente pintados.
Al centro de la boca había plantado un círculo rojo con el mayor descuido y frescura y solo por seguir la moda.
Enjuagar con Odol.
Sus párpados siguen calientes y doloridos del colorete y de la ardiente luz de las candilejas.
Debajo de la barbilla lleva a manera de barboquejo una ancha cinta de goma; sus manos y sus labios están cubiertos de una espesa capa de crema.
La tibieza sedosa de un peinador.
Las pestañas alargadas y endurecidas con el rímmel.
Se había instalado delante del espejo y estaba empolvando el semblante serio y tranquilo. Trazó algunas rayas sobre su piel, la maquilló ligeramente y con todo se embelleció.
Un peluquero sin las relamidas ondulaciones modernistas.
Empolvarse con atención y minuciosidad con el espejito de la polverita.
El perfume de piel de España.
Los parroquianos del peluquero.
Los oficiales de la peluquería.
Los olores de las lociones.
Peinado a la brosse.
Cuidadas uñas de anémico.
El perfume amargo y dulce, de peligro y calma de la neviada, la florecilla que crece al borde de los caminos.
Con la adulación de los de su gremio el peluquero veía a su cliente ante el espejo y sonreía.
La paleta de su rostro cuyos colores avivaba avanzando la punta del morrito.
El moaré de su piel se aclaró ligeramente.
La frente cubierta de pelo fijado con agua.
Los dedos acicalados con la manicura.
El pelo cortado a la moda de la gran ciudad y perfumado agradablemente.
Saborear el gusto a violetas de la pintada boca.

Vian
Cheveux filasse, expresión con la que antes de 1755 se llamaba a los cabellos rubios.
Usaba un rouge muy pastoso.
Una matrona desagradable y cubierta de pintura.

Kerouac
El barbero me ha apreciado como buen cliente suyo y yo le correspondo y sigo acudiendo a su peluquería.

Ginsberg
Peluca de sangre.

W. Burroughs
Tónico capilar Bruno. Contiene cantáridas y no hay como eso para evitar la caída del pelo.
Publicidad de jabón Lifebuoy.

Koestler
Sintiéndose palidecer bajo el maquillaje de tono tostado.
Dedos con esmaltadas y aguzadas uñas.
Un cosmético celestial.
Sacó su polvera y tranquilizó sus nervios empolvándose y colocando rouge en los labios.
Sacó el espejo del bolso y, bajo el pretexto de arreglar su maquillaje, se complació ampliamente.
Manía de empolvarse cada cinco minutos, siempre que estaba nerviosa.
Se encontraba desesperada en el pantano de los espejos, batas, polveras y rodillas que temblaban.
Cabellos peinados con un gran moño clásico.

Grass
Permanente al agua.
Brocha de afeitar de pelo de tejón.

Hadley Chase
Pote para ungüentos de alabastro de la tumba de Tutankhamon.

Highsmith
Perfume Stradivari.
Lacitos de gro, cinta para el cabello.

Graves
Rizos delicadamente peinados y rubios de un danés.

Calvino
Los labios pintados con descuido de un rojo chocante.
El abultado chignon.
El falsete profesional del peluquero como un guiño.
La brocha cubría de espuma caliente.
Era un barbero joven, poco locuaz más por falta de fantasía que por reserva de carácter.
Sacó del bolso el estuche, se empolvó.
La cara ligeramente empolvada y un peinado severo.
Las manos muy cuidadas con las uñas lustradas, pulcras y uniformemente puntiagudas.
Peinado con meticulosidad.

Amis
Maquillaje brillante.
Se maquillaba con exceso.
La nariz recubierta de una buena capa de polvos de maquillaje.
El efecto logrado con el maquillaje.
Repeinado enérgicamente.
El corte de los cabellos resplandeciente y al ras.
Había pintado los labios con más esmero que de costumbre.
Sacó unos cosméticos de su bolso y comenzó a maquillarse.
Siguió hablando y gesticulando a ratos con la boca para pintarse los labios.
Los consejos de los periodicuchos de tercera sobre qué color de labios le va mejor a la tez de cada cual.
Había algo sutilmente extraño con su peinado. Se corta él el pelo, todo por no pagar los malditos dieciocho peniques que cuesta el peluquero.
Resumió sin casi maquillar.
Le habría venido de perlas un peine.

Miller
Pasó un dedo por los labios para distribuir el colorete de manera más pareja y estiró las medias.
(Foco)

Daninos
Se raser. Afeitarse y aburrirse.

Eco
Algun resorte estilístico, un pequeño repaso como esos ultimos toques que da el peluquero antes de poner el espejo detrás de la nuca.
La barba ha sido una máscara.
Aquellos tiempos el peinado atrás se llamaba la mascagna.
El lunes con sumas irrisorias respecto de la situación de la bolsa de valores, pero enormes para mí, compraba en la plaza unos botes de brillantina áspera como miel de panal y luego pasaba horas embadurnándome el cabello hasta formar un casquete plumbeo, un camauro. Después me ponía una redecilla para mantenerlos apretados.
El cabello a pesar de crecer en la superficie del cráneo semeja originarse en espiral desde un punto situado en la nuca allí donde es más endeble el peine.
Los cabellos escapan del insolente colback. Gorro o morrión de pelo de animal con forma cilíndrica.
La gente cree al que vende la loción para curar la calvicie.

O´Flaherty
Artículos de tocador.

Laing
Aplicar al rostro polvo blanco y lápiz labial rojo, un espeso maquillaje.
La angustia de lo tocante al peluquero es primordialmente la expresión de una angustia de castración al menos con cualquier acepción usual del término.

Duras
Peinarse con esmero.
Dispuesta, calzada con sus zapatos de charol de tacón alto, violentamente maquillada.
Llevaba el maquillaje de la víspera y bajo sus cabellos crespos y sin brillo tenía una carita orgiástica y sucia.
Sus ojos son muy oscuros, pintados de negro, fosas sin fondo donde el sentido se pierde.
Los cabellos negros teñidos de negro.

Plath
Soy hermosa como una estadística. Aquí está mi lápiz de labios.
Un pasador rosa de plástico.

Abetti
Los benéficos efectos sobre los organismos vivientes de aquella parte de la radiación solar que se encuentra entre el violeta y el ultravioleta y que consigue llegar a la superficie terrestre, es hoy día muy apreciada para fines terapéuticos, incluso se recurre a fuentes artificiales. Se ha descubierto que cuando la piel se encuentra expuesta a la luz directa del Sol, aparte del fenómeno del ennegrecimiento produce también vitamina D, esencial para la ejecución regular del organismo humano. Cuando recibimos poca radiación solar, los microscópicos laboratorios de nuestra piel no procuden más vitamina D, con el resultado de un desgaste general.

Robbins
Cabello dramáticamente peinado con raya en medio.

Burgess
Los polvos se le habían apelmazado en la cara.
Dar un toque de lápiz de labios, para el sano mundo del exterior.
Pulcramente peinada.
Labios rojo vermellón.
Una ligera arruga de ça pue.
Peinado con trenzas a lo Gretchen.
Un cabello Adonis tamaño convencional, rizos Caroline, puntas Jerry Cruncher.
Rizos byronianos rojizos.
Lápiz de labios, roja y grasienta pintura.
Masaje after-shave de Yardley.
(El doctor está enfermo)

Gloria. Cabello.
(La naranja mecánica)

Perfume Eucris.
Viejas pelucas del Iluminismo.

Testori
Brillantinas, cremas, coloretes, esencias, polvos, rimmel, jazmines y violetas; ora fuertes y excesivos, ora tenues y suaves.
Espolvorear el cuerpo con nubes de borotalco.

Robbe-Grillet
Uñas excesivamente rojas.
Los dedos de lacadas uñas.
Un sabio maquillaje, que hace semejar más grandes los ojos.
Párpados maquillados de gris sobre sus ojos verdes.
Una mujer sin edad, exageradamente pintada.
Peinada con bandós o con tirabuzones, que le llegan al hueco de la espalda sobre su carne blanca.
(La casa de citas)

Levin
Jabón Ibory.
Gel Vitabath.

Orton
El pelo teñido color jengibre.
Aclarar el pelo de un color azul plateado fantasmagórico.
Me he cortado el pelo en una peluquería de Knightsbridge. Me costó una guinea, por el estilo. Semeja natural, aunque es totalmente artificial. Filosofía que apruebo.
Sonrosada y empolvada, como un confite delicioso.
Armar mucho alboroto por el maquillaje.
(Diario)

Fowles
Patillas vulgares, ridículas.

Kirwan
Ambigüedades estructurales de alcance. <<Superfluo>>, de "Prueba con el secador de pelo superfluo".

Doctorow
Peinar a lo persiana para no semejar calvo.

Nooteboom
La plateada laca.
Extendió una segunda capa de colorete anaranjado sobre la primera, mate ya y deslavazada.
La mano izquierda de la manicura aguantaba la mano derecha como si fuera la de un paciente bajo el foco violento de un quirófano.
Un pulido de uñas.

Bernhard
Peinar el pelo con brillantina.
El pelo con raya al centro por aquella época estaba muy de moda.
El peluquero local.
Alternativamente empolvar el rostro y verse al espejo. Con la nube de polvos no ve nada ante el espejo. Espolvoreada, empolvada por completo.
Horrible manía de embadurnarse.

Niel
Según los economistas Fourastié y Armand, la automación reclamará pocos obreros y técnicos, mientras aumentará el numero de peluqueros, tintoreros, pintores, encargados de reparaciones, dentistas, médicos, profesores, empleados de banco y administradores publicos.

Arpino
Envuelto con el doble delantal se abandonó a los oficios del barbero.

Butler
El cabello es una proteína que contiene cisteína. En un estadio precoz de la formación del pelo, el azufre está en la forma no enlazada (cisteína) y las cadenas de proteína permanecen independientes. Ocurre una modificación química (oxidación), que provoca la unión de los azufres, lo cual da lugar a un endurecimiento del pelo. Las aplicaciones de determinados agentes químicos causa la ruptura de algunos de estos enlaces y el cabello se vuelve más flexible; al calentarlo se reoxidan y recombinan los enlaces, pero no necesariamente con los compañeros de antes, de suerte que se fija la forma que se les dio mientras estaban flexibles. Tal es el fundamento de la moderna ondulación permanente.

Moorcock
Peinado y vestido con elegancia. Su cabello y barba negros aparecían enlazados con bucles simétricos, las pobladas cejas teñidas de rubio, la piel artificialmente blanqueada, los labios pintados de un rojo vivo.

E. Vilar
El varón produce para la mujer el lápiz de labios beso-resistente, el make-up lágrima-resistente para los ojos, la permanente doméstica.
Una cierta extrañación producida por el maquillaje.
Hace falta mucha cultura para colocar y matizar el sombreado de un párpado; y hace falta verdadera especialización para escoger un lápiz de labios determinado y la técnica adecuada para optimizar la aplicación de la sustancia -con pincel o directamente, en estratos o no-, o para conseguir una razón óptima entre los efectos secundarios deseados y no deseados de unas pestañas artificiales.
Cultura en el terreno de la máscara femenina.
La mujer utiliza una cosmética refinada, que tiende a reservar su baby-look.
Pinta los labios y los párpados para que arrojen cierta luz húmeda, da al cabello tonos luminosos.
El mechón cae por la sien del modo deseado, el rosa del esmalte de uñas armoniza como es debido con el del charipé.
Un make-up natural para el primer rendez-vous.
Use lápices de labios que no tengan brillo nacarado, porque estos son los que dejan depósito en las arrugas.
Tiene que aplicar a los labios pomada, lápiz perfilador, lápiz nacarado y pulverización; las pestañas artificiales no se adhieren ya en bloc, sino pestaña por pestaña.
Sólo para el make-up de los ojos y las cejas, una mujer precisa: una tira de pestañas artificiales, pinzas y adhesivo especial para su fijación, lápiz de fondo, pinceles y tintes para las pestañas, eyeliner, o lápiz perfilador para los ojos, tres colores de sombreado para los párpados, dos colores de lápiz para las cejas, polvo para estas y pincel adecuado para su aplicación, cepillito para las cejas, pads aceitados para desmaquillar y crème especial para los ojos.
Culminación de la cultura femenina, su constante dedicación a la moda y la cosmética es actividad natural de unos seres infinitamente primitivos.

Holt
Las pelucas pasaron de moda y se eliminaron los polvos.

Charroux
Libro de Enoch, VIII: Azazyel enseñó a los hombres el arte de pintarse las cejas.

Raucher
El cabello, seda; las pestañas, telas de araña.
Los granos que cubrían su rostro, ni Max Factor era capaz de disimular.

Vidal
Suntuosos salones de Taylor, en Broadway.

Chevalier
Amuleto, ojo maquillado.
Bucle, rizo, símbolo de identificación. La forma circular del bucle encierra el significado en el significante.

Smith
Corte de pelo típico de Bond Street.

Renault
Skandix, perifollo, mascado alivia el mal aliento.

Kriegel
Un fondo de maquillaje.

Ludlum
Maquillaje Pinaud.
El aroma de Yardley.
Felicitar por el nuevo peinado.
Brillante es una palabra engañosa. Un peine es brillante.

Puzo
El cabello muy repeinado y lleno de pomada.
Los chismorreos de la barbería.
Las payasadas del barbero. Era uno de aquellos barberos que cortaban el pelo según su disposición de ánimo del momento; un día siguiendo los cánones de la moda, otro con plan divertido y al siguiente según el estilo de los campesinos. Con esas variaciones pretendía dárselas de artista.
La sólida mesa del tocador.
El cabello recogido con tres vistosas peinetas.

King
La cola de caballo atada con una cinta de terciopelo muy sexy.
Perfume Anaïs Anaïs.
Un pasador de plástico de pacotilla al cabello.
El delantal beige de barbero.
Los mejores cosméticos que podía comprar el dinero.
Pociones y panaceas y extrañas pomadas aceitosas.
Crema Nivea.
Unas tijeras de barbero.
Un cepillo con el nombre escrito a lo largo del mango de plástico rojo.

Keneally
El rostro afinado maquillado vívidamente.

Lapierre
Los establecimientos de Monsieur Malvaist y Monsieur Siret, los dos célebres peluqueros franceses que un astuto comanditario de Calcuta hizo venir de París.

Dieren
Del liquidámbar se obtiene una resina, el estoraque, para la elaboración de cosméticos y productos farmacéuticos.

McIntyre
Abelmosco. Fragancia.

Monteilhet
Tonstrina. Barbería.

McCullough
Cepillaba y secaba su pelo al sol después de lavarlo, para que se mantuviera brillante; perfilaba los ojos con una línea negra de stibium.
Maquillaje nupcial de crema y azafrán.
Un elaborado maquillaje.
Perfilaba cejas y pestañas con stibium, porque de lo contrario no se veían.
Stibium. Polvo negro a base de antimonio, soluble en agua, que se usaba para pintar las cejas y pestañas y perfilar los ojos.

Davis
Fina capa de antimonio en los párpados.
(La plata de Britania)

Un bote de saponita lleno de crema facial.
Una cabeza de rizos oscuros superpuestos con gran cuidado y sujetos en su sitio, mediante una cinta trenzada.
La falta de tacto del gremio de los barberos.
Baúl de emolientes del barbero.
Un auténtico barbero. Contarle chistes era perder el tiempo.
Tez bien cuidada, cabello melindrosamente peinado.
Ocuparse de una imperfección en la manicura.
Navajas hispanas, pomada de grasa de oca germana, del barbero.
Su melena tenía rizos de los llamados <<asistidos>>.
Linimento depilatorio.
Los barberos nunca atienden.
Navaja de acero noricano.
Una buena capa de pintura mercúrica le proporcionaba un aspecto radiante.
Las cejas depiladas hasta trazar dos finos arcos y teñidas, realce delicado.
Empezó a llover. Las damas del estrado empezaron a soltar chillidos de alarma, temerosas de que se les corriese el maquillaje.
(La mano de hierro de Marte)

Jacq
Por causa de Hattusa, una de las esposas diplomáticas de Ramsés, el precio de los ungüentos y aceites se ha doblado.
Pastilla compuesta de olíbano. Resina similar al incienso, juncia, caña aromática y caña de Fenicia, mezcla que garantizaba el buen aliento.

Hailey
Cejas de escarabajo.

Holt
Las pelucas pasaron de moda y se eliminaron los polvos. Los hombres se estaban volviendo descuidados en su atuendo, liderados por Charles James Fox, para demostrar su simpatía hacia la agitación, mientras Pitt y los Tories se negaban a aceptar las nuevas costumbres y usaban chalecos rojos, para hacer evidente su adhesión a la soberanía.

Werber
Cabellos negros cortados a lo Louise Brooks con un pesado flequillo.

Goncharenko
A finales del siglo XVIII, se transformó el peinado. A las intrincadas arquitecturas en la cabeza sucedieron bucles sueltos y moño griego.

Sanders
Maquillaje imperceptible.
Era un espectáculo de relucientes colores; pelo metálico, ojos embadurnados con pestañas que semejaban ciempiés, una enorme boca roja, mejillas empolvadas.
Uñas como garras pintadas de tono anaranjado. Un Picasso andante.
Agitando sus pestañas de plumero.
Un moño color gris metálico con dos lápices ensartados.
Parte de su atractivo lo debía al artificio.
Las uñas de los pies pintadas de un rojo oscuro como el de la sangre coagulada. Un brazalete de esclavo de finos eslabones dorados alrededor del finísimo tobillo.
Pelo fino, platinado, cepillado.
Un lifting facial.
Reposadamente su cara era una máscara bellamente pintada, triangular, de pómulos altos.
Esmalte de uñas marrón oscuro.
El peinado estilo adolescente.
Debajo del espeso maquillaje la piel se notaba cansada, rugosa.
Pulcro arreglo de manicura.
La atención de un esmerado peluquero.
El peinado daba la impresión de haber sido fabricado por un plantel de carpinteros.
Peinado arquitectónico.
Maquillar un cadáver.
Guardé los artículos de tocador dentro del botiquín del baño.

McGrath
Jabón carbólico.

Rambaud
Joly, peluquero de moda. Moño a la Nina.

Cohen
Paradoja del barbero. El barbero de un pueblo es "un ser humano, que afeita sólo a aquellos hombres del pueblo, que no se afeitan propiamente". ¿Es el barbero un ser humano que se afeita? Si lo es, entonces no lo es, y si no lo es, entonces lo es. De aquí se sigue, que el barbero a la vez se afeita y no se afeita. Esta incoherencia muestra que la aparentemente inocente descripción expuesta en cursivas no puede ser aplicada a nadie.

Guhl-Koner
Lékithoi, para guardar ungüentos.
Barbero, koureús, inquilino hablador.
En Atenas, los hombres solían llevar el pelo largo, atado en la parte superior de la cabeza con un lazo (króbulos) sujeto con una horquilla en forma de cigarra. Vieja costumbre ática.
Peinar hacia atrás el pelo y atarlo en un nudo gracioso. Kórimboi.
Peines. Kteís.
Jabón perfumado, smêgma.

Jennings
Jabón de Valencia.
Empolvan la cara con un atractivo color pálido las venecianas adultas.
Pestañas como garras dirigidas al corazón.
Ligeros adornos de al-kohl alrededor de los ojos y de zumo de cerezas rojas sobre los labios.
Imponer una regla, no enmascarar la belleza con cosméticos; polvos de arroz, tintes chillones, depilar las delicadas cejas.
Peines enjoyados y agujas para el cabello.
Sus ojos estaban oscurecidos y alargados por una aplicación de al-kohl que perfilaba los párpados y los extendía.

Potter
Emulsiones y lociones.
Como un esmalte de luz brillaba sobre su piel joven.
Una loción corporal hidratante, filtro solar y crema anticelulítica.
Cutis de ángel.
Las inmóviles esculturas de cartón representando una joven de vacaciones, que solía haber sobre la acera frente a la puerta de la farmacia.
Dos fosos gemelos de kohl.
Pasó los dedos como salchichas por el pelo ensortijado.
Rímel azul.
Refrescos, bronceador y cosas que no proporcionan alivio.

Vanoyeke
Mejillas de tono rosado con orcaneta.
Cártamo, azafrán bastardo, planta de la que se extrae la cartamina utilizada para la elaboración de cosméticos.

Themerson
La madura desnudez que rezumaba de sus delgados peinadores.
Hay una diferencia de las dos especies de signos. Están los signos naturales como el humo que indica la existencia de un fuego. Y están los signos artificiales como la vacía del barbero que está suspendida del revés ante una tienda indicando que hay un barbero-cirujano.
Las uñas largas y perfectamente manicuradas.

Miller
Máquinas de afeitar Remington.

Waluszek
La planta de la canalaria del Brasil aporta partículas de agua a las células de la piel y produce un espectacular rejuvenecimiento.

Ford
Probar cosméticos, hacer y deshacer peinados.
Dentrífico Ipana.
El pelo peinado y brillante.
Peinado reciente.
Acondicionador Wildroot.
El pelo peinado hacia atrás de manera apelmazada.
Llevaba la cara maquillada con polvos que enmascaraban la tosquedad de su tez.
Peinado esmeradamente.
Una pastilla de Palmolive.
Un frasco de hamamelis de Virginia y productos para el afeitado.
Un peluquín hacho de un material que simulaba un pelo negro brillante y lacio que se asentaba a lo alto de la cabeza y que no parecía menos natural.

Franceschini
Las jóvenes romanas habían abandonado el austero uso de las cintas en favor de moños complicados.
Ornatrix. Peluquero.

Larsson
Maquillar la verdad.

El trío de la Dama Negra
Despeinar con una caricia.

Tomalin
Al son de la música con un peine de bolsillo.



Sus labios eran rojos, teñidos de sulfuro de mercurio.

Perfumes. Narcisse Noir, Coeur de Carnation, Fleur de Lilas.
Fougère, obtenido del helecho, capilar.

Esencias de terebinto.

Gama de perfumes Red (Versace, Voss, Arden).



Ana Kontroversy



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