La duquesa de Croucy es amante de un banquero hebreo. La Iglesia se preocupa. El prelado notifica que se cree que la ruptura del vínculo no es apropiada. Bastará actuar respecto de este asunto, que por ser de carácter privado se allega íntimamente a las instrucciones recibidas de la Nunciatura. Encomienda escoger un consejero para la duquesa.
El marido, el duque de Croucy, príncipe de Clar, dobla la edad de la duquesa. Es un buen juego el del casino esta noche. Croucy y Gotlieb ocupan un banco de asociación.
Las ternuras de Justin Gotlieb con la duquesa no eximen al duque de sus deudas y el consejo de administración exige para las hipotecas la firma de la duquesa.
El padre Silvian, jesuita, fue designado consejero de la duquesa. Cuentan con él para anegar el escándalo. La duquesa y el banquero son padres de un bebé.
La duquesa refuta la firma. Decide rescatar el resto del patrimonio del hijo. El duque se siente airado.
La influencia del padre Silvian crece día a día y pretende que su protegida siga el camino del deber.
El padre Silvian visita el domicilio de Gotlieb. Entrega al banquero un comunicado de Agnes lleno de angustia, del menester de romper el enlace y vivir de la memoria. Gotlieb quiere volver a verla.
Veinte años después, el joven duque Teobaldo de Croucy, un enérgico nuevo Alejandro, se lanzaba a los conflictos políticos y sociales que agitaban su país. Gotlieb invierte dinero para la Defensa Laica. Las sumas pagadas por la Banca Gotlieb llegan a los dos millones tras casi dos años, empleados para la desorganización del país.
Los socios del club pretenden con buenas razones provocar al banquero. Teobaldo se enfrenta con Gotlieb delante de todos. Su presencia es una ofensa. Espera conseguir la dimisión como socio del Círculo. Le urge a terminar y lo destoca del sombrero de copa con el bastón. Tras el grave accidente hubo una transferencia de padrinos.
Teobaldo informa al consejero por teléfono que hizo justicia. El arma del banquero era el dinero y él le golpea con el arma de los caballeros, la espada. La duquesa se debilita ante la sinrazón de Gregénoy, como llama al hijo íntimamente. Pretende disuadirle sin conseguirlo. Y para eludir el duelo la Iglesia autoriza a la penitente a ver de nuevo al banquero.
El reencuentro de los amantes transcurre distante a causa de las adversas circunstancias. La duquesa ruega que no envíe padrinos al hijo. Cosa difícil, porque el banquero pertenece a gente que lo vería con mal ojo.
Y el hijo levanta la mano sobre él. Al viejo corazón nada puede conmoverlo. La llegada de Teobaldo y la prudencia del reverendo Silvian van afines con la resolución de Gotlieb de perseverar con entusiasmo. Cuando abre la puerta el estupor se apodera del joven.
La confusión y el cansancio de Teobaldo fueron desembrollados por el consejero. A su alrededor se agita otro ser que le causa horror y espanto. El bastardo, el fruto de una de aquellas uniones que desesperadamente combate.
Llega la hora del padre y el hijo. Cuántas vueltas para espiarlo. Ofrece ser útil de alguna manera. El padre se espanta ante la idea del convento. Pertenece a la raza que lucha y que vence y no a la que envejece dentro de un convento.
Teobaldo opta por el suicidio. Gotlieb espeta al consejero que su acción queda completada. De esa manera es como libera al mundo.
Inclinado fatalmente, el joven duque se apaga.
Un film italiano de Antoine del teatro de boulevard de Henri Bernstein.
Ana Kontroversy
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