sábado, 18 de mayo de 2013

FRANÇOIS TRUFFAUT. ADÈLE H., 1975








Halifax. 1863. Adèle (Isabelle Adjani) consigue pasar desapercibida de los aduaneros del puerto. Oculta su verdadera identidad (hasta avanzada la cinta no se informa realmente del ilustre apellido que ostenta, ya que Adèle es hija del escritor Victor Hugo), sigue al joven que ama, un teniente del ejército inglés.
Instalada en una agradable pensión visita a un notario para encontrar al amado.
Da con la pista de Albert (Bruce Robinson) en una librería  y el librero (el cual se enamora de la joven) la informa de la fama de sus deudas y andanzas.
Adèle exhibe una gran afectación a causa del amor frustrado intensificada con el fallecimiento de su hermana Leopoldine tristemente ahogada. Algunas ocasiones asume el personaje de Leopoldine y las pesadillas atroces y repetidas son una lucha con el agua que la arrastra bajo las profundidades.
El primer contacto con Albert es propiciado por el casero de la pensión, el cual asiste como camarero al baile de oficiales. El mensaje no existe. "El teniente leyó la carta, pero no me entregó contestación ninguna". El inquilino comenta con la mujer que ni siquiera la leyó. Adèle respecto al nexo con el joven había explicado que eran primos.
Las noches transcurren con sufrimientos y pesadillas. Con su obsesión de verle le confunde con un oficial cualquiera de la calle (es el propio Truffaut).
Había escapado de casa y los padres le enviaban dinero.
Albert decide visitarla y Adèle sumergida bajo un crispante nerviosismo escuchará "...Es inútil que te quedes en esta tierra. Nada puedes hacer aquí... Tu padre me ha despreciado siempre. Nunca tendrás el consentimiento". A pesar de la indiferencia lucha para conseguirlo o no perderlo del todo. "Si no me quieres permíteme, por lo menos, que te quiera yo". Pretende persuadirlo de cualquier manera, desde chantajearlo con delatar su conducta hasta darle dinero ("...Para que pagues tus deudas de juego").
Una corta secuencia muestra a Adèle invocando el ánimo de Leopoldine para que la ayude ante la adversidad.
Persigue a Albert hasta las citas clandestinas. Después de acechar un encuentro con una viuda anota en el diario que ya no tiene ni celos ni orgullo. Realmente lo perdió todo y no le importan las infidelidades del teniente. "No doy mi cuerpo sin mi alma, ni mi alma sin mi cuerpo".
La frustración la afecta por completo, descuida hasta abrigarse el invierno. Un crudo día de nieve se desvanece al salir de la librería donde compra grandes cantidades de resmas para el diario.
El médico diagnostica un inicio de pleuresía y a través del doctor y de una carta que Adèle envía a los padres es desvelada su auténtica personalidad.
El obsesivo amor que experimenta crece y aprovecha hasta el mínimo instante para recordarlo al teniente. En los bolsillos de una chaqueta que envía a limpiar mete hojitas con declaraciones como ""Yo no soy yo sin ti", "Este momento no te quiero" o "Me estremezco de amor. Por favor, no me esquives".
A requerimiento de la hija, Victor Hugo envía el consentimiento de matrimonio.
Durante una fiesta para no comprometer a Albert luce un varonil smoking y da la noticia. Con un cementerio como escenario afirma hallarse dispuesta a todos los caprichos y libertades. Albert  razona "Cuando se quiere a alguien se le otorga libertad". Adèle se resigna "Sólo te pido una cosa. Que antes de separarnos definitivamente me digas si podrías quererme". Las frases como esta con matices de humildad no suponen nunca sino un enrollamiento, una pretensión de ver si el amor cede.
Victor Hugo decide anular la unión y publicada la noticia acarrea problemas al teniente con los superiores de rango. Decepcionado el escritor de la irresponsabilidad de la hija obtiene como contestación a la carta que la llama a la prudencia y la invita a casa "Ninguna fuerza humana me hará abandonar Halifax mientras el teniente se halle aquí".
A Adèle nada la retiene. Envía a prostitutas pagadas para que satisfagan a Albert; pretende comprar a un mago hipnotizador al que uno de los colaboradores (vestido de guardia, camuflado con el público y que pasmó a la concurrencia) destapa el fraude; persigue a Albert con las prácticas con el pelotón.
Ante la noticia de la próxima boda del teniente visita la casa de la novia y ofrece como una confidencia al padre, un juez burgués, que el futuro yerno es su marido y que se encuentra encinta.
La salud mental y física de Adèle es minada a pasos agigantados, pero no vacila seguir a Albert hasta el próximo destino. Las Islas Barbados.
La alienada cantinière arrastra sus harapos a través de las callejas de las islas caribeñas. Es perseguida y centro de las burlas de los niños y recogida por una buena mujer isleña. Informado Albert y ya casado se hace el encontradizo. Una dilatada visión para la perturbada joven.
La señora escribe a Victor Hugo y Adèle retorna con la familia.
Unas fotos del fabuloso y concurrido entierro de Victor Hugo y unas imágenes con las cuales Adèle H. se precia de haber sido la primera mujer que no escatimó viajes, distancias ni impedimentos para seguir al amor son el final del film.


Ana Kontroversy 


1 comentario:

  1. haber si pones todas las pelis de truffaut es el mejor director de cine de tods los tiempos .De ke pagina las sacas'?

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