domingo, 19 de mayo de 2013

ANDREI TARKOVSKI. ANDREI RUBLIOV, 1966






Un experimento aerostático. El calor propulsa la bolsa. Librado a las corrientes de la atmósfera, el aeróstato tiene un navegador. Admira conmovido el paisaje. De pronto, pierde altura y es azotado a tierra.

El Bufón. Año 1400

Tres monjes viajeros, amantes del arte, uno de los cuales es Andrei Rubliov (Anatoli Solonitsyn), marchan hacia Moscú en busca de una tarea, en la sospecha de que tiene que haber muchos pintores. Perseguidos por una persistente lluvia, requieren la autorización de resguardarse en un granero, en el que asisten a la representación de un bufón, que canta a los juglares y hace burla  del boyardo y la boyarda. Después de la atracción, permite que las ráfagas le refresquen. Unos guardias hacen presa de él, le golpean y quiebran el instrumento de música, un tipo de dulcémele.

Feofan Grek. Año 1405

Kiril, uno de los monjes, tiene contacto con Grek, un famoso pintor. Cuentan chismes acerca de Rubliov. Pinta con habilidad, pero le falta mucho. Los colores son apagados. Grek pinta deprisa, si no se aburre. Le encargaron decorar en Moscú el templo de la Anunciación.  Solicita al monje como ayudante. Su camino es otro. Sin embargo, enjabelgará gratis, pero tiene que buscarle en el monasterio y, delante de todos solicitar su ayuda. Y también ante Rubliov.
Un mensajero contacta con Rubliov. Grek le reclama en Moscú. Kiril es olvidado. Enojado, decide despedirse. El monasterio semeja un mercado.

Pasión de Andrei. Año 1406

Rubliov instruye a Fomá, el joven aprendiz. Permaneció tres años en una celda, antes de pintar un icono.
El artista conversa con Grek. Los moscovitas entregaban su cabello para ser libres. Las mujeres de Rusia viven infelices y humilladas. Y el pueblo es ignorante. Grek comenta que la culpa es de su propia ignorancia. Todos le olvidarán en poco tiempo.

La Fiesta. Año 1408

Cercano el verano, aunque el frío no remite, jóvenes desnudas halagan los requerimientos de los hombres. Apresan a Rubliov, a quien llaman reptil negro. Atado a un árbol, le advierten que colgarán una piedra de su cuello. La joven Marfa explica que esta noche deben amar. Rubliov amonesta a la mujer El amor tiene que ser puro. Marfa pretende excitarle. Y le desata. En un ritual, echan al agua una barca con un atadijo que figura un cuerpo, con una vela encendida.
Rubliov aparece lleno de arañazos ante los discípulos. Los paganos persiguen a los campesinos. Marfa, desnuda, escapa nadando a través del pantano.
El prelado se encuentra furioso. Habían de terminar las pinturas del templo hace meses. El prelado envió una queja al Gran Príncipe. Rubliov tenía que haber iniciado "El Juicio Final". Había bosquejado un diablo que echa humo. Aunque no puede pintar eso. Le repele. No quiere asustar.
El Gran Príncipe supervisa la decoración del palacio. Rubliov, al lado de los pintores, divaga. Habla muchos idiomas humanos y no sabe amar. Es como el puñal que rasga el aire. Pero no tiene amor, no es nada. El amor no envidia, no es orgulloso. No se enfurece ni comete desmanes. No se preocupa de si uno concibe el mal. La mentira no le alegra, goza de la verdad. Todo lo abarca, todo lo cree. El Gran Príncipe estima delicada la realización, aunque quiere que la rehagan. Como castigo, el centurión ciega a los artistas.
Rubliov mancha las blanqueadas paredes del tempo. Una joven muda, descalza y sin abrigo, se refugia en la iglesia. Sensible, solloza al ver la pared manchada. Transporta paja en la que descansar.

La Invasión. Año 1408

El Príncipe es avisado de la incursión de los tártaros. El hermano, el Gran Príncipe, marchó a Lituania. Él dialoga con el tártaro.
El Príncipe y el tártaro planean invadir Vladimir. No es una ciudad cualquiera. Los habitantes huyen y la ciudad es incendiada. Fuerzan con un ariete las puertas de la catedral, en la que se esconden algunos ciudadanos, y también Rubliov.
Los tártaros, en busca de oro, escarnecen a los habitantes. Un ciudadano, al negar la información, es reducido por los golpes y el fuego. Los ojos vendados, el aceite hirviente desgarra sus músculos, arrastrado por caballos, en el delirio, agita las manos con anhelo.
Nada resulta horrible como cuando nieva en un templo.

El Silencio. Año 1412

Rubliov acude al templo, en compañía de la joven muda, en el que se resguardan los artistas tuertos.
Ante la falta de alimentos, la joven, hambrienta, recoge los trozos de carne, que los invasores tiran a los perros. El jefe de los tártaros se encapricha de la pobre sordomuda. Quiere adherirla a la Horda y que sea su mujer. Todos los días comerá carne de caballo y beberá leche de yegua. Rubliov la defiende. Pero prefiere al tártaro.

La Campana. Año 1423

Boris, un jovencito imberbe, el hijo del fundidor, al que la peste aniquiló, es el encargado de fundir la campana de la catedral. Sabe el secreto de las campanas, posee la habilidad del arte de prepararlas. Los fundidores deben cavar el hoyo de la fundición. El joven selecciona las tierras convenientes para los moldes y controla los procedimientos de fundición. Estruja la tierra con los dedos y escucha el crujido. Por fin la encuentra en un resbaladizo barranco. Construyen el armazón, al que prenden fuego con leños. Utensilios de plata constituyen la materia. Los hornos, al máximo de fusión, sueltan los canales de metal. Descortezada, la majestuosa campana es una pieza digna. Boris, recostado al lado, habla con el instrumento.
Nikón reclama a Rubliov, porque el talento del pintor refuerza su poder.
La instalación de la campana requiere un gran esfuerzo. La colocan antes de construir los muros de la catedral. El Gran Príncipe, tras hacer justicia con el hermano rebelde, acude al ritual, acompañado de un embajador italiano y de otros extranjeros. No es reconocen a Boris como el artífice. El profundo sonido de la campana despierta el agrado de los que asisten al acto.
Rubliov invita a Boris, desolado por el desdén sufrido, al convento de la Trinidad, donde que realiza su cima estética

El Juicio Final.  



Ana Kontroversy








       





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