En la Escuela Superior, la asignatura de latín es la preocupación de los jóvenes alumnos, a causa de la excesiva exigencia del profesor que, vara en mano, los amenaza seriamente. Jan-Erik Widgren (Alf Kjellin) es la víctima del día. Consta como que no estudió la lección, y le pillan copiando de una nota. Y sólo faltan dos meses para el final del curso. Los compañeros tachan al profesor de monstruo y sádico. No ven la hora de desembarazarse de este tormento.
El suceso llega a oídos del padre de Jan-Erik, quien, en la mesa, a la hora del almuerzo, exige explicaciones.
Después de dejar a Sandman, un amigo, en casa, Jan-Erik repara en una joven, la cual se tambalea en las escaleras de un subterráneo. Es Bertha Olsson (Mai Zettrerling), empleada en un puesto de tabaco. Quiere ayudarla. Bertha coquetea y apremia a que la deje tranquila. La acompaña hasta el domicilio, francamente ebria. Ruega a Jan-Erik que no marche. Alguien puede llegar, uno que la espía. Finalmente, no resiste la atracción. Promete volver a verla.
El padre de Jan-Erik acecha en la habitación, cuando regresa a altas horas de la madrugada. El silencio es más elocuente que las palabras. Aunque el joven se desploma en el lecho.
El tutor del grupo discute con el profesor de latín (Stig Järrel). La suya es una profesión con vocación. El otro argumenta que estuvo enfermo. Sin embargo, se aplica con objetividad, y no cambiará de método. El tutor había comentado el caso de un alumno angustiado por el tema, y el profesor entendió que era Widgren. Cuando le encuentra, aclara que no desea hostilidad alguna, aunque prohíbe el modo como escudriña.
Jan-Erik frecuenta la compañía de Bertha. Toca el violín para la atractiva joven. Una estrella semeja pender del cielo, sujeta a un hilo invisible. Bertha sigue aterrorizada por el que la acosa. Sintió que buscaba meter la llave en la nueva cerradura. Tuvo la sensación de que la seguía por la calle. Aquel al que llama monstruo, la telefonea. Implora a Jan-Erik proteción. Le entrega una llave del piso.
Cuando despedía al amigo en la escalera, una sombra arrastró el espectro por encima de los dos. Y, ya en la cama, Bertha vio aparecer al profesor de latín.
El día previo al examen, el educador apareció vestido como para un funeral. Jan-Erik fue el primero en terminar la prueba. Acude directo a casa de Bertha. La encuentra borracha y silenciosa, no contesta a las preguntas que formula. Decide contar que él se sienta y juega con el cuchillo. Espeta una verborragia de cosas sucias. Después de un rato, deviene nervioso, y empieza a caminar por la habitación. Tiene las manos horrendas y blancas, con los dedos peludos. Jan-Erik, impulsado con esta historia, preferiría que le dejaran en paz.
Falta una semana para el ultimo examen. Es una locura. Todo es mísero, insensato, ridículo. Hoy, Widgren, comenzará la traducción. Pero, con desafío, replica que no se encuentra preparado. No se hallará en grado de afrontar un examen. Es un bautismo de fuego. Y nada hace por superarlo.
Jan-Erik se encontró indispuesto en una de las lecciones. Cuando marchaba a casa, se desmayó en el corredor de la Escuela. El doctor diagnostica fatiga. Asimétricos y curvos, esqueléticos y desnutridos, pecho hundido, vista fatigada de la lectura, anemia y vida sexual irregular.
El joven estudiante sufre una alucinación. La sombra del profesor se acerca y exige tratar el ablativo latino. Y Bertha suplica ayuda. El fantasma impulsa a Jan-Erik a asesinarla, es demasiado pobre en la lengua muerta. Si sucumbiese, tal vez lo aprendería sin esfuerzo. Y lo salpica con una gota de tinta en un ojo. Es desplazado de la cama.
En el piso de Bertha, el profesor reconoce que tiene miedo. Es como si notase una mancha blanca, de fuego, en la cabeza.
Un luminoso día, Bertha retiene en la calle a Jan-Erik. Entiende que se halla enfadado. Y es cierto, quiere ignorar que existe. El profesor pasa al lado de la joven y da la impresión de no haber visto nada. Cuando llega a la altura de Widgren pregunta por su salud y comenta el escaso tiempo que resta para los exámenes.
Jan-Erik no logra concentración en el estudio y decide visitar a Bertha. Ya que no responde a la llamada, usa la llave. Como es habitual, Bertha ha bebido y aparenta dormir en silencio. Pero, al tocarla, el cuerpo se desvanece fuera del lecho. Jan-Erik escapa del escenario desconcertado, pero da marcha atrás, y encuentra, sentado en un rincón del hall, al profesor, que grita que no fue él.
Arrestado, tras telefonear por propia iniciativa, sigue sin aceptar que fue el autor del homicidio. Extremadamente nervioso, no deja de recalcar al doctor que no es un criminal.
En realidad, Bertha falleció a causa de la bebida, un corazón débil y la desnutrición. Fue un infarto.
El profesor lanza muchas acusaciones a Widgren. El director de la Escuela quiere enterarse de la versión de Jan-Erik. Es verdad. Frecuentaba a la fallecida, la cual no tenía buena reputación. Esto, unido a la negligencia, bastaría para expulsarle. A Jan-Erik no le importa. No obstante, esta no es la cosa sustancial. Tiene que prescindir de la reflexión personal.
El director llama al profesor de latín. Jan-Erik lo acusa de atormentar a Bertha Olsson, la hizo intoxicar y la torturó. Si es expulsado, al profesor deberían golpearlo. Lo empuja y lo llama monstruo. El profesor ruega el perdón. Jan-Erik le propina un puñetazo. El director ordena salir al impetuoso alumno y plantea al educador que considere retirar la acusación. Debe tener en cuenta el futuro del muchacho.
Los padres de Jan-Erik lamentan la expulsión. Tendrán que superarlo. Decidido a ausentarse del hogar, la madre suplica que no los deje.
Un día lluvioso, un gran numero de alumnos aguardan los resultados de los exámenes finales. Todos fueron promovidos. Jan-Erik camina incomprendido bajo la tormenta.
Asiste al cementerio. Vivirá en casa de Bertha.
Recibe la visita del director de la Escuela. Quiere que vuelva a casa con los padres. Se encuentran muy preocupados. De súbito, aislado de la sociedad, escapa de la desesperación. Culpa a la Escuela. No puede cancelar la expulsión, pero promete ayuda de otro modo. Pretende reportar a Jan-Erik a la gente. El tiempo pasa, y se hallará en condición de meditar sin dolor. Es preciso encontrar un significado en lo que sucede, aun cuando a nuestros ojos puede aparecer injusto y duro.
Con la marcha del director, Jan-Erik se derrumbó en una crisis de lágrimas.
Cuando salió a la calle, encontró al profesor, que quiere saber si habló con el director, y declara que le falla la salud. Ninguno quiere su amistad, lo rehuyen espantados. Jan-Erik lo dejó profiriendo gritos en la oscuridad.
Jan-Erik, con una sonrisa, desde las alturas, desciende, campo a través, hacia la ciudad.
Guión de Ingmar Bergman.
Ana Kontroversy
Awesome blog!!!
ResponderEliminarI THINK SO!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarCOME BACK ANA!!!
ResponderEliminarWE (L) U