viernes, 22 de febrero de 2013

JULIEN DUVIVIER. DAVID GOLDBERG, 1930





Las trepidantes primeras décadas del siglo XX. Los grandes navíos, los trenes, los aeroplanos. Y las agitadas sesiones de la Bolsa.
En el retorno al hogar, el corredor de bolsa David Golder (Harry Baur), encuentra a Marcus, un socio con  menester de dinero. Hicieron negocios en México, y Golder proyecta un tratado con el petróleo del Soviet. Pero no podrá ayudarle. Y no le importa. Marcus se arruinará.
Después de cenar con un colega judío, quien camina de puntillas, como si volara, ya que nunca toca el suelo, y que comercia con esmeraldas y diamantes, la salud de Golder sufre una recaída. Trabaja demasiado. Está fatigado. Mañana viaja a Biarritz. Diez días de calma. Comenta el tren de vida de la mujer y la hija: Deauville, Biarritz, El Cairo, el yate. Constantemente exigen dinero. Ha recomenzado veinte veces.
En la calle, Marcus se suicida. Un disparo de revólver.
El Casino de Biarritz en lo más intenso de la season. Joyce (Jackie Monnier), la hija, es una joven de diecisiete años, coqueta y sofisticada. Gloria (Paule Andral), la mujer, tiene un amante, Hoyos (Gaston Jacquet).
Golder llega al casino, después de enterarse de que la esposa compró un Rolls. Adora a la hija. Joyce    presenta al banquero a Alec, de quien se halla enamorada, un príncipe, una alteza.
En la habitación que Gloria reservó, en realidad, un cuarto ropero, no espera a pedir dinero.
Rodeados de lujo, Joyce quiere un auto nuevo, un Bugatti, que alcanza los 150 a la hora. Golder tiene que pagar la consumición de una larga mesa de invitados, que pasan la cuenta de uno a otro. La hija sugiere que juegue al baccarat. El amante de Gloria rumorea que los negocios del empresario son una calamidad. Si   falleciera, ¿habrá reflexionado en la situación de la esposa?
Mientras apuesta en la mesa de juego, Joyce queda dormida en un sofá. Gana cien mil francos. Pero sufre un ataque. Convalece en el hospital, y el médico diagnostica una crisis de angina de pecho. Tendrá que renunciar a los negocios, seguir una dieta y descansar. Joyce le agasaja con una serie de carantoñas por la adquisición del coche.
Gloria revuelve en la habitación del enfermo y toma el dinero de la cartera. Plantea las inciertas circunstancias en que se encuentra, los acreedores que le saldrán al paso. Con perversidad, informa al convaleciente de la enfermedad que padece. Golder replica que si los diamantes no son nada, y retorciéndole el cuello con las piedras, recuerda el ghetto de Getzniev, la tienda del padre, un usurero, y cuando corría con los zapatos rotos y los pies fuera del calzado. No recibirá más de él. Quiere que Joyce sea rica, pero ella no verá un céntimo. Gloria, intrigante, responde que Joyce no es suya, sino que es hija de Hoyos. Golder la agarra por el cuello, pero le faltan las fuerzas.
Joyce y Alec en el auto por la campiña, a gran velocidad.
Transcurridos veinte días, David Golder se encuentra en disposición de abandonar el lecho.
Los enamorados retozan al lado de una turbulenta corriente. Planean viajar a India.
Encuentro con Hoyos y Gloria, la cual desea que venda la villa. Golder se halla cansado de trabajar para otros. Retirado de los negocios, ordena que envíen las cosas a París.
En el tumulto de la Bolsa, las transacciones de Golder se encuentran a cero. Creyeron en una maniobra, pero fracasaron todos. La banca Franco-Camboyana, con sus valores, ha saltado.
De regreso a la casa, vacía, sin muebles, excepto la cama y la mesita de noche, aguarda el socio de Berlín, Tubingen. La general de Petróleo ha expendido dos comisiones a Bakú. El Soviet rehusó definitivamente. Hace seis meses podían poseer todo el Cáucaso y el monopolio del petróleo. Calcula que habrá preservado sus acciones Desk. Las tiene, pero no harán el negocio juntos, porque no puede trabajar. Está enfermo, prefiere vivir, a ganar dinero. No obstante, tendría que ir a Bakú. Sólo él puede ultimar el negocio. Conoce   el ruso.
Dispuesto a dormir, recibe la visita callada de Joyce. Se casó con un viejo, conocedor de la ruina del padre. Habituada al dinero, la culpa es del progenitor. Llora la actual miseria. Golder expresa a la hija el rumor de Hoyos, pero no hay otro más que él. Suplica que emprenda algún negocio. Envía a Joyce al notario. Le proporcionará ciento cincuenta libras al mes. Por el momento, tiene que contentarse con esto. Pero dentro de seis meses, será rica. Parte para un viaje y, al regreso, podrá casarse con Alec. Llama a Tubingen.
Tras disputadas negociaciones, estipula las condiciones del contrato con los rusos. La Sociedad Tubingen Petroleum Trust Company, tiene permiso para construir una refinería, un pipe-line (oleoducto), edificios y todo lo preciso. La duración de la concesión: 99 años. A la expiración del contrato, las construcciones mencionadas y la estructura, devendrán como propiedad inalienable del gobierno soviético.
Retorno en una ajada nave. Los emigrantes polacos cantan himnos. Golder, agotado, casi no puede caminar. Le asiste un joven judío, quien habla en yiddish. Acomoda al viajante en un catre. Viaja a París y a Nueva York. David Golder ofrece su cartera y entrega la dirección del notario. Deposita sus ilusiones en el muchacho, encomienda lo mejor para Joyce, y garabatea en un papel. El barco bate las estelas de la mar. 

Ana Kontroversy

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