miércoles, 9 de enero de 2013

REX INGRAM. THE CONQUERING POWER, 1921








De los elementos que controlan el destino del hombre, riqueza, extravagancia, pasión, fracaso, avaricia, deshonestidad, pobreza, paciencia, miedo y amor, el más grande de todos es el amor, el poder que lo consigue todo.
Charles Grandet (Rodolfo Valentino), el hijo del banquero, y su heredero, tuvo una vida alocada y libre de preocupaciones en la capital francesa. Celebra pródigamente los veintisiete años de una mimada y ociosa existencia. En el formidable convite, con danza del vientre incluida, no contaba con el regreso del padre.
Victor Grandet recibe un telegrama, con negativa del avance de una cantidad de dinero. Explica al hijo que siente el peso de la edad. Hace veinticinco años que no ve a su hermano, y le gustaría que curase la brecha del tiempo. Razón por la cual envía a Charles.
Noyant es un paraje dormido en la zona vinícola. En el escenario de la casa provinciana, el padre Grandet contaba con los luises de oro, que Eugénie (Alice Terry) tenía guardados, año tras año. Al cumpleaños asisten los tres Cruchot. El notario y el abad habían puesto el ojo en Eugénie para el soltero de la familia. También se hallan invitados los Des Grassins, el banquero del lugar, quien anda detrás del dinero de Grandet para su hijo Adolfo.
Cuando Charles llega a la villa, repara en el castillo de Froidfond. Pero el padre Grandet vive en el pueblo. Queda impresionado por la rusticidad del entorno. Seguido de un elegante caniche negro, presenta una carta  que explica la especulación de la fortuna, los millones perdidos y la infamia sufrida en París. El banquero ruega, con desesperación, la protección.
Victor Grandet se suicida. La noticia impacta a Charles.
Con el sobrino de nuevo en París, Grandet hizo un astuto uso de los pretendientes de la hija. Preferiría verla muerta, que casada con Charles. Eugénie escucha el pronóstico y sufre por la decisión.
Charles vuelve con el equipaje, resignado a vivir en la miseria.
Avanzada la noche, Grandet cuenta el oro que posee. Debe conseguir un beneficio de la ruina del hermano. Esconde los sacos llenos de oro en un hueco de la pared.
Eugénie encuentra a Charles dormido y con abundantes lágrimas. Una mujer es como un ángel, las criaturas que sufren están bajo su protección. Lee una nota dirigida a Annette, una famosa coqueta parisina, a la que  Charles hace conocer la adversidad que agraviesa. La prima realiza la donación de los luises de oro. Charles ofrece a Eugénie una arquilla con las miniaturas de los padres. La caja es de oro, muy valiosa, y pide que la guarde hasta que pueda indemnizarla.
El padre Grandet oye ruidos extraños, y sale cargado con una escopeta.
Comenzó la primavera del amor para Eugénie, mientras Charles descubría que quedaban rosas para recoger en el jardín de la vida.
El padre Grandet recibe una carta. La misión tuvo un gran éxito. Las deudas restantes de Victor Grandet fueron compradas al alza, por un veinticinco por cien de su valor, y ganó varios miles de francos. Esto será una buena noticia para el sobrino.
Grandet descubre en el jardín a los enamorados. El siguiente movimiento del plan fue apresurar la partida de  Charles para la Martinica. La despedida es sentimentalmente romántica. Les queda el amor, el perdón y la esperanza.
Eugénie pasea bajo los árboles y recuerda los tiempos felices. El hombre se atareaba con el presente y esperaba el futuro con consuelo.
Comunican a Charles el próximo matrimonio de Eugénie.
Y los meses estiraron hasta convertirse en un año. Es otro cumpleaños de Eugénie. No recibió noticias de Charles.
Denostan a Grandet cuando pasa por el pueblo. Por su causa, la esposa de un acreedor falleció. La culpa es del oro que amontona.
Exige a Eugénie los luises de oro. El oro es escaso en estos días y ha incrementado su valor. Proyecta invertirlo. Eugénie responde que lo escondió y que no la fuerce a buscarlo. Insiste; en un año doblará la cifra. La respuesta es: "Mi oro se ha ido".  Zurra a la hija, y repara en un mapa de la Martinica. La arrastra a la habitación y la encierra. La señora Grandet sucumbe del disgusto.
Y pasó un mes. Los asuntos de la casa de los Grandet llegaron a ser el tópico del pueblo.
En su avaricia, el padre Grandet percibe detrás de las paredes unas voces que repiten: ¡Oro!, ¡Oro!, ¡Oro!  Recibe la visita del notario. En el pueblo reprochan el trato que da a Eugénie. Sugiere dividir la fortuna. Pretende congraciarse con la hija. Firma los papeles. Mientras el padre acompaña al notario, Eugénie descubre las cartas de Charles retenidas. Y también el aviso de las ganancias. El padre la acusa de revolver los papeles. Él obstaculizó su felicidad. Eugénie lo encierra en el cuarto. Lee en el jardín las cartas sustraídas.
Grandet ve los fantasmas de los acreedores, de su hermano Victor y de la mujer muerta. Del brillante oro brotan unas manos cadavéricas y las paredes estrechan los muros, que lo aprisionan. Aparece una imagen antropomórfica del oro, y sufre un colapso.
Y Eugénie Grandet, en la soledad, es la dueña de una riqueza oculta, innombrable.
El cartero devuelve una misiva dirigida a Charles, con destino desconocido.
Los años pasan. Los pretendientes buscan el favor de la heredera. La informan de que Charles regresó a París. El gobernador recompensa su actuación y corre el rumor de que va a casarse con una joven rica. Eugénie decide anunciar el compromiso matrimonial con Bonfons Cruchot. Precisa un marido, es una estipulación de su condición actual.
Pero, sentada en un banco del viejo jardín, ve acercarse a Charles. Explica el malentendido de la boda comunicada por el padre. Los abrazos arreglan el tiempo perdido.
Según la novela de Balzac.


Ana Kontroversy

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