Una mañana de verano de una pequeña ciudad.
Jean (Jean Börlin) es un tímido joven empleado de un banco. Auguste (Jim
Gérald), antipático compañero de la oficina, le sigue por la calle con un fiero
sabueso, al que incita a atacar a Jean (Jean Börlin).
Albert (Albert Préjean) es otro oficinista y
Lucie (Dolly Davis) la dactilógrafa. Jean tiene unas flores para la
secretaria, de la cual no puede apartar la vista. El bouquet es motivo de
enredo y comienzan una cómica sucesión de persecuciones y patadas.
De un automóvil original, el conductor sentado sobre un estilizado pescante y una sombrilla hecha jirones, desciende una
encorvada vieja. Es Rosa Koslex, quiromante autorizada. De las manos de Lucie
se desprende que se desposará con aquel que ama. De la mano izquierda de
Jean adivina iguales signos. Un futuro bellísimo. La quiromántica exige una
moneda.
Lucie no desea ver a Jean enfadado. No ama a
Albert. Pero las palabras son vanas, ya que habló a un joven dormido.
Cuando Auguste ve que Jean reposa arranca una gruesa anilla del cortinaje, que coloca encima de la mesa y que sujeta una
nota firmada por Lucie que declara que le quiere y que ofrece el anillo de
compromiso. Lucie destapa la broma y destruye la carta.
Cual un sonámbulo Jean abandona el banco y
transita por las calles, se impregna con un prado a rebosar de flores y es
testigo del ataque de la quiromántica, que dos rateros cometen. Con un salto
mágico a un árbol consigue liberarla de los ladrones. Un beso de Jean favorece el que
recobre los poderes. Es un hada. Hace cientos de años un mago le robó el poder
de hacer encantamientos. Sólo el beso de un joven podía devolverlos. Le persuade para que la siga. Será recompensado.
De la abertura de un tronco descienden a
través de un sinuoso tobogán subterráneo. Desembocan bajo una siniestra caverna.
Tienen que eludir una serie de puertas dentadas. Al paso de una fuentecilla de hojas musgosas penetran como fantasmas un compacto muro. El acceso de otra puerta les
impulsa por el aire y recalan sobre el techo. Reptan y ruedan por escalones hasta
un salón: el hospicio para las viejas hadas. Ya nadie cree a las hadas. Las
viejas hermanas fueron encerradas dentro de una gruta. Gracias a los resignados
besos de Jean las hadas recuperan el esplendor feérico.
Sylvaine es el hada malvada. Jean tiene que
prestar atención. Aquí se encuentran sus viejos amigos. El Gato con Botas,
Barba Azul, Cenicienta y el Príncipe Azul. Puede conseguir la felicidad. Las
hadas le darán la eternidad. Pero Jean no quiere vivir aquí eternamente sin
Lucie al lado. A través de un zapato Lucie es trasladada a la cueva.
El hada Sylvaine hizo venir a los compañeros
de la oficina.
Empieza una existencia fascinante.
El antro ostenta una espléndida decoración.
Relucientes balones de madreperla decoran columnas y muros. Pétalos transforman artificialmente la atmósfera. Soberbios cortinajes despliegan su majestad. Flores
de iluminación, bellísimas orquídeas, gigantescos girasoles y amapolas
esmaltadas, patios con cristalinas fuentes. La ternura de los enamorados se
difunde alrededor de la caverna de las hadas. Los seres mágicos se disuelven ante los empleados impertinentes.
El hada malvada, con una fechoría, transforma a
Lucie como una rata blanca a la que persigue el Gato con Botas. Un monstruo de
un estanque engulle las ropas de los dos intrusos. Jean se desespera por la
ausencia de la joven. Rosa Koslex rescata a Lucie de las garras del gato.
Preocupadas por el poder del hada pérfida, Lucie tiene que abandonarlas. El hada
entrega a Jean un gran anillo como recuerdo. Con sólo expresar un deseo será
satisfecho.
Con un pase de la varita mágica son
trasladados a bordo de una nube hasta la torre de la catedral de Nôtre Dame. Albert
pretende garantizar la felicidad de los enamorados. Obliga a Jean a declamar:
"Con todo mi corazón, quiero ser como un perro fiel para Lucie". Y el
joven se transmuta como el chucho de Auguste.
Albert y Auguste encuentran tirado el gran anillo. Luchan por poseerlo bajo la sombra de las enigmáticas gárgolas. El anillo se abalanza hacia el abismo.
Lo recogen a la vez y, enlazados, acceden con Lucie al Museo de Cera Grévin,
que no admite perros.
Durante la lucha por el anillo, para el ladrón
perdió el poder mágico. Auguste aclara a Lucie la transformación de Jean. Y cuando topa
con el can se desvanece y queda encerrada dentro del museo.
A medianoche las figuras de cera cobran vida.
Apresan a Lucie y la conducen ante el tribunal que procesa a María
Antonieta. Condenan a la guillotina al perro. El Chico de Charlot no puede
sufrir lo que sucede y busca al comediante. Charlot libera al animal y lucha
con las esculturas de cera, desencaja alguna mano y alguna cabeza. El Chico
reclama la ayuda de un atlético púgil que pone disciplina a aquel tumulto. Con un
pase mágico Charlot aleja el conjuro.
El director del banco porta una etérea
sombrilla. Los empleados, mientras bailan alrededor, son trasladados por un
giro hasta la oficina.
Los oficinistas hacen burla de Jean, quien
permanece dormido, inclinada la cabeza sobre el escritorio. Encuentra la anilla con
los papeles de la oficina y repasa las imágenes experimentadas. A través de la
fuerza de la imaginación de un anillo corriente Jean gana la propia garantía
adquirida. Ajusta las cuentas con los traviesos y el director opta por
desaparecer. Furtivos y pesados abrazos desconciertan a Lucie pero, al fin,
encuentra el amor.
Ana Kontroversy

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