domingo, 16 de diciembre de 2012

D. W. GRIFFITH. THE GREATEST QUESTION, 1919






Una historia del extraño y serpenteante río de la vida.
A pesar de lo ligeros y frívolos que podamos resultar, todos nos rebelamos a la idea de que nuestros altos sueños y amores, terminarán en el amargo polvo de la muerte.
¡Si sólo uno que hayamos conocido, que se haya ido, pudiera volver! Porque detrás, se encuentra una gran cuestión.
En el delicioso valle de Silver Waters, acampa Nellie Jarvis con los padres, una familia de vendedores ambulantes. Una carreta con chimenea compone el hogar, y las ollas y cazuelas son mostradas en exhibición. Dos caballos pacen al lado.
De paseo, por la dulce y apacible ribera, esta niña inmigrante sin amigos, desemboca, confiada, en las sombras del oscuro arbolado. Agazapada, es testigo de un suceso, en un primer momento impasible, aunque en seguida la llena de tristeza. Una pareja vapulea a una mujer. Bajo las pasiones, las nubes cercanas, la terrible avaricia. Matan a la víctima, y salen del escenario del crimen a hurtadillas, para regresar a enterrar el cadáver. Nellie permanece en el lugar sofocada en llanto. La niña no consigue que la madre atienda a lo que indica. Es una mujer decaída, fatigada, en una constante somnolencia. Los padres pretenden tranquilizar el desequilibrio de la pequeña.
Diez años después. El hogar de los Hilton en la vecindad. Titubeante, el padre (George Fawcett) se subleva ante la adversidad. El joven Jimmie Hilton (Robert Harron). Zeke, un viejo criado de la familia, molesto por el reumatismo. La madre (Eugenie Besserer), un tranquilo, pero fuerte y dulce soldado, en la batalla contra el bien y el mal. Y John Hilton (Ralph Graves), el otro hijo.
Después del fallecimiento del padre, Nellie (Lillian Gish) y la señora Jarvis transitan por los viejos caminos. La mujer enferma se quejaba de las sacudidas del coche. Atendida amorosamente, aconseja a la hija que sea educada. Una vida perdiéndose hacia misteriosos, inexplorados mares.
A pesar de la horrible pobreza, Jimmie Hilton enviaba regalos al enfermo. Cuando pasa cerca del carro de Nellie, reclama ayuda. Los Hilton acuden en pleno a socorrer a la joven. El doctor pronostica a Nellie, que la madre nunca va a despertar.
Un triste, vacilante adiós a la familia que la ayudó en la tragedia. Pero deciden que pueden encontrar un sitio para la desolada señorita. Idílicos días para Nellie.
Nellie muestra una moneda de un céntimo a Jimmie. Cuando tenga un millón como esa, podrá casarse.
Carriles de verano. Nellie y Jimmie recogen manzanas. Un furtivo beso. Un cachete por respuesta. Entonces lo hará de nuevo. Fue de esta manera como siempre la recordó. El apacible río es una inocente diversión. Excepto por un oculto lascivo ojo. Martin Cain (George Nichols), un vecino, que no tiene idea de lo que esta adolescente vio hace años.
El señor Hilton se queja amargamente de la pobreza y el duro lote que le ha tocado en suerte. En el humilde hogar, todos tienen que saberlo. Nellie se halla dispuesta a ir a otro lugar y aligerar la carga. La guerra llamó a John, el consuelo y apoyo de la madre y el sustento de la familia. Nellie, a pesar de las protestas,  busca un empleo.
En la casa de las sombras, habita el matrimonio Cain. Rememoran lo que hicieron años atrás. Enseñan las garras. La señora Cain (Josephine Crowell) deja las marcas de las uñas en la cara del marido. Nellie llama a la puerta. Tiene entendido que buscaba contratar a alguien.
Una escena cómica, con el supersticioso Zeke, enviado por harina, y un fugitivo pertrechado en el cementerio, al que toma por un fantasma.
John en el gran bloqueo. Emergencia. Un destructor enemigo presiona al submarino a sumergirse, y se ven obligados a prescindir de John, el cual permanece en la superficie. Una noche de tormenta, la señora Hilton  presiente al hijo amado, y abraza la aparición. Después de un periodo de ansiosa búsqueda lo dan por perdido. Silencio, se halla más cerca que antes.
No obstante una corazonada, Nellie advierte que es su obligación aceptar el puesto. El equipaje preparado, Jimmie la acompaña por la vera del río.
"Fluye, frío arroyuelo al mar, a entregar el tributo de tus ondas. Pero no serán para ti mis pasos, por siempre y para siempre".
Un santuario del niño, en el jardín de aquellos que han encontrado la paz. Los Hilton ofrendan flores en la tumba del hijo.
En la ciudadela de las Legiones del Mal, Nellie empezó en un camino de peligro, oprimida por la crueldad de la mujer y las bajas pasiones del hombre.
El sábado por la tarde, aguarda la llegada de Jimmie. Pero  tiene una pesada tarea que hacer. Esa noche, el señor Cain espía la habitación de Nellie. De las pasiones humanas que llenan el corazón humano, los celos es la más cruel, la más irrazonable. La señora Cain coge una pistola. Urgida por el oscuro miedo, Nellie busca la causa de esos pasos clandestinos a lo largo del corredor.
Nellie rompe un plato. La señora Hilton tiene una premonición de que la joven se halla en peligro, y Jimmie inicia la marcha. Pero el señor Hilton tacha al hijo de supersticioso y vuelve a casa. La penosa, temblorosa mentira, no es creída por la señora Cain. Coge el largo y cimbreante knut, y azota a Nellie. Los vagos recuerdos de la niñez fluyen con claridad. 
Nellie envía al hogar de los Hilton diez dólares, por los que anduvo esclavizada.
Para colmo, el señor Hilton se ve obligado a vender la casa. Maldice a la Providencia, que fracasa en proveer sus necesidades diarias, ignorante del suelo, debajo de sus pies,  henchido de riqueza. Un estafador   apremia a preparar los papeles. Rodeada por la pena y las dudas, la madre busca a tientas la luz.
La señora Cain penetra, pistola en mano, en el aposento de Nellie. La belleza y la inocencia excitan la enemistad de la mujer y decide destruirla. Aunque se echa atrás.
Con la mañana, la rebelión cayó en sus corazones. Debajo de sus pies, donde siempre hubo otra materia terrenal, los Hilton encuentran petróleo en el huerto. Jimmie manifiesta una gran candidez: "Esta materia pegajosa me pone malo, se encuentra por cualquier sitio". Unos expertos examinan el hallazgo.
La señora Cain se ausentó. Sin embargo, sólo es una treta para experimentar las andanzas del marido. Las precipitadas alas del demonio. Cain hostiga a Nellie con violencia. A la vez, Jimmie se apresura a comunicar la gran noticia.
De súbito, Nellie reconoce a la pareja asesina. El hombre había estrangulado a la víctima, y la mujer la había rematado. Aterrorizados por el descubrimiento, se precipitan tras la ingenua joven y consiguen acorralarla. No puede irse, los delatará. La señora Cain, en un escarnio, casi clava una larga aguja a la desvalida. Pero Jimmie surge y la libera.
Nellie arguye que no se conocen lo suficiente para casarse. Pueden esperar. Los Hilton poseen un lujoso auto y residen en un gran hotel. Agarrotados por la conciencia, los Cain son apresados.
 



Ana Kontroversy








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