En la Biblioteca de la Cámara de los Diputados
de París, se halla el documento del diario del juicio a Juana de Arco. Las
preguntas de los jueces y las respuestas de Juana fueron transcritas al pie de
la letra. Y somos testigos de un drama sorprendente. Una joven piadosa,
enfrentada a un grupo de teólogos ortodoxos y poderosos jueces.
Encadenados los tobillos, Juana (Marie
Falconetti) ocupa el centro del salón. Fatigada, encogida, es sometida a
juicio. Los clérigos la circundan. Tiene diecinueve años.
Pretende ser una enviada para salvar a
Francia. El odio a los ingleses guía el instinto de la salvadora.
Viste ropajes masculinos y le proporcionaron
vestidos femeninos. Cuando la misión sea cumplida retomará el vestido. Espera
por recompensa la salvación de su alma.
Los jueces, encolerizados, acusan a Juana de
blasfemia. Escupen en su cara.
Visiblemente cansada, el rostro bañado en lágrimas, pregunta al obispo
Pierre Cauchon (Eugène Silvain) si de ningún modo el proceso tornará en favor
suyo. Soñaba con librarse de la prisión.
Recluida en una celda, Juana de Arco sufre
escalofríos. Los carceleros roban de su mano un anillo.
Víctima de los interrogatorios religiosos, es
auxiliada por un fraile, Jean Massieu (Antonin Artaud). Apunta que no debió
preguntar. Sugiere cautela a la grave respuesta de las visiones.
Atormentan a la procesada con el tema de la
prisión y execran el hábito de hombre, impúdico, abominable.
Mandan preparar la tortura.
Los carceleros hacen mofa de Juana. Ensartan
con una espada una corona de mimbre, que la doncella había fabricado, en el
colmo del desdén.
En la cámara de tortura, amenazada con la
sabiduría de los doctores, quieren descubrir su vena de visionaria y que firme
el acta de abjuración. Un instante de lucidez permite a la víctima de la
represión enfrentarse y anuncia que aclarará que la obligaron. Se desvanece.
Por nada del mundo puede perecer de modo natural.
Juana ya se veía en el borde de la extinción.
Sin embargo, fue conducida al sacrificio, torturada hasta la extenuación.
Reprendida de orgullo insensato, cavan su tumba. Si no firma será quemada viva.
La hoguera aguarda. Aconsejada por todos, la ayudan con la firma.
Reconoció los errores. No obstante, la
condenaron a cadena perpetua, a comer el pan de la pena y beber el agua de la
angustia. Arrojada a un estanque, recortan sus cabellos. Saltimbanquis y
contorsionistas muestran en el exterior el tono opuesto al drama.
Juana quiere que llamen con urgencia a los
jueces. Se retracta, mintió.
La gran victoria es el martirio.
Ana Kontroversy
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