viernes, 7 de diciembre de 2012

ABEL GANCE. MATER DOLOROSA, 1917






La clínica del doctor Émile Berliac (Firmin Gémier), especialista en las enfermedades infantiles, muestra una larga cola de pacientes.
Manon Berliac (Emmy Lynn), la esposa del doctor, es una mujer preocupada pero, a la vez, ansiosa, porque espera un bebé. Sonríe cuando prepara la canastilla. Telefonea a la clínica, pero Émile se encuentra demasiado ocupado en ese momento. El doctor diagnostica la exigencia de operar a un niño. La madre abraza al pequeño, es suya la decisión. Nada tiene que pagar. Estará perfectamente cuidado.
François Rolland (Armand Tallier) es un joven y brillante escritor, y desde hace largo tiempo amigo del doctor Berliac. (Tal es la versión alterada de los exhibidores americanos. En el film original, es hermano del doctor). Recibe una nota de Manon: "Con un marido completamente absorbido por su profesión, mi existencia  raya lo intolerable. No puedo aguantarlo más. Escapemos lejos de aquí. Con el amor de mi corazón, que te pertenece, no me des tiempo para reconsiderarlo".
François tira la carta en la alfombra, al lado de un libro. El mayordomo, tras colocarlo en la estantería de la biblioteca, parte con la respuesta a la misiva recibida.
Esperanzas arruinadas. Rolland reconoce el amor mutuo, pero el marido es un querido amigo. Marchará lejos y volverá. No puede levantar la cabeza con honor. Recoge una foto de Émile.
Desilusionado con Manon, a la cual había retratado como la personificación de la lealtad en su ultimo manuscrito, Rolland destruyó, comparado a algo sin valor, su obra capital. Lanza las hojas manuscritas a la chimenea, en el momento en que Manon llega, con un ramo de flores y, apresuradamente, rescata del fuego los papeles. La ultima suplica. Pero la decisión es determinante. Tiene que huir. Pueden, por lo menos, apreciarse uno al otro, y también a Émile, sin avergonzarse. Los actores reciben una débil luz a través de un corredor con vidriera, verificación del uso del claroscuro, técnica utilizada a lo largo del film. Manon descubre un revólver. Pretende seducir a François y coge el arma. En la lucha por arrebatarla, el escritor  resulta herido. Exige un juramento de silencio. No podría soportar el tormento, si Émile supiese que la amaba. Apremia a Manon a irse. Deja una nota, en la que declara que, voluntariamente, se disparó.
Noticias tristes. La señora Berliac se encuentra indispuesta y no cenará con el marido esta noche. El doctor recibe una llamada. Tiene que ir al momento. Informado del disparo de Rolland, Manon espía la salida del marido, nerviosa y aterrorizada.
Pasaron tres años y el pequeño Pierre, el ídolo de los padres, es vigilado por el fiel mayordomo de Rolland, empleado por el doctor.
Es la hora del baño, y mientras el criado prepara la ropa, Pierre decide meterse desnudo en una pecera. Salpica a aquel, y los papás ríen la faena, detrás de una puerta de cristal.
Entonces, del pasado llegó el fantasma de un amor muerto. Manon, fatigada, lee los titulares de un diario: El misterio del suicidio del artista va a resultar aclarado. Una carta encontrada en un volumen comprado por un librero, da una clave prometedora.
El pequeño Pierre es un niño travieso. Brota de la chimenea con la carita tiznada de hollín.
El silencio de años podría permanecer sin romperse. Manon visita al librero. Juzga por el artículo del periódico, que tiene una carta que podría interesarle. Sin embargo, esto es un asunto de negocios y ya le fue pagado un dinero por el periódico que, por lo menos, debería reembolsarle. El sujeto es un ladino jorobado. Manon responde que no tiene la cantidad consigo. Si trae la carta mañana, habitualmente la encontrará sola por la tarde.
Pero al día siguiente, era el cumpleaños del pequeño Pierre y se produjo un cambio en el programa del doctor.
El subterfugio. Manon controla la situación. Casi olvida un regalo para Pierre. Volverá en una hora.
El librero recomienda a un encargado la certitud de conseguir el dinero por la carta de la señora Berliac. El mensajero rechaza entregarla al doctor, pero lo retiene. Replica que no hay secretos en la casa. Arranca la carta de las manos y encuentra la recompensa especificada. Émile mantiene una calma serena. Y paga  el dinero convenido.
Manon regresa. No tenía sentido ir por aquel regalo olvidado. Émile enseña la carta. La mujer pretende arrebatarla. Pero la esquiva. Ha pagado. Pregunta a quién iba dirigido. Manon se desvanece. El doctor escapa con el bebé en coche.
En un alejado suburbio de la ciudad, Émile alquila un apartamento. Le asaltan las dudas acerca de la paternidad del niño. Escruta los rasgos de la cara. Le aleja, sospecha de él.
Vuelve a ver a Manon, pero no trae a Pierre. La esposa implora, no debe creer eso, es hijo suyo.
Pasa el tiempo. Cuando esporádicamente encuentra al marido, pregunta si el niño se encuentra sano, si es feliz. ¿Dónde se hallaría su castigo si tampoco permaneciera callada?
El doctor viene a recoger un botiquín. Es por Pierre. Manon sufre una gran angustia.
A Émile los celos le provocan visiones de la pareja enamorada. Casi estrella en el suelo la medicina del bebé.
Silencio por silencio. El padre en casa, de nuevo. La esposa presiente la enfermedad del bebé. Una llamada  ocasiona la impresión de que sucumbió. Culpa al hombre de haber abandonado al hijo. No puede soportarlo. Tendrá que informar de si vive, sólo eso, y lo contará todo. Aunque faltaría al juramento.
Tres abatidos días pasaron. La madre acaricia las cintas y las ropas del niño. En la desesperación, Manon  realizó  un ensayo final de encontrar al hijo. Visita un hospital, espera en la cola de pacientes del doctor.
Una conciencia sobreexcitada.
Y como alguien que sobrevive a una gran pena, el doctor volvió a casa. Sólo entonces alcanzó un descubrimiento. Que la pena de Manon era incluso más grande que la suya. Vencida, tiene que aclarar si  se encuentra vivo o muerto, y jura que lo contará todo. Con un gesto, Émile sugiere reserva. Conducida al coche, Berliac indica al chófer el camino del cementerio, ante la alarma de Manon. Pero se trata simplemente de la ruta para llegar a la casa.
Una felicidad que desborda. El encuentro en el jardín, con Pierre recuperado. Y ya que consiguió ver a la criatura, puede alejarse. Pero Émile la ama y, aunque enseña la carta que guarda, Manon tiene que quedarse.






Ana Kontroversy





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