El padre del príncipe Kossotski, coronel de la guardia retirado, había, en su testamento, hecho abrazar al hijo la carrera de las armas.
Pasaron seis años. El príncipe Stepan Kossotski destacó en el regimiento por las brillantes facultades y el orgullo infinito. Y habría sido un cadete ejemplar, si no fuese por los violentos cambios de humor.
En el comedor del cuartel, delante de la concurrencia de los demás soldados, protesta por unas costillas que califica de incomibles. Tiró la bandeja al suelo, y buscó la animadversión de los superiores. Exigen silencio y le envían al calabozo.
Nikolai Pavlovitch venía con frecuencia a visitar el regimiento. Rodeado de los jóvenes soldados, no acepta que Stepan destaque al besar su mano. Disgustado, llora frente a un retrato de aquel.
A los dieciocho años, Kossotski fue promovido a oficial del regimiento aristocrático de la guardia.
Pasaron diez años, y semejaba un oficial como cualquier otro. Era un elegante a la moda. Pero había fijado en secreto un propósito, acceder a una situación brillante en la alta sociedad.
La condesa Korotbova, una de las damas de honor preferidas de la Emperatriz, se conducía, al comienzo, muy fría con él. Charla con otros y desatiende la invitación a bailar. Había prometido la mazurka, pero con la llegada de Nikolai Pavlovitch, alega encontrarse fatigada. Además, la descubre danzar con otro oficial.
Rendido enamorado de Mary, Stepan, en su pasión, no reparaba en lo que todos sabían. Era la amante de Nikolai.
Empezaron las habladurías. No vendría mal que encontrase un marido. La condesa rechaza la sugerencia, pero atiende la posibilidad.
La mañana siguiente, el príncipe recibió una invitación de la madre de la condesa. Dos meses después, hizo la petición de mano. Es primavera, y desea recibir una respuesta, en el jardín, con los árboles en flor, necrófila anticipación de los próximos acontecimientos. Quien tiene que decidir es la madre. Y acepta contenta.
Mary, preocupada, manifiesta agitación por si Stepan consiguiera informarse. Pero si la ama sinceramente, la perdonará.
La víspera de la boda, recuerda al novio la frialdad que mostró en la presentación. Y resuelve contar que ama al Emperador. El príncipe recibe una impactante conmoción. La condesa quiere retenerle. Stepan argumenta que pretende casarse para ocultar el escándalo. Y escapa sin dar tiempo a replicar.
Desahoga el fracaso con el ayuda de cámara y realiza el gesto de tirar una foto del rival. Dimite acto seguido.
Cuando llegó a la aldea, Kossotski resolvió profesar en un monasterio. La madre, decepcionada, no consigue disuadirle.
Cuando llegó a la aldea, Kossotski resolvió profesar en un monasterio. La madre, decepcionada, no consigue disuadirle.
En cuanto pasó al convento, mostró que menospreciaba todo lo que era importante para los otros. Atiende a los desvalidos, da limosna a los pobres, y en el retiro monacal, imagina la felicidad con la condesa, en el lujo y la excitación amorosa. Comenta con el superior, que el pecado le hace perder el juicio.
Tres años después, el príncipe Stepan Kossotski tomaba el hábito, con el nombre de Serguei.
Cuatro años más tarde, trasladaron a Serguei a un gran monasterio de la capital. El abate era un hombre hábil, que había forjado una carrera eclesiástica con la ayuda de los tratos mundanos. Famoso ante los que frecuentan las reliquias del lugar santo, el padre Serguei recibe al antiguo ayudante, que siente contento de ver al príncipe con aspecto de ángel. Pero guarda las distancias, y advierte al abate que le expone a las tentaciones.
Con el fin de evitar tales impulsos, se convirtió en ermitaño en el alejado desierto de Tambino. En el nevado paisaje, corta un haz de leña.
En la ciudad cercana, unas parejas de vividores, aburridos por la monotonía de cada día, beben y buscan la felicidad. Makovkina, una mujer divorciada original, turba a la ciudad con sus extravagancias. Llama la atención del grupo cuando coge un revólver y lo apunta a la sien, y advierte que se encuentra cargado. Fue una alarma, apagada con una copa.
Los vividores dan un paseo en trineo. Y cuando llegaron a la ruta de Tambino, la Makovkina anunció el atrevimiento de pasar la noche en casa de Kossotski. El eremita, dedicado a la lectura de las Sagradas Escrituras y recluido en la austeridad, sufre de vez en cuando la alucinación de alguna bella dama, fantasma que pronto aparta de la imaginación.
Makovkina reclama que vuelvan a buscarla a las tres de la madrugada. El padre Serguei ya se había recostado en el catre. La alocada mujer saborea con antelación el espectáculo. El eremita la vislumbra a través de un ventanuco. Viste la sotana y porta una lámpara. La ligera dama requiere permita el acceso, se encuentra helada. Se despoja del abrigo y enseña un amplio escote. No es el diablo, es sólo una mujer pecadora, inquieta, busca un refugio, alejada del camino. Serguei planea el lugar en el que cada cual debe instalarse. Desde un cuarto contiguo, la dama se queja de hallarse empapada, con los pies como témpanos. El eremita pretende aplacar la tentación. Diabólica y erótica, exige ayuda. Nombra al padre por el título de príncipe y la descubre semidesnuda. Saldrá y regresará en un minuto. El ermitaño empuña el hacha y amputa el índice de la mano izquierda. Cuando Makovkina descubre en el suelo la sangre derramada, ruega que permita cuidar la herida. Con gran tranquilidad, Serguei la urge a marchar. La mujer, arrodillada, estalla en un dolido llanto.
A las tres en punto acude al encuentro de los amigos, que la aguardan. La felicitan. Verdaderamente, ha ganado la apuesta. Trastornada por el suceso, ingresó en un convento.
La aventura con Makovkina empezó a conocerse, y la fama del padre Serguei fue en aumento. A él acuden enfermos suplicando la curación. Pero, humilde, no cree poseer ese don.
Pasaron nueve años. Los devotos fueron más y más numerosos. Al lado de la celda del padre, se instalaron unos monjes, y construyeron una gran iglesia. Los fieles acosan al padre Serguei, al cual fallan las fuerzas.
Un mercader apunta que no semeja un monje. Ordena a la hija prepararse. Llamó al santo padre para que la curara de su mal. Hace dos años que perdió la razón. Por el día nunca sale, siente pánico de la luz. Instalada en la antigua celda, tuvo la visión de que colocaba la mano en el pecho. La joven es una demente que incita irresistiblemente al padre Serguei. Al alba, fue tentado de usar el hacha de nuevo. Cortó los cabellos.
Esa tarde ya se hallaba lejos del monasterio. Le gustaría rezar, pero no hay nadie a quien orar. Y vagó de aldea en aldea, se nutría de limosnas. En una taberna, vio bailar a unos aldeanos, y evocó los grandes bailongos de la corte.
Un día que leía la Biblia, acogido por unos benévolos campesinos, un guardia solicitó el pasaporte. Colocaron al viejo con los vagabundos, le juzgaron y enviaron a Siberia.
Según la novela de León Tolstói.
Ana Kontroversy
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