jueves, 5 de octubre de 2017

MAX OPHÜLS. THE RECKLESS MOMENT, 1949








Ocurrió el año pasado, una semana antes de Navidad. Los Harper vivían en un lugar entrañable, llamado Balboa, a unos ochenta kilómetros de Los Angeles.
Una mañana temprano, la señora Harper (Joan Bennett) fue en coche a Los Angeles, al encuentro de un tal Ted Darby. Preocupada y sin tiempo de las fórmulas sociales, sólo quiere que el caballero en cuestión, un marchante de arte sin escrúpulos, abandone sus pretensiones respecto de Bea, la hija de Lucia, la cual va a cumplir los dieciocho. En seguida recurre a los términos monetarios, actitud que resuelve las complicaciones.
Con el padre en Filadelfia y de camino a Berlín, un ingeniero, Bea se había inscrito en la Escuela de Arte, lo que puso en evidencia las conjeturas de la señora Harper.
Esa noche, la joven fue al encuentro del galán, una cita en el embarcadero. Cuando Bea supo lo de la compensación económica, optó por el bando materno. Decepcionada y furiosa, huyó en la oscuridad. El pretendiente, perturbado, se precipitó por la frágil baranda.
El día siguiente, Lucia Harper, en el paseo matinal, halló el cuerpo inerte, atravesado por el ancla de la barca y enredado en la cuerda. Decide arrastrar el cadáver hasta la motora y alejarlo.
Tras pasar por la oficina de correos y escuchar la noticia de los periódicos (publicada como un crimen), la señora Harper atendió una visita inesperada. Martin Donnely (James Mason) posee un fajo de cartas de la hija al difunto. El precio es 5.000 dólares en metálico. Donnelly habla de Nagel, el socio o, mejor, el jefe y aclara que las cartas representan una especie de préstamo por deudas. Es cuestión de vender cuando el mercado se halla en alza.
Mientras ajustan el chantaje, los investigadores del caso sospechan que el fallecido frecuentaba a alguien del vecindario. Establecen que la muerte, por la forma de la herida, fue con un ancla y que trasladaron el cadáver hasta las marismas.
Donnelly experimenta un reblandecimiento ante los apuros de la señora Harper. Nigel, implacable, no acepta excusas. Donnelly no es una persona respetable, la categoría de los Harper lo desborda.
El préstamo plantea complicaciones y el empeño de algunas joyas permite reunir 800 dólares. Donnelly informa de un sospechoso. La señora Harper siente preocupación, ya que sabe de la inocencia del inculpado y en un alarde, incluso garantiza al chantajista haber empujado al finado.
Nagel tiene la osadía de presentarse en el domicilio de los Harper. En el cobertizo, aguarda impasible. La llegada de Donnelly se inicia con una agresión directa al atrevido defraudador. La letal pelea es saldada con la asfixia del perverso agresor y las heridas del defensor, copiosamente ulcerado con una botella rota. Ante un desenlace semejante, la señora Harper decide declarar lo sucedido.
Cuando queda solo un instante, Donnelly desaparece con el bulto. No irá demasiado lejos, ya que precipita el automóvil por un barranco.
La señora Harper lo había seguido con el coche y le encuentra agónico. Desesperada por no poder ofrecer ayuda, abandona el lugar del accidente.
El lesionado declaró haber dado muerte a Darby. Un arreglo de una desoladora evolución.



Ana Kontroversy

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